A VUELTAS CON EL CAMINO
(de Motociclismo)
Leo en el libro España Mágica, de García Cuartango, que el Juego de la Oca, de origen templario por cierto, está relacionado con el Camino de Santiago, y que contiene las claves para la Ruta Jacobea. No deja de ser interesante. Según su hipótesis, las 63 casillas del juego representan a las 63 etapas que hay entre los Pirineos y Compostela (¿?)… Y que la toponimia de las poblaciones y lugares que lo jalonan, como el río Oca, los montes de Oca, Ansó (de ansar – oca-), El Ganso, etc. son patronímicos que vienen a demostrarlo.
No diré yo ni que sí ni que no, si bien que una asociación posterior de un invento ligado a determinados intereses con un popular y antiguo juego, es relativamente fácil buscarle las coincidencias para hacerlo más atractivo. Lo esotérico atrae, y vende, y suma… Y en aquella época (siglo IX) había que montar un negocio de fe y maravedíes, único en Europa, monopolizado por la Iglesia, en un pleno y rentable tiempo de trata de reliquias: nada menos que Santiago Apóstol a cuerpo entero.
Lo primero de todo, antes de seguir deshilvanando los hechos, según los anales de la Historia, es que Santiago, el hermano carnal de Jesús, que heredó la dirección de la Iglesia de Jerusalén, cristiana hasta la cepa y original por los cuatro costados hasta que Pablo de Tarso la transmutó en su Católica, nunca, jamás, salió de su tierra. Allí nació, allí vivió, y allí murió por manos romanas, y allí fue enterrado bajo el mandato de Herodes (Hechos de los Apóstoles)… Y lo segundo, es que, aún en el falso supuesto de que hubiera viajado hasta la remota Hispania, la única y más segura, y cercana y conocida, ruta, era costeando el Mediterráneo. El puerto más a mano, por cierto: Cartagena… Así pues, el Camino que nunca existió, está, encima, trazado y diseñado al revés.
Pero empecemos por el principio, please: Prisciliano fue un obispo del lugar que, en el año 385 D.C., vio la derrota que tomaba un falseado cristianismo, y decidió retornar al arrianismo, del cual venía… De ahí el sobrenombre de “el Apóstata” que se le encasquetó. Naturalmente, fue debidamente excomulgado (a mí me hace mucha gracia que a un señor que ha abjurado voluntariamente de su fe, porque le daba náuseas, lo excomulguen, pero, en fin, hay que actuar para la galeria)… No contentos con eso, pues el hombre seguía en su labor de prédica, lo llamaron a capítulo a Roma, y para que no siguiera cacareando, lo devolvieron a su tierra con la cabeza debajo del brazo. El primer mártir por cierto del cristianismo provocado por el propio cristianismo. Sus seguidores le dieron sepultura en un ignoto lugar de Galicia.
Bien… Llega el 813, y aquí empieza a mezclarse la Historia con la Leyenda. La más antigua habla de un monje andariego llamado Pelagio, que, cansado, se tumba junto al camino, y, en sueños o no, ve caer una estrella del cielo a un campo cercano. Al despuntar el día, acude al sitio, lugar de arrieros y boyeros, ya saben: mulas, burros, bueyes… les indica dónde han de cavar, y aparecen unos huesos. Antes de proseguir con el relato, he de advertirles que al lugar se le llamó Campus Stella, como no podía ser de otra manera, uséase en cristiano: Compostela (campo ánde cayó la estrella)… Y otra curiosidad más: Pelagio viene de Piélago (cielo estrellado), que 300 años después se rebautizó como Pelayo en el famoso Códex Calixtinus.
Bueno, sigo: apenas encontrar los huesos, se avisó de inmediato – faltaría plus – al obispo de Iría Flavia, que, nada más bajarse del palanquín, con un ojo clínico que ni el del Carbono-14, declaró, urbi et orbe: “Ná, este tío es el Santi”, y se quedó tan pancho. Ni siquiera quiso cerciorarse si tales huesos eran de humano o animal… El citado Códice Calixtino (siglo XII) sanciona, bendice y certifica la asnocurrencia del prelado, por el papa, claro, Calixto II, y anda y que corra la voz…
El prestigioso historiador Louis Duchesne, el conocido teólogo Henry Chadwyck y otros investigadores, defienden la premisa de que la urna contiene los restos de Prisciliano y/o algún otro devoto, pero lo cierto y verdad es que, en épocas recientes, la ciencia ha pedido exhumar los restos allí enterrados (mejor, encerrados) para someterlos a examen genético, y la Iglesia se ha negado rotundamente… A estas alturas no van a cometer la estupidez de que se le hunda el chiringuito.
Tan es así, que previendo que la católica España caiga en manos de viles e impíos gobiernos que osen profanarlos en busca de la verdad (aunque ningún gobierno, de izquierdas o derechas, va a renunciar a las pingües ganancias turísticas que les proporciona el cuento), pero por si acaso sobreviene el pinchazo, se está preparando y montando un camino de repuesto: el de Caravaca, que como la Cruz vino vía correo aéreo, a ver qué anélises ni que leshes, van a demostrar nada de nada, cuando los ángeles aquellos a saber ánde andarán destinaos agora…
Aquí no existen evidencias que se puedan poner en evidencia – se dicen a sí mismos – y solo funciona la fe avalada por el dogma… pero la suya, claro, la homologada; la de la trinidad: rito, tradición y pito… Y los políticos, como siempre, encantados con el reparto.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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