TAL QUE ASÍ MISMO

 (imágen de El Mundo)


En el último Halloween, en Seúl, la capital de Corea del Sur, se arracimaron + de 150.000 jóvenes en unas escasas calles, para celebrar la americanada disfrazatoria. Vale. Nada que objetar, pero mucho que pensar… Ciento cincuenta mil moscas acudieron al pastel, como cantaba el cuento… en un palmo de caca de vaca. En las imágenes facilitadas por TV es como un tarro a tope de caviar cuyos granos son las cabezas del personal. Lo raro, lo auténticamente extraño, es que no hubiera ocurrido nada, y lo normal fue, precisamente, lo que pasó, aunque en nuestra rara hipocresía moral lo presentemos al revés. El caso es que murieron más de 150 jóvenes y otros muchos resultaron heridos, bastantes de ellos de gravedad.

La autoridad municipal adujo que tenía 200 policías vigilando el evento, pero aunque hubiera acumulado el doble, o el triple, hubiera sido exactamente igual… nada hubiera podido frenar una avalancha humana de tales dimensiones. Y eso es muy cierto. De haber ocurrido aquí, en España, nuestros políticos habrían rizado el rizo del buenismo y lo políticamente correcto, y hubieran responsabilizado a todo lucero del alba que se hubiera cruzado en el camino de una anormalidad que se quiere justificar como normal. Y se hubieran decapitado los unos a los otros, según costumbre…

De hecho, en nuestros Telediarios vemos muy a menudo esos festivales multitudinarios y ovejeros, donde se hacinan decenas de miles de jóvenes como sardinas en lata, tan a gustito todos y todas. Algún tipo de superángel debe velar por ellos, sin duda aluna… Tan solo imagine por un momento que, en el centro del gigantesco ganado, algún alguien tire un par de petardos al grito de ¡un arma!, ¡un arma!... El brutal movimiento que se produciría, en pura lógica movería la fuerza directamente proporcional a la inercia de la masa en estampida, como las reses de los vaqueros, provocando muertos y heridos a tutiplén. Pura física y dura matemática. Es lo mismo que está ocurriendo en el interior de esas salas de fiesta, o amogollonaderos, en las que se prensan el doble o el triple de su aforo, con el mismo nivel de inteligencia que una esponja pensante… Es más, prueben a evitar tamaña barbaridad y se encontrarán ustedes con la orteguiana Rebelión de las Masas a sus puertas reclamando el derecho a suicidarse como gilipollas.

Todas estas cosas, y estos casos, están ocurriendo y seguirán pasando. Nos rasgaremos las vestiduras, nos mesaremos los cabellos y se espantarán los caballos, y soltaremos nuestros hipócritas y bien enjaezados discursitos, y nos aprestaremos a la próxima en el lugar y en el tiempo, en que volverá a pasar invariablemente igual y por idénticos motivos. Es el mismo fenómeno que los conocidos por “botellones”. Tan solo cambia la forma, el disfraz, el motivo, la excusa… pero no el fondo. El fondo, ese fondo, se ignora porque nadie quiere saberlo ni preguntarse/preguntarnos los porqués… Que lo reconozcamos o no es la otra cara de nuestra podrida moneda.

Pero yo sí que me pregunto el por qué miles, millones de jóvenes de todo el mundo, se sienten atraídos a zombificarse de esa manera. Me intriga cual es el motivo que causa esa negación de ser humano para convertirse en gente sin pensamiento propio… Qué causa el renunciar a la propia personalidad para entregarse a un gregarismo autodestructor. Esa, y no otra, es la incógnita que aún no he logrado resolver por muchos sociólogos que me he tirado al coleto. Y eso es lo que me sigue asombrando y epatando cada vez que ocurre uno de estos nefastos sucedidos.

Tiene que haber una semilla de asolación y desolación oculta dentro del inconsciente colectivo de la juventud, que les impulsa a esta retrogradación compulsiva. Porque, no nos engañemos, la cuestión no es “juntarse”, como se juntan y se arrejuntan los homólogos por el solo hecho de serlo. No. La cuestión de fondo es que se espesan entre ellos, en cuerpo y en mente, para consumir alcohol, drogas o cualquier producto anulador de voluntades… Quizá que esto sea más labor de antropólogos que de psicólogos, la verdad es que lo ignoro. Pero me gustaría saberlo, créanlo…

La responsabilidad, o la irresponsabilidad, puede ser de los propios jóvenes, o de nuestros propios políticos, o de nuestros propios educadores, o deseducadores, que es, en suma, de la sociedad entera que formamos todos y cada uno de nosotros, incluido nuestro fracaso como padres, por muy señores míos que nos creamos que somos… Nadie lo vá (lo vamos) a reconocer. Toda la sociedad lo está admitiendo con la estúpida frase de que “el mundo está así”, como si el mundo se hiciera solo a sí mismo; como si todos los que somos no hubiéramos aportado nada a ese mundo para que sea así, como es.

Nuestros jóvenes se van a seguir destruyendo todos junticos, nos guste o no. Ellos dicen que es su derecho inalienable de alienarse a sí mismos, y puede que sea porque nosotros no hemos cumplido con nuestras obligaciones para con ellos… El llevárselos en la ambulancia para intentar librarlos del Delirium Tremens que los destroza, es un empleo de medios que no soluciona nada. Si no quedan mentalmente tocados, volverán a apuntarse a la próxima llamada a la borregada más cercana, o aún lejana, les dá lo mismo. Se ven atraídos al abismo como las moscas a la m… No lo pueden evitar, o no quieren evitarlo.- A mí pueden seguir criticándome por decirlo y contarlo, también me dá igual… Pero, miren, así están las cosas.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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