IGNORANTE INGRATITUD
El
otro día hicieron una encuesta entre universitarios a pie de campus, y no
tenían, por lo general, la más mínima noción de nuestros políticos, actuales ni
pasados, ni de cargos, ni partidos, ni de la actual realidad política y social.
Mucho menos, con cierta perspectiva histórica. Nada, cero patatero. Solo están
en “sus” cosas, y en “sus móviles”. Para qué ocupar la memoria mental teniendo
a mano el Ipad, contestaba al respecto un experto… Muchos dirán, o diremos, que
la juventud carece de la más básica cultura política e histórica, por supuesto
que de toda perspectiva histórica, y a lo mejor es verdad. Pero, cuidado, no
echemos toda la carga de esa irresponsabilidad sobre los hombros de los jóvenes
en su totalidad, y guardemos una buena parte para el común de los adultos. Es
muy posible que nos sorprendamos no muy agradablemente. Quizá incluso que
ingratamente.
Si nos preguntásemos a nosotros mismos quién es
Herzog, casi seguro que muchos dirán que un artista, un político, un futbolista,
o novelista, o cualquier otro ísta, alemán. O, por lo menos, extranjero. Si
aclaramos que su nombre completo es Andrés Herzog, con suerte tendremos algunos
que se acerquen al caliche diciendo que es un político español que les suena a
más o menos reciente, aún sin saber situarlo con exactitud. Unos pocos nos
dirán que, efectivamente, fue el último parlamentario de la desaparecida UPyD…
Pero casi nadie recordará que fue el político más honesto, leal e íntegro que
se haya dado en la camada de ningún partido actual conocido hasta la fecha. Las
encuestas de entonces ponían a Andrés Herzog como el político más valorado, así
como también a Rosa Díez. Por eso mismo no los votamos. Valoramos su valía,
sirva la redundancia, pero no queremos gente así en nuestro negocio. En este
país de acémilas y acemileros somos así.
Este hombre se recorrió el mapa él solo, pidiendo la
desaparición de los privilegios tributarios, los forales, la igualdad
lingüística en las comunidades mal-llamadas históricas, las competencias
estatales en materia de Educación y Sanidad, controles serios y efectivos
contra la corrupción, el cambio de la Ley Electoral, listas abiertas… y como
era un señor inteligente además de honrado, desinteresado y valiente, pedía lo
mismo en Barcelona, que en Madrid, que en Euzkadi, que en Galicia o Andalucía,
sin cambiar su discurso bajo ningún concepto. Eso solo lo hace un político
cabal, íntegro y discreto que, por puñetero pundonor y en solitario, se
querelló contra Rato, por el escándalo de las tarjetas Black (al que ahora le
ha salido su condena de 106 años e ingresado en prisión) destapando también la
desvergüenza de PP, Psoe, IU, CC.OO., UGT… que participaron con igual fruición
en aquel el atraco y robo formal. Naturalmente, le insultaron llamándolo
oportunista, le amenazaron con arruinar su carrera política… y, como es lógico
en esta España ruín y mía, en esta España cainita y nuestra, lo lograron. UPyD
desapareció del mapa político, y Herzog abandonó la política… ¿o debemos mejor
decir que la política lo abandonó a él?.. Lo que sí es cierto es que todos lo
traicionamos.
Yo no sé si es nuestra naturaleza, trilera y
navajera, de sacrificar a los mejores de nosotros condenándonos así a nosotros
mismos. Como la historia zen de aquel escorpión que picó a la vaca que lo
estaba ayudando a cruzar el río, a pesar de que, al matar a la res, se ahoga él
mismo. Cuando el bovino le preguntó, moribundo, el porqué, contestó aquello de
“va en mi naturaleza”… Puede que en
este país seamos de la naturaleza del escorpión. O puede ser también que seamos
como Jekill y Hyde, mártires a la vez que monstruos. Igual que el mito de Jano.
Las dos caras. Somos lo uno y su contrario a la vez. Nos declaramos
animalistas, pero hacemos el animal en cada fiesta. Y los matamos en nombre de
esa fiesta. Somos tremendamente religiosos, pero reventamos 1.500 caballos en
breve tiempo en la muy “cristiana” romería del Rocío. Bestias abusando de
bestias. Somos demonios vestidos de franciscanos. Y tan felices, satisfechos y
contentos…
No hace mucho, me encontré un artículo suyo perdido
por ahí, a merced del oleaje de Internet. Ví su firma, y me dio una enorme
tristeza. “Los miserables y las tarjetas
Black” lo titulaba. En él se preguntaba con amargura el por qué ni los
políticos, ni los ciudadanos, ni los medios de comunicación, ni nadie, ha
recordado ahora quién, qué partido, y cómo y de qué forma y manera, se puso
aquella querella. “El mismo stablishment
miserable que decidió colonizar las Cajas y repartirse sus Consejos de
Administración como los ladrones de Alí Babá, sigue muy vivo, y sigue en el
poder”. Él lo llama “hipocresía social”.
Yo también lo llamo ignorancia social, incapacidad
social, incultura social, impudicia social, ineptitud social… todo eso y
algunas cosas más. No solo somos olvidadizos, o de cabezas vacías, como
achacamos a nuestros desinformados y desformados jóvenes, también somos
irresponsables y desagradecidos. Perfectos pulgones de nuestras abejas reinas.
Ciegos que nos lamemos las heridas que nosotros mismos nos infligimos… Y tontos
útiles que desperdiciamos nuestro voto tirándolo en las alcantarillas.
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