EL MÉTODO
(de National Geographic)
Me he leído el último libro de L.M. Sánchez Tostado, “La Maldición de Jericó”. Lo recomiendo encarecidamente… Está escrito a modo de trhiller, novelado y bien estructurado, pero la base, al igual que los personajes, como el tema de fondo, son verídicos, y fiel a la historia de los hechos: pone de manifiesto cómo la Iglesia secuestró, ocultó y manipuló una amplia parte de los Documentos del Mar Muerto para eliminar cuanto aludía a la figura de Jesucristo, por no adaptarse a lo que ellos han “vendido” sobre el mismo… bajo el pasotismo de las autoridades israelíes al efecto.
Para ello, instituyeron la Ecole Bíblique bajo la supervisión extricta de los dominicos, que, con la excusa de examinarlos, estudiarlos, custodiarlos y clasificarlos por una mal-llamada Comisión Internacional (pero todos católicos bajo la égida vaticana), durante décadas se han dedicado a quitarse a los investigadores independientes de encima, incluso usando más que dudosas maneras, a fin de poder monopolizar toda la información con absoluta libertad de acción a su respecto… Pero, claro, siempre quedan inevitables cabos sueltos. Resulta interesante subrayar que el “tipo” de Jesús que han intentado ocultar por todos los medios resulta muy similar al que describe mi buen amigo J. Hernández Mondéjar en su libro “La No Muerte de Jesús”.
Pero me ha sucedido algo muy curioso, que paso a exponerles a ustedes: al igual que me ocurrió con el famoso Código da Vinci, de Dan Brown, que se basó en la obra EL ENIGMA SAGRADO, de los investigadores británicos Michael Baigent y Richard Leight, que yo tenía y había leído casi treinta años antes, éste en concreto de Sánchez Tostado, también cita a los mismos autores ingleses en su obra investigativa de 1.988, “El Escándalo de los Manuscritos del Mar Muerto”, también en mi poder desde entonces y leída por mí, y que igual corroboro punto por punto en su contenido… Precisamente por eso mismo aconsejo que lean el libro de S. Tostado: les va a aportar la misma información, si bien que evitándoles la espesura farragosa de las investigaciones, pero bajo lo entretenido y atractivo de una buena historia hecha novela.
Eso no les va a evitar ciertos datos, precisos y preciosos, que conviene tener en cuenta, en pro de la seriedad de su contenido, como por ejemplo, el que me voy a permitir comentar en éste, y que demuestra la falta de rigurosidad, y muchas veces de ética, en la práxis que sigue la Iglesia a la hora de establecer sus textos, de forma que, como muchos científicos, linguistas, historiadores, etc. han expresado ya, le resta fiabilidad a lo que contienen los mismos, dado el grado de intervención doctrinaria al que han sido sometidos, bajo un par de parámetros herramentales: uno, eliminando de raiz todo texto no conveniente; y dos, manipulando el sentido de muchos de ellos para forzarlos a la práxis católica.
El Vaticano usa dos poderosos brazos: La Pontificia Comisión Bíblica, y la Congregación de la Doctrina de la Fe (antíguamente Santa Inquisición), las cuales suelen imponer sus verdades a base de Decretos (como los Dogmas). Un ejemplo: en 1905 establecieron por Decreto que Moisés era el autor del Pentatéuco… Cinco años después, por el mismo sistema decretal, se inventó la “exactitud histórica” del Creacionismo del Génesis, así como el episodio de Adán y Eva… En 1.964 (no hace tanto) sentenció la “verdad histórica” de los Evangelios, y un punto tan sospechoso como arrogante: que “todo intérprete de las Sagradas Escrituras debe de abrigar un espíritu de obediencia absoluta a la autoridad de la Iglesia”.
Según tal barbaridad, cualquier arqueólogo, historiador, lingüista, científico o investigador, católico o no, sean cuales sean sus conclusiones, no pueden contradecir a la autoridad doctrinal de la tal y arbitraria Comisión… Recientemente, en los años noventa, el expapa Ratzinger pasó a presidirla, tras haber presidido igualmente la Congregación para la Doctrina de la Fé, o ex Santo Oficio… Esto da una idea cercana, si no exacta, del nepotismo añadido con que se manejan estos temas desde la curia romana; y cómo se solapan las funciones de poder y control sin cambiar de manos. Así que, el colmo de los colmos, ya en 1.969 nada menos, la tal Congregación creó el “Pecado de Disensión”, esto es: prohibición expresa de disentir a todos los teólogos católicos de las interpretaciones regladas y sesgadas de la Escritura, según ellos, claro…
Bien, bueno, vale, ¿y todo esto, a quiénes interesa, jefe?… Claro, esa es otra: no lo sé. A muy pocos, supongo. De hecho, todas estas cosas son ignoradas – voluntariamente ignoradas, diría yo – por la inmensa mayoría del personal… digamos “creyente”. Y es muy posible, tampoco me extrañaría nada, que incluso a los que no se consideran “afectados”, tampoco están interesados. Al fín y al cabo, vivimos una sociedad en que lo que está establecido se supone bien parido, ¿para qué, entonces, calentarnos los cascos?..
Cascos cada vez más de caballo y menos de caballero; más de trotar y menos de pensar… En toda esta grey existen un par de bandos: los que claman falsamente doloridos y dolientes aquello de “me van a quitar la fé”, y los que claman, no menos compungidos, “me van a quitar las prosesiones y toas las fiestas”, pero no… tranquilos. A los primero no se les puede privar de lo que no tienen; y a los segundos no se les debe quitar lo que no conviene… En 1.988, por ejemplo, el Carbono 14 demostró, clara y fehacientemente, que la Sábana de Turín es una falsificación perpetrada en el siglo XIII. Vale. ¿Ha ocurrido algo?.. No, el domesticado ganado la sigue venerando como real y negando las evidencias.
El estátus es el que es, y funciona muy bien… Totus enganchados al forraje del menú de tres platos: tradición, ritos y mitos. Y los advenedizos, como yo mismo sin ir más lejos, que ladren mientras puedan y nos dejen. Si yo sigo escribiendo estas cosas es por vicio, claro… y por si algún leyente o escuchante suelto le da por practicar el sano, aunque cada día más arriesgado, deporte del librepensamiento.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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