YO NO CREO
Ya
ha pasado el festurreo navideño, a Dios gracias, y a la parte que puede tener
el diablo. Nos hemos querido, abrazado, sonreído y felicitado, y cantado el
zum-zum-zum en el Belén más próximo, y nos hemos comido las uvas como aquel rey
Luís francés mandó, y otra vez nos hemos amado, abrazado y felicitado en un
mimético, explosivo, campanudo y achampanado talán, talán… con el deseo de ser
todos mejores para hacer un nuevo año mejor que el que hemos enterrado, aún
sabiendo – porque lo sabemos, aunque lo disimulemos – que eso es una mentira
como una catedral gótica. Pero, enfin, que cada uno piense lo que quiera y haga
lo que pueda…
Yo he recibido de estos preclaros y enjundiosos
fastos el peor regalo que podía esperar del año que recién ha dimitido y de los
Reyes recién llegados: Al Aquarius le han quitado la bandera bajo la cual
navegaba, para que no pueda seguir salvando vidas humanas. Era demasiado
incómodo, a pesar de haber sido utilizado por Sánchez, nada más asaltado el
poder, para hacerse la falsa foto de solidario del año ante la comunidad
internacional y sus adoradores de tribu. El mítico barco fletado por Médicos
sin Fronteras, tras haber asistido y salvado la vida a más de 32.000 personas,
de haber sido la patria flotante de los desheredados de su propia patria, de
haber ejercido el derecho moral e inviolable de prestar ayuda y apoyo a los más
despojados de todo y de todos, ha sido finalmente despojado él mismo de ese
sacrosanto derecho. Viajaba bajo bandera panameña, una bandera de conveniencia
bajo la que navegan muchos proscritos, pero Panamá ha recibido suficientes
presiones para que Aquarius sea el único proscrito sin bandera bajo la que
cobijarse para navegar en un Mediterráneo de pesadilla, y, a partir de ahora,
ya sin su ángel velador, criminalmente varado a puerto.
El Aquarius era sostenido, no por los gobiernos, si
no por las pequeñas cuotas y humildes aportaciones de los socios de MsF. Han
sido los gobiernos, precisamente, los que le han segado la hierba bajo los
pies, para que no pudiera seguir mostrando la miseria, cinismo e inhumanidad de
los mismos. En realidad, a mí no me extraña nada. Pero lo que sí me duele, y
mucho, es que la gente hemos seguido revolcándonos en el consumismo y hedonismo
de nuestras dudosas navidades, sin darnos por enterados, y sin salir a la calle
a escupirles nuestro rechazo y a gritarles su ruindad. No… nos hemos estado
quietecitos, mirando para otro lado, mientras nos quejábamos del precio de los
percebes en los abarrotados cebatripas. No nos iban a estropear tan entrañables
fiestas una nadería como esa… ¿Qué morirá aún más gente?.. pues feliz navidad a
todos.
Este virus moral, esta carcoma del alma, está
destruyendo a Europa, y a nuestro católico país de católicos, con toda su
rebozada y rebosante hipocresía, muy especialmente. Yo ya no sé si tenemos las
conciencias dormidas, o es que están muertas. Hemos convertido a los
inmigrantes en nuestros peores enemigos imaginarios, y lo hemos hecho
escuchando a los monstruosos Trumps nacientes y a los diabólicos partidos que
los arman y los desalman… Y la vieja Europa de los derechos humanos se ha
corrompido y contagiado de ese sucio y ominoso cáncer, porque está (estamos)
creyendo a los falsos profetas del nuevo racismo. El trabajo insidioso funciona
así: por un lado envenenan las ideas, y por otro, arteramente, eliminan las
banderas que salvan a náufragos sin patria ni pasaporte, inventándose la
defensa de las otras: las banderas recogevoluntades y recogevotos.
Por eso que yo no creo en las banderas. Porque son
embusteras y cobardes. Mienten cuando nos hablan de justicia, solidaridad y
derechos, pero le vuelven la espalda cobardemente a los Aquarius del mundo. Los
abandonan, los dejan solos, los traicionan, les niegan su apoyo, su cobijo, su
bandera, incluso los apuñalan por la espalda. Son banderas tejidas de mentiras.
Yo no las quiero.
Y por esto mismo también, desconfío de los políticos
abanderados. Se envuelven en banderas de su conveniencia donde esconden el odio
de su mensaje, su xenofobia enfermiza, su más ruin y exacerbado racismo,
enfermizo y tremendamente contagioso, que inyectan en la ciudadanía a través de
banderas contaminadas. En una bandera puede anidar la libertad de expresión, de
pensamiento, o la represión, el fascismo y la violencia del pensamiento único. O
envolver la llave de la cultura o un martillo de herejes. Puede revertir la
educación en valores o en la más supina ignorancia… Una bandera es un señuelo,
una caña de pescar con un cebo para coger peces. Fíjense en los que las portan
y airean, y sabrán lo que quieren venderles a través de ella.
Estas fiestas, como decía al principio, a mí me han
llenado de vergüenza y de profundo pesar, entre tanto merry christmas y
hosannas y glorias. Ojalá y la Navidad próxima, pueda remendar mi maltratada
fe, y me ayude a respetar un poquico más la bandera de esa navidad, si el
Aquarius volviera a navegar como el Ángel de la Guarda que es. Devuélvanle sus
alas, y solo entonces creeré…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h.
http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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