CÓMO NOS ENGAÑAN / ENGAÑAMOS

 

(de Ecoembes)

Hace no mucho tiempo que lo hablaba con un amigo. Existen creencias generalizadas que, de algún modo, han sido implantadas en el inconsciente de la gente para algún propósito definido, y que hemos aceptado y adoptado de forma y manera automática, convencidos de su verdad absoluta, cuando no es así en modo alguno… Y le ponía como ejemplo esa frase que se empezó a utilizar hace ya bastantes años de que “el irse de vacaciones y salir de viaje es una necesidad para la salud”. Si se fijan, el hecho de vacacionar se ha unido sutilmente a la de irse de viaje. No son vacaciones si no se sale por ahí, a algún sitio, dónde sea, cuánto más lejos mejor.

Antes, en el ayer que yo conozco, y que los de mi generación recuerdan, nadie enfermaba ni se moría por no hacerlo. En absoluto. Ni a tampoco a nadie se le ocurría relacionar una cosa con la otra. Si estabas cansado, te tomabas unos días de ocio, y punto… a veces, ni siquiera eso, pero no se ponían en que el descanso conllevaba un viaje, que cansa más, agota mucho más, que abandonándose al “dolce far niente” que decía el poeta. El que asegura que no viene cansado de un viaje, se miente a sí mismo y a los demás, pero se lo calla aunque sea una innegable realidad.

Sin embargo, se instaló en el pensamiento colectivo la idea de lo contrario: ya no solo el cuerpo, la psiquis, el ánima o el espíritu, necesita descargarse de una cotidianidad nociva, que solo puede aliviarse atándose al volante de un coche, y quemar asfalto, rueda y gasofa, largándose al lugar más alejado posible… es que se estaba plantando y preparando el negocio turístico, cuanto más desaforado más rentable, y que a más kilometraje más caja devenga el invento. Había que implantar las salidas generalizadas, inventar los “puentes”, pues así interesaba económicamente. Y así se hizo el “Fíat», y así funcionó.

Hoy ya nadie discute esa “necesidad” salutífera, que se fijó en su día en el inconsciente colectivo de la sociedad. Ahora es una ley, una norma, un axioma irrefutable, tanto, que, como cualquier otro placebo, funciona en interés del poder economicoligárguico que lo fijó… No importa que no tenga base racional ni científica que lo avale. Es más: si hay que hacer un “estudio” donde más que dudosos “investigadores” salidos de sospechosas nóminas apuntalen tales supuestas ventajas, se hace, y en paz. El sistema genera las suficientes ganancias como para pagar cualquier cosa que se quiere creer de antemano. Incluso en la actualidad, si me apuran, es más fácil, mucho más fácil, y barato, poner en marcha un bulo que la propia verdad. La estrategia es göebbeliana: machaca, repite, insiste con una mentira, que, al final, la convertirás en una certeza. Justamente la técnica empleada con el ejemplo que expongo aquí. Exáctamente la misma.

Hoy ya es imparable un fenómeno que ha levantado ganancias inmensas y promovido cientos de miles de empleos, por precarios que sean; y aunque está llegando al extremo de provocar una ruina irreversible en el medio natural, y distorsiones graves en la ecoeconomía de las ciudades, problemas sociales y vecinales, movimientos de masas y aportes inmedibles a la atmósfera de CO2, que, curiosamente van en contra de la tal salud por la que tan falsamente se apuesta, y contra ese medioambiente del que decimos que queremos defender, seguimos haciendo lo contrario a lo que se debe hacer.

Pero no es esto lo que quiero dejar patente hoy aquí… Lo he expuesto como un simple ejemplo entre otros muchos que hemos adoptado y adaptado voluntariamente, y que nos afligen… Por el método de implantarnos “in mente” creencias espurias y hábitos claramente falseados, nos están haciendo pensar que son convencimientos propios, aceptándolos como irreversibles, y andando los caminos que ellos quieren que andemos, no los que nos interesan verdaderamente.

Así se nos ha inculcado también la sed por el consumo más absurdo, demencial y desaforado; la adoración por el cada vez más largo rosario de fiestas, festivales, festejos y fiestorros (observen que también cada vez más institucionalizados); y el apego por un destructivo y ciego pan-hedonismo… De esa forma hemos aceptado la irreversibilidad de un cambio climático, cuya responsabilidad hemos asumido sin pestañear en su totalidad. De tal manera estamos tragando con la desbocada carestía de alimentos, por ejemplo, en un país, encima, eminentemente productor de ellos, y conformándonos con sus falsas y falseadas explicaciones… Y en muchas cosas más.

Detrás de todo esto están las oligarquías económicas que imponen sus demandas a través de nuestros políticos y gobiernos, los cuales trabajan para ellos y para sí mismos, no para nosotros… En realidad, ambos dos, financieras y políticos, se afanan para convertir al mundo en una inmensa colmena de, más que abejas, que no, sí de ovejas obreras. Y le cambio el bicho al símil por una meditada razón: porque la abeja se desloma por sí misma, al fin y al cabo, mientras las ovejas, los borregos, lo hacemos por nuestros desalmados, pero aprovechados, pastores.

Tan es así, que nos venden a precio de oro nuestra propia lana. Les compramos como cretinos lo que nosotros mismos producimos… Examine, como otro ejemplo más, el papel de la banca: le presta el dinero para poder trabajar y pagarle con su sangre; ganan miles de millones que se reparten entre sus bolsillonarios; y, cuando pierden (dicen que pierden) los cubre el Estado con dinero público, esto es, otra vez el nuestro. Y que siga la fiesta. Toda la pasta para nosotros, dicen, y el panycirco para ellos… ¿Es que no lo vemos?, ¿tan miopes estamos que no nos damos cuenta?, ¿tan tontos somos, Dios mío?..

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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