...Y VAYA USTED CON DIÓS.
(ilustración de Pensar Contemporáneo)
Tiene exáctamente los mismos años que yo, se llama Mattieux Ricard, es francés, y una especie de embajador del budismo en Europa, todo un referente… Pero esto último después de doctor en Biología Molecular por el Instituto Pasteur, tutelado por el Premio Nóbel Francois Jacob, y otros cuantos prestigiados y prestigiosos galardones más, no vayan ustedes a creer que es un pobre pelanas chalado de mi corte y cata… Se hizo monje budista por un par de razones nada desdeñables: porque su formación y preparación académica (también es hijo del filósofo Jean F. Revely y de la artista pintora Jahne Le Toumelin), lo ha llevado de la mano a pesar – o quizá por eso mismo – de haberse criado rodeado de pensadores, dice él, que tan solo en el budismo ha encontrado respuestas y su plenitud.
Recalca que Buda no trajo ninguna religión (tampoco Jesucristo quiso traerla) si no una filosofía… En eso, amigo mío, coincidimos. Yo también lo creo así. Lo que pasa es que los seres humanos, por lo general, hacemos religiones de las filosofías que nos ponen ante un espejo más o menos íntimo, porque así huimos de nosotros mismos fabricando nuestros propios tótems, nuestros propios gurús y nuestras propias ordalías con las que auto-engañarnos. Por supuesto, no deja de ser una opinión personal ésta. Pero, por eso mismo, él asegura que lo convenció la coherencia de su primer maestro: “el mensajero debe ser el propio mensaje”, y esto no suele darse en las religiones al uso, donde nuestros mensajeros son unos funcionarios de unas prácticas más que de unas fés. Nada que objetar, pero solemos confundir la fé con las creencias.
Confiesa que el budismo es un camino interno de transformación, que lleva de la ignorancia en la que todos estamos, al conocimiento del que todos, en el fondo, huimos, esto es: del sufrimiento al que lleva la liberación. Y esto, casualmente, es profundamente cristiano… Añade: “trabaja para llenar el vacío que queda entre la realidad y la percepción”. Y esto, casualmente, es profundamente científico… El nudo gordiano está, precisamente, en desatarlo, en cortarlo de un tajo, según las palabras del propio Jesús de Nazaret: “abandónalo todo, y sígueme”… No solo posesiones que te atan, si no también las creencias, las ideas, que te esclavizan. Mattieux ha largado cuánto tenía y creía, y se ha quedado tan solo con su túnica y sus sandalias, pues “si mueres con apego a las cosas que te rodean, mueres a la verdad, y si mueres libres de ellas, vives de verdad”… ¡ Joer, tú, qué fuerte..!.
Así, en román paladino: lo que se me viene a las mientes es que, o te desprendes tú de motu propio, o la guadaña te lo siega con mala maña. La diferencia está en quedar libre o seguir encadenado a tus propias cadenas, valga la redundancia, y allá dónde vayas, si es que vas a algún lado… “Equilicuá”, me confirma un túnica azafrán que tengo a trasmano: “lo has captado, hermano”. Y dice más: que hay que poder mirar a cada momento de la vida que te acerca a ella… Osea, tío, realismo puro y duro… En otras palabras: que hemos de valorar cada instante que pasa, pero sin apegarnos a ellos. Realmente difícil, me parece a mí…
El entrevistador del doctor Ricard le hace la pregunta del millón, esto es, que ¿cómo pudo dejar de ser un científico de éxito en lugares de éxito, para llegar a ser un simple monje?... La respuesta: “cuando la fruta está en sazón, cae por su propio peso”. Vale. Llegados a este punto, no puedo evitar preguntarme que, entonces, ¿a qué tanto varear antes de dejarnos madurar?.. porque las olivas seguimos mamando del olivo sin soltarnos del pezón hasta que no nos dan (o nos damos) el pescozón… Algo falla aquí, maestro…
Naturalmente, fallamos nosotros. La envidia, el odio, el resentimiento, el ánsia de tener, que no de saber; las obsesiones… son toxinas mentales que nos vuelven desgraciados porque acaban envenenando también nuestros cuerpos, a través de nuestras almas, espíritus, o lo que fuera que fuese ello, hasta hacerlos carne de Seguridad Social. Por cierto, que esto también lo soltó el Cristo, aunque su posterior religión inventada lo camufló un tanto para justificar la cura de almas por parte de sus curas de armas, pero, enfín… el camino del budismo es lo que debería ser el del cristianismo: que la única medicina es meditar para sanar nuestro cuerpo, transformar nuestra alma y enderezar nuestro espíritu.
La verdad es que la realidad que experimentamos es un total y completo autoengaño, pues la fabricamos nosotros solos; y eso es así porque todos somos una sola, misma y única cosa: autoconsciencia. Total y absolutamente. Es la interpretación que le damos a la percepción de las cosas y de los casos. Un desierto puede enamorarnos o aterrorizarnos, por ejemplo… La forma y manera en que nuestra conciencia traduce la realidad es vital para la calidad de nuestra existencia, compadres míos y de mi alma, y ese, y no otro, es el quid of the question. Y el budismo se justifica a sí mismo al tratar de enseñarnos a llenar el vacío que queda entre la realidad y la percepción.
Pido excusas a vuesas mercedes por el toñazo al que hoy he sometido a los que me leen. Échenle la culpa al hermano en Buda, Mattieux. Él ha sido el detonante de que se me hayan disparado las cuatro neuronas activas que aún me quedan en el circuito de mis temas de auténtico y genuíno interés, que no digo yo que sean interesantes… ¿o acaso sí que pueden ser interesados?.. Ustedes mismos.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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