DEL AMOR Y LA AMISTAD
La
conductora de mi programa de radio me pide que escriba algo sobre alguno de sus
temas favoritos. “Del amor y la Amistad,
por ejemplo”… me dice. Casi nada. Para mí, desde luego, es uno de los más
difíciles sobre los que tratar. Primero, porque son temas tan traídos y
llevados, que suelen estar trufados de tópicos y lugares comunes, y yo odio los
tópicos típicos. Segundo, porque fuera de eso, es un camino difícil de
transitar, lleno de trampas y de vueltas y revueltas. Tercero, porque me siento
un tanto incómodo, puesto que se arriesga a cierta vulnerabilidad. Y cuarto,
porque da la sensación de repetitividad. Pero a Micaela no puedo negarse ese
capricho.
Y digo que me suena a
repetitivo, porque creo recordar que sobre la amistad he escrito más de uno, y
de dos, y lo tengo suficientemente tratado… Pero es que, sobre el amor, no has
escrito ninguno, majo, me susurra mi buscalíos interno. Y no, es cierto, pero
es que… ¿acaso no es lo mismo amor que amistad?.. Pues puede que no, que no lo
sea. O puede que sí, que lo sea. O que ambas cosas a la vez, participando una
de otra en según en qué porcentaje… Y que eso sea, precisamente, lo que se te
pide que intentes aclarar, si es que te atreves, naturalmente… Y ya tenemos el
reto montado. Yo, desde luego, no lo sé muy bien. Pongo mi dialéctica al
servicio de mis elucubraciones, y eso me suele proporcionar cierta ventaja.
Pero solo es eso. Soy un poco trilero con las palabras y me aprovecho de ellas,
sinceramente. Válgaseme pues mi sinceridad de excusa, y mi reconocimiento como
perdón.
Solo sé que la raíz semántica de
AMor y AMistad es la misma. Sin embargo, el origen latino, amare y amicus, no
aclara otra cosa que lo que ya sabemos: dos significados distintos para un
mismo concepto. Es algo así como la santísima dualidad, con perdón… Aunque,
miren ustedes, en confianza, yo creo que en realidad es también una trinidad.
Una sola realidad en tres definiciones distintas. Y es que ahí falta una, y es
el odio. Si analizamos la cosa en profundidad, habremos de admitir que el odio
no es más que un amor torcido. No sentido, si no resentido… Ustedes saben que
utilizamos la palabra Amor tanto para definir la entrega y el sacrificio como
para expresar el deseo posesivo. Una entrega siempre es generosa, nunca
mezquina, pero el deseo suele ser egoísta, y tiene poco de generosa entrega. Es
como el reflejo negativo del amor en un espejo. Aparentemente iguales,
visualmente idénticos, una imagen duplicada, pero invertida. La una genera
cariño incondicional e incondicionado, y la otra, si no se satisface, odio. Son
las dos naturalezas del amor. La de Dios y su Diablo (diablo viene de doble),
por lo tanto, la de Dios y su Doble.
Por eso nos resulta más fácil
tratar de la amistad que del amor. Porque la amistad es un pariente cercano del
amor, una gradación, que nos permite establecer infinitas escalas. Es parte del
amor, puesto que significa querencia, cercanía, reconocimiento… como los
parámetros de amor fraterno, filial, etc. Y lo mismo que los dividimos y subdividimos,
según nuestro apego a las cosas, a los animales, incluso a los gustos y
aficiones, todo está incluido en el concepto general del amor: atracción.
Solo cuando atañe entre personas
se nos complica el protocolo. Entonces hemos de concluir qué de afecto, qué de
apego, qué de deseo, qué de amistad, en cada relación… ¿dónde termina el amigo
y empieza el amante?. Y entonces es cuando aparece, aún intuyéndolo desde la
escala más baja, el concepto de amor absoluto. Sería más justo preguntarnos a
nosotros mismos: ¿qué porcentaje de amor absoluto estoy sintiendo en esto o
aquello..?. ¿o con esta o aquella persona?. Porque la medida física del amor (y
el amor es un sentimiento, un don divino) es el grado de atracción o repulsión
que sentimos hacia algo o alguien… Sí, también de repulsión, que es una cara
del odio, no se olvide…
Y aquí abriríamos una nueva
faceta del amor: el material. Y tendríamos que admitir que funciona el mismo
principio que con el odio y/o repulsión: que la mezquindad o el egoísmo es la
antítesis refleja del amor… ¿Qué eso no es amor, pues es lo contrario al
amor?.. A ver, ¿se puede fabricar algún contrario de algo sin su original?. No.
No se puede hacer frío sin calor, ni el calor sin frio. Habremos de convenir
con la mística, que Dios es amor e hizo el mundo de Sí mismo, por lo que todo
se mueve por el mismo principio. Vale. De acuerdo. Conforme… Pero admita que
antes de que Dios ejerciera la atracción como motor (amor) tuvo que provocar la
expulsión de Sí mismo como expansión (teoría del Bing Bang) porque nada se
puede reunir sin estar previamente separado, como nada se puede separar sin
estar antes unido… Que cada cual saque sus propias conclusiones. Yo espero
haber cumplido…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h.
http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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