LA EDAD

 


(de Magazine)

Cuando recibió el Premio Cervantes el escritor Luís Mateo Díez, soltó una frase de enmarque: “Nada me interesa menos que yo mismo”. Son la media docena de palabras de un hombre sabio a una edad en que ya se espera poco porque también se aprende poco… Joseph Plá decía a tal respecto: “…yo tengo 68 años, y eso es una edad escandalosa”. Lo que yo le contesto a la memoria del gran autor catalán, a la vez que, de reojo, me miro al espejo, es: “…y entonces yo, maestro, con casi una década más a cuestas, qué?”. Pero no me contesta ni el eco.

Mi siempre recodado amigo Isidoro, me decía que “los reconocimientos, de joven, que aún podamos gozarlos, no de viejos, que ya solo queda enterrarlos”… y me ha venido a la cabeza por lo del último Cervantes que acabo de citar para abrir el tema de hoy. El columnista Manuel Jabois citaba la de un amigo suyo que, a tal respecto, solía decir: “esto no lo sé por experiencia, sino porque me ha pasado”, en una aparente contradicción, que, en realidad, no lo es. Y no lo es, porque no todo lo que nos pasa sabemos convertirlo en experiencia.

Un ejemplo que también me ha pasado: un día de los de mi programa radiofónico Desde El Mirador, estaba visitando la emisora un extenso grupo de estudiantes de instituto, acompañado de un par de profesores. Andaban explicándoles los estudios, instalaciones y entresijos de las emisiones, y yo los veía a través de los cristales de la “pecera” donde grabo… Al salir, cuando ya me marchaba, llegué a oír a dos de ellos referirse a mi persona, in sotto voce. La chica le decía al chico que yo era el que estaba disertando dentro del habitáculo de grabación, y el chaval le contestaba: “¿no es ya un poco viejo para esto?”…

Ante eso, se me plantean dos caminos: o lo deshecho como un comentario estúpido, o hago una reflexión sobre ello… Si es lo primero, se queda en algo idiota que me ha sucedido; pero si es lo segundo, lo convierto en una experiencia de la que sacar alguna conclusión, aunque, en principio, pueda estar equivocada, o no. Y lo que extraigo de ello, es que el nivel de estos estudiantes al que llegan es porque NO les han enseñado que las personas no dejamos de ser útiles para ciertas cosas a cierta edad; o llevan razón y el que no me he enterado soy yo, y si me creo útil sin serlo, entonces estoy haciendo el papel de ilustrado espantapájaros.

Si fuera lo primero, está claro que estos zagales tienen un acusado déficit educativo y de conocimiento; y si fuera o segundo, lo que está claro es que yo me estoy sobrevalorando para la edad que me aflige… Es la experiencia razonada (no sé si razonable) que saco de tal hecho. Si se la expongo a ustedes que me siguen, no es para que me den o me quiten la razón, sino para que opinen por sí mismos sobre algo que hemos construido, o derruido, no lo sé, entre todos.

Pero sigo, si me lo permiten, con las citas… Ésta que saco ahora es de un muy conocido psicoterapéuta norteamericano que publica: “Las consultas se me llenan de gente que no sabe estar consigo misma, que no se quiere, que no se respeta, que no se soporta, o, directamente, que no se conoce…”. Aquí observo un error, o quizá lo sea del traductor, o quizá no lo sea, coloquial, y que especifica que la consulta se le llena de gente, sin hablar de personas. En un reputado profesional como él, puede que no haya sido un lapsus, sino la sutil constatación de un hecho. Puede que haya querido decir que su labor está precisamente en eso: en reconducir a la gente para volver a ser personas.

Otra frase corta que extraigo del mismo investigador, es que “envejecer es una obra de arte”… Y en este punto, perdónenme, me vuelvo borde, porque me pregunto cuántos conozco de mi edad provecta que no estén adocenados (una obra de arte, o es original, o no lo es), y veo pocos, muy pocos, demasiado pocos… Aviso a los malévolos antes de proseguir, que yo no me considero ninguna obra de arte, más bien de desastre. Si acaso, y me vale: raro. Y ya lo veo como un valor en sí mismo, pues si me consideran extraño, o peculiar, por solitario que se suponga que es, ya me doy con un canto en los dientes (y eso que los tengo hechos una puñetera filfa).

Sin embargo, ésta es la sociedad que nos hemos hecho: a los mayores, a los viejos, se nos ha descatalogado de todo; solo valemos para okupar los Clubs de Tercera Edad y para agarbanzarnos con el Inserso… Se nos arrincona en nuestros programados y “dignos” apartheids sin opción a contribuir en lo que aún podemos porque sabemos. Pero lo peor de todo es que los mayores hemos aceptado mansamente el papel de “viejos” con que hemos sido esquinados. Y, encima, tan contentos, felices y satisfechos de ser ceros a la izquierda, pero bien paseados aunque pasados; carne de bingos, y comidas de caduca fraternidad.

Y si esto es así, y me temo que lo es, entonces no es nada raro, ni extraño, que los estudiantes de nuestras aulas, nuestros jóvenes del mañana, comenten por “lo bajini”, ¿y no es mayor este tío pá esto, acho?.. Somos mayores para la cultura, mayores para el conocimiento, mayores para la experiencia, mayores para ser mayores…y se nos quiere jubilar hasta de nosotros mismos, porque, claro, aceptamos mansamente el rol de pensionista inútil, igual a baja útil.

Por supuesto, ya lo sé, me tengo que disculpar por describir a tantos congéneres que se darán por ofendidos. Se les/nos ha educado para estar caducado. Y nos hemos dejado caducar de buena gana… por lo tanto, ¿por qué disgustarnos con los que así nos consideran?. En realidad, ellos no tienen la culpa.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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