LA MEDIACIÓN
Al estar comprometido con la Mediación, me veo en
el deber de hablar sobre ello… Es, naturalmente, una cuestión de ser
consecuente con lo que creo, de pura lógica para conmigo mismo, de puñetero
sentido común, y no es que quiera hacer de ello una cruzada. No es cuestión de
eso. Tampoco tengo edad para montar cruzadas. Eso era antes, cuando enristraba
lanzas, bajaba mi celada y arremetía contra todo molino de viento que osara
mover sus aspas. Ni hablar… Y, aunque hoy ya no hay molino que me engañe, por
mucha harina que trasiegue – no como antes – tampoco me quedan fuerzas ni años
para escribir ningún Quijote. Lo único que hago ya, eso sí, es apostar por los
gestos que aún considero importantes, y obrar en estricta consecuencia con mi
conciencia, que para eso ambas dos tienen la misma raíz (la secuencia de tu
ciencia, forma tu conciencia).
Bueno,
pues por eso… Veinte años de Juez de Paz dieron para mucho mediar. En realidad,
el único fundamento de los países anglosajones, a quienes se les ocurrió la
figura, y luego adoptada por constituida en la gaditana Pepa, con que fueron
ideados tales jueces vecinales o de Paz. Todo lo que vino después fueron (son)
adminículos incorporados, complementos añadidos, a su principal función, hasta
dejar ésta, a la única y original, ya casi vacía de contenido. Yo medié cuanto
pude y supe. Y es la única paga del alma, el único patrimonio del espíritu, la
única soldada, que ha merecido la pena. Así, que ahora siga apostando por lo
mismo que aposté en su día. Y apueste y aporte a mi acervo, la ilustración que
me faltó entonces para poder hacerlo mejor y más profesionalmente que a pelo y a cappella, desde el corazón, pues éste,
aunque suele ser un excelente guía, no siempre tiene la brújula en condiciones
de buen uso…
Alguien
me dijo un día que yo era un perfecto abogado de causas perdidas. Traducido al román
paladino, quiere decir un defensor de esperanzas, una especie de perseguidor de
utopías… Pos pué ser. Pero miren, las
utopías de ayer son las realidades de hoy, y las de hoy, serán realidad mañana.
Unos plantan la semilla, otros riegan el árbol y otros recogen su fruto, y este
arbolico de la Mediación aún debe ser regado generosamente durante un tiempo.
Es la ley natural de las cosas. Soy consciente que las semillas de la Mediación
fueron plantadas en los albores de la historia de la humanidad, desde los
patriarcas hasta los más humildes mediadores de hoy en día, y que apenas están
dando sus primarios y verdes frutos hoy, aquí, en nuestro país, claro… Y que
han necesitado un laaaargo período de germinación. Pues bien, yo quiero aportar
a ese joven árbol la poca agua que aún me queda en mi viejo caldero., y generar
algún futo si puedo, que no sé… Pero sí que sé lo importante que es enraizar el
árbol de la Mediación, para que abandone su mundo utópico y se haga real en su
mundo real…
Los
mediadores, los obreros, ya están implantándose en la sociedad, y vivimos las
últimas etapas antes de su eclosión. Pero hemos de tener en cuenta que la
Mediación es uno de los más importantes factores para conseguir un cambio de
paradigma en el mundo: alcanzar una Cultura de Paz. Nada menos. Pero no quito
un solo énfasis ni mayúscula. Lograr una Cultura de Paz es el único objetivo de
la Mediación, y los mediadores trabajan, trabajamos, para conseguirla. Las
primeras luces, por tenues que sean, deberán aparecer cuando la sociedad, la
ciudadanía, los grupos humanos, las asociaciones, los vecinos de los barrios,
los maestros de escuela y profesores de liceos… comiencen a conocerla, se preocupen
en enseñarla y empiecen a utilizarla… Primero habrán de saber lo que ignoran,
conocer lo que desconocen, informarse de lo que no han sido informados… para
luego usar lo que no han usado a sabiendas y en conciencia.
En
nuestro país, al ser el último de Europa, y uno de los últimos de occidente, en
sumar a sus valores el concepto de la Mediación – y lo hace impelido por un
mandato inequívoco de la UE – cuyo guante solo lo ha recogido con mediano rigor
el CGPJ, aún rige, manda y campea el modelo de la judicialización de los
conflictos. Sin embargo, nada más erróneo y equivocado. Se debe judicializar el
delito, pero no el conflicto. El delito ha de ser castigado por le Ley en los
juzgados, pero el conflicto ha de ser resuelto por la Mediación en las antesalas
de los juzgados. Hay que evitar que el conflicto se convierta en delito. Eso,
por una cuestión simple de principios simples, y otra, para lograr el desatasco
y la fluidez en los juzgados. Vulgar cuestión práctica.
Ese,
y no otro, es el fin y la naturaleza de la Mediación. Y esa, y no otra labor,
es la de los Mediadores. Hay quienes quieren enfrentar los intereses de los
profesionales de la Ley con los de los profesionales (incipientes aún) de la Mediación,
pero es una estrategia errónea y errática, marcada por querer confundir dos
naturalezas distintas: la del delito y la del conflicto. Si consigues resolver
lo segundo, evitas lo primero, e incluso, si existen ambas cosas en un solo
caso, lo uno no implica en nada a la acción de la Ley sobre lo otro. No solo no
entran en competencia, es que son complementarios. Castigar y poner Paz son dos
conceptos tan distintos como diferentes sus campos de acción.
Por
eso mismo he querido escribir este artículo. Porque deseo que sepan mis
porqués, y mis motivos de mis causas. Y porque mis compromisos personales han de tener algún valor, por modesto que
éste sea… Y porque, si he sido durante tanto tiempo Juez de Paz, entonces, ¿tan
raro es que siga apostando por una Cultura de Paz?...
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h.
http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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