LAS PALABRAS



Que somos los tontos de las palabras ya lo sabía yo hace tiempo. Nos encadenamos a una moda de idiotas donde nos inventamos una palabra nueva para definir otra que hemos etiquetado de malsonante u ofensiva, que, a su vez y en su día, ya la cambiamos por otra con la que arrancó la rueda. Sin darnos cuenta cabal que ninguna palabra resulta difamante ni malsonante. Ninguna. Solo resulta ofensivo el sentido que le damos, independiente a la palabra que elijamos como sustitutiva. Un excelente artículo de A. Grijelmo lo ha puesto sobre la mesa de manera genial.

                Hace siglos, la palabra “niña”, o “muchacha” se contaminó por el significado de hembra utilizada para el placer, sustituyéndola la sociedad patricia romana por un definitorio “mujer pública”, luego “meretriz”, que después, con el paso del tiempo, también se consideró ofensiva, cambiándola por el latín “putta”, más biensonante entonces, y ahora considerada malsonante… Los antaño “países subdesarrollados”, los cambiamos en su momento por “países del tercer mundo” , o “tercermundistas”, para, ahora, inventarnos lo de “países en vías de desarrollo”. Todo es un bobo eufemismo practicado por bobos. Una vieja estupidez que no hemos sabido superar… Por cierto, que “viejos”, sonaba mal y se cambió por “ancianos”, que ha vuelto a sonar mal, y ahora nos llamamos la chorrada de la “tercera edad”, que, al igual que sucedió con el “tercermundismo”, también será tachada de ofensiva con el tiempo… Ya lo verán.

                Al principio de la democracia, las divisiones en los partidos políticos se llamaban “facciones”, que, como sonaba a fascismo, se mudó a “tendencias”, que, como sonaba a tendencioso, se cambió a “corrientes”, que, como sonaba a cosa corriente y si valor, ahora se habla de “nuevas sensibilidades”… Cretinismo en estado puro. Por cierto que, hablando de “cretinos”, hace luengo tiempo se cambió a “mongólicos” por lo de la similitud en las facciones con esta raza. Vale. Pero como mongoloide se consideró ofensivo por eso mismo, se inventó lo de “subnormales”, para, años más tarde, como su uso cargó el vocablo, hubo que traspasarlo a “retrasados”, que, de ahí se pasó a “deficientes”, luego “insuficientes”, más luego “discapacitados psíquicos”, para llegar al recién inaugurado “síndrome de Down”, que, no lo duden, quedará igualmente estigmatizado en unos años…

                Pero es que con las taras físicas, igual llevamos un carrerón. Donde empezamos sustituyendo “tullidos” por “lisiados”, luego saltar a “inválidos”, después a “minusválidos”, más tarde “disminuidos físicos”, ahora “discapacitados”… de momento. Y es que somos tan memos que no sabemos separar lo que es lo definitorio de lo ofensivo. Nosotros mismos, que no las palabras que usamos, las cargamos con un significado insultante del que ellas carecen por completo. Y así, las usamos y las tiramos hasta que se descarguen de la basura con que las hemos contaminado, y volvamos a utilizarlas como inventadas de nuevo para definir lo mismo con lo que no sabemos cumplir. El ser humano fue dotado con el don del habla, pero dudo que lo fuera con el de la inteligencia, dado lo que hay… Y pasan perogrulladas como las que intento exponer en éste mi artículo de hoy. Y es que, a esas palabras, no es que las mal-usemos, es que las mal-intencionamos, que no es igual…

                Porque… ¿se han fijado en los distintos, incluso opuestos, significados con que entendemos las mismas y exactas palabras?.. Miren, como ejemplo, “conquistador”, definido como héroe o como genocida, según de lado del que se mire. O cómo al que mata por una disciplina, se le dice “soldado” o “terrorista”… Díganme también quién es “víctima” o “verdugo”, según para quienes… ¿Y mártir?.. O el homónimo de “patriota”: ¿idealista, romántico, héroe, fascista..?. Podríamos seguir sumando conceptos como Libertad, Democracia, Pueblo, Caudillo, España o Catalunya, lealtad, traición…

                Y yo es que no creo en lo de la confusión de lenguas que cuenta la Biblia que ocurrió cuando lo de la Torre de Babel, de que fuera así, de golpe y porrazo, en que cada nido de piojos saltara hablando un idioma distinto… Ni hablar (y nunca mejor dicho). Lo que yo pienso es que cada saco piojero, eso sí, empezó a darle un significado diferente a cada una de sus palabras comunes. Que comenzaron a otorgar distintas definiciones a las que siempre tuvieron las mismas palabras. Ese sinsentido sí que tiene más sentido. Tan es así, que aún estamos sin saber qué jodido ladrillo usar para ponerle nombre a la torre. La Historia nos dice que el nombre de Babel viene de Babilonia, y seguro que es verdad. Pero, dado lo que hay, no es menos cierto que igual puede venir de Blá, blá, blá…

                Porque la inconsistencia humana a la hora de poner nombre a todo lo creado – Génesis dixit – se está demostrando palpablemente en la también definición de lo “políticamente correcto”, que resulta ser un reconocimiento, una confesión, de que somos incapaces de entender correctamente la política. Incluída la política de las palabras, que no deben ser politizadas, naturalmente… 
 
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php


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