EL PROPÓSITO



Me pasé toda la noche con tres palabras martilleando en mi cabeza. No sabes de dónde puñeta vienen, ni por qué esos tole-toles fijos y cansinos. Pero ahí están. Imagino que eso le sucederá a todo el mundo. Lo de que, sin comerlo ni beberlo, se te instale en el coco un nombre, una frase, un tono, una musiquilla olvidada, un sonsonete, un dalequetepego, y se pasa un tiempo más o menos largo acompañándote en tus quehaceres y rutinas cotidianas, hasta que parece agotarse por sí solo… Pienso que es algo común en las personas, aunque ignoramos los motivos y la mecánica que desencadena el asunto.

                Pero decía que eso, que se me quedaron colgando de las telarañas oníricas tres palabras: “Queda poco tiempo”… Parece una película de Hickoks mismamente, ¿verdad?. Pero es que fue ese, y no otro, el mensaje. A lo largo de la primera parte de la mañana, me iba preguntando invariablemente: ¿a quién le queda poco tiempo?, ¿a algunos?, ¿a todo el mundo en general?, ¿a mí solo?.. sin poder obtener respuesta, y seguida de otra no menos follonera e inquisidora: ¿poco tiempo para qué?.. Así, hasta que el molesto repiqueteo se fue evaporando con el primer sol del día, hasta disminuirse en la nada del olvido. Pero el olvido no es la nada, sino solo una tenue niebla que cubre las cosas. Por eso, cuando recibí un whastshaps de alguien que me recordaba algo empezando por un “no hay tiempo para…”, me retomó la plomiza manía con nuevos bríos, y ya molesta pesadumbre. La pedrada fue cuando, en mi diario ejercicio andariego de media mañana, a la altura de una antigua ermita, llenando las damajuanas en una fuente, un viejo le gritaba a una joven un “que no queda tiempo”. O eso fue lo único que conservé, claro y nítido, del aviso, o lo que fuera.

                Si esto quiere decir algo, o no quiere decir nada, yo no lo sé, ni tampoco me preocupa mucho si es un aviso de alguna dimensión perdida que tenga algún parentesco conmigo. Si así fuera, ya volverá a llamar, si es que es algo importante… pero sí que se me quedaron de rondón un par de preguntas:  ¿para qué leches no queda tiempo?, y ¿a quién o a quiénes no les queda ese dichoso tiempo?.. Son tres palabras que llegan sin folleto de instrucciones de uso, por lo que no puedo saber para qué son ni para quién son, aunque yo sea el aparente receptor… Sin embargo, lo que sí se me desliza en mi red neuronal, agazapándose en su circuito, es la consecuencia, o posible consecuencia, de ese… digamos recordatorio (lo prefiero a la palabra advertencia). Y es esa pregunta dual que el ser humano lleva grabadas dentro desde que su presencia forma parte de este mundo: ¿por qué y para qué estamos aquí?..

                Pregunta de doble hélice que el hombre genérico (hombre y/o mujer) lleva haciéndose y dándole vueltas decenas de miles de años, sin obtener una respuesta precisa ni concreta, pero sí que cientos de teorías posibles y plausibles. En fin… Yo digo que cuando ocurre una cosa así es porque la humanidad aún no está madura para que tal respuesta le sea dada encontrarla. Porque esa es otra, no lo duden un solo momento, los humanos no inventamos absolutamente nada, tan solo lo descubrimos. Pero es que, además, encima, lo descubrimos porque nos lo tropezamos por el camino… es como si hubiese sido puesto allí para que nos lo encontremos. Si bien, cuando estamos capacitados para entenderlo, para comprenderlo… Por eso lo “vemos” y no pasamos de largo…

                Y es precisamente este detalle el que me lleva a creer, o a lo mejor no es lo que creo, si no lo que pienso – no es exactamente lo mismo -, que el qué, el por qué y el para qué, se contestan con, y residen en, una sola y única palabra: El Propósito… Y que el Propósito es el motivo original y fundamental de que estemos aquí, haciendo no sé qué puñetas que estamos haciendo, dentro de una extraña existencia que se nos ha dado vivir, en un jodido mundo que se nos ha puesto por montera, porque parece que no entendemos, o que él, el mundo, no nos entiende a nosotros. Aunque, nos jorobe o no, el mundo y nosotros seamos la misma cosa.

                Así que sí. Pienso que la humanidad toda tiene un Propósito Universal. Pero también, y esto es lo más importante, porque cada ser humano tiene un Propósito Personal que llevar a cabo en esta vida. Un objetivo, uno de los “Trabajos de Hércules”. Es que, si no, a ver qué sentido tiene nacer para morir. Ninguno. Tiene más sentido morir para nacer, piénsenlo… De ahí lo del Propósito. Porque sería absurdo que el propósito fuera la muerte. Lo lógico de un propósito es la vida. Por lo tanto, nacemos para morir, y morimos para vivir. Eso sí que tiene sentido, lo otro no lo tiene… Ahora bien (y esto es la pregunta del millón) ¿cuál es el propósito de cada cual?.. ¿Cuál es Mí propósito?.. Ni zorra idea, compadres… y si lo intuyo, me lo guardo, creo que sabrán comprenderme… La pista es que se trabaja para un objetivo común, pero con propósitoss personales. Cada uno tendrá que encontrarlo por sí mismo y en sí mismo… y quizá para sí mismo también.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php


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