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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

lunes, 14 de noviembre de 2022

SOBRE UN PROBLEMA SOCIAL

 

(imágen de Newtral)

Un buen amigo y mejor persona, funcionario municipal, tras atender con exquisita educación y paciencia a un ciudadano extranjero cansino e insistente, se volvió aburrido hacia mí con un comentario en el que buscaba exhorcizar los demonios de su propio nerviosismo: “esto resulta extenuante, Miguel, a ver si tú, que escribes con tino (no siempre se considera así, aclaro) abordas algo de este tema”…

Lo cierto y verdad es que el tema es harto difícil, y delicado, y jodido, y diga lo que diga desde la perspectiva que lo aborde, siempre va a ser criticado, porque es un problema tan controvertido como manipulable, según qué intereses políticos y ciudadanos. Teniendo muy en cuenta que los primeros, según sus consignas, influyen cuanto pueden sobre los segundos… Advierto todo esto al lector que me sigue, antes de meterme en materia.

Este funcionario público se confesaba agobiado por la marea de ciudadanos, árabes sobre todo, que copaban y estresaban los servicios municipales, siempre en busca de alguna ventaja, ayuda social, o beneficio de los que poder hacerse dentro de su estatus, o no, de hipotético, real, o relativo estado de necesidad… “No sé que servicio de información tienen entre ellos, pero se enteran de cualquier gabela antes que el propio Ayuntamiento”, me asegura… “es tremendo – me sigue diciendo – pero son los primeros que acuden en masa y copan la subvención de que se trate”… y remata: “así que tienen la fama que tienen”, me aclara con cansado ademán, y como poniendo la guinda en el pastel: “tendrías que estar un par de horas aquí. Resulta agotador”.

Por un lado, entiendo que estas personas vienen de países sin derechos, sin coberturas, sin beneficios sociales de nada, por nada y para nada. Cero patatero. Y que desarrollan en su genética una actitud, y aptitud, de supervivencia rabiosa y ansiosa, no exenta de trucos, insistencias, paciencia y docenas de resortes y trampas para acceder a lo que les brindan las asistencias sociales de los países a los que se acogen… Pero como existe un principio físico de laa termodinámica que reza: “a toda fuerza ejercida en un sentido se desarrolla otra de igual intensidad en sentido contrario”, eso funciona y se nota también en las relaciones sociales y humanas. Por eso igual entiendo que exista un rechazo por parte de la población autóctona, que alimenta la leyenda negra (o pongamos gris marengo) de que toda esta gente vienen a copar todas las gangas y chollos para poder vivir del cuento aquí, tan ricamente… “Mira la cantidad de ellos por las calles del pueblo, en horas laborables, mano sobre mano”, me subraya como queriendo demostrármelo…

Y ambos factores se entremezclan en una realidad difusa y confusa dónde es difícil separar la verdad si contaminarla. Se aprovechan hasta de las mal entendidas caridades de Cáritas, e incluso utilizan triquiñuelas que bordean la propia ley, cuando no se la salten, para no dejar escapar nada… Recuerdo un ejemplo: una mujer que recibe una prestación por maltratada, y sigue conviviendo con su maltratador. Lo tiene como un negocio, como un recurso extra que le ayuda a pagar el alquiler en un trabajo, el suyo, de limpiar casas, mal pagado… Quizá, es posible, puede ser que todas esas personas que están haciendo profesión del abuso, sea como compensación a que nos están sacando las castañas del fuego en labores que, normalmente, nosotros no queremos hacer, y que se les retribuye muy por debajo de su valor. Piénsenlo.

Pero lo que no quiero que piensen es que los estoy justificando en sus rapacerías. Eso no es una excusa, pero es un hecho sobradamente demostrado… La responsabilidad (o irresponsabilidad) está en esas administraciones que no ejercen el control que debe existir en estos casos. Yo casi que veo lógico que personas socialmente marginadas intenten aprovecharse por todos los resquicios, pero ya no lo veo en que esa sociedad se deje meter goles por desidia y abandono en lo que debería de existir una escrupulosa vigilancia sobre estos temas, que, por otro lado, generan rechazo y pueden incluso alimentar violencia social… Hay partidos que, retorciendo, engordando y falseando esta realidad, envenenan a una opinión pública receptora de bulos, consiguiendo así sus votos. Falta mucha información, y sobra mucha desinformación.

Es como la indiscutible realidad de que tales extranjeros se están haciendo con viviendas y bajos comerciales (de hecho, los primeros compradores son ingleses, y los segundos marroquíes), y que se utiliza a modo de anatema… Lo primero de todo es que si alguien compra es porque otro quiere vender. Y a la hora de cobrar, ese posible racismo se minimiza. Cuestión de intereses puros y duros. Pragmatismo económico… Lo segundo, es que estas viviendas, o tiendas, o servicios, no cumplan con los mínimos requisitos de higiene, normas sanitarias o urbanas, etc… Ellos se limitan a reproducir el cómo viven en sus paises de origen. Y también aquí el país, región, o municipio receptor hace clara dejación de sus funciones en tal materia. Existen extremos en materia de inspección donde se saltan los habitáculos de extranjeros y solo se fijan en los de los autóctonos. Como también barrios autoconvertidos en guettos donde se permiten actuaciones que no se permitirían en el centro del pueblo… Y esto igual es un fenómeno más que demostrable.

Lo que sí quiero decirle desde aquí a mi buen amigo el funcionario, es que, aún llevando razón, que la lleva, la culpa no es de los que intentan abusar, si no de los que no se molestan en atajarlo. A veces hay que mirar más de puertas adentro que de puertas afuera, ya sabe… Por si le vale de algo, claro… O por si le sirve a algún otro…

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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