SIGO SIENDO, PERO NO ESTANDO.

 

(de Alamy)

Me llama un amigo de otra vida… No se asusten, las personas vivimos varias vidas en la misma vida, y cuando lo explique me entenderán: El amigo que me llama me retrotrae a mis tiempos de la Confederación Comarcal de Empresarios. Me dice, armado de recuerdos: tú fuiste Presidente en tu pueblo, Vicepresidente de la comarcal, Presidente de los Autónomos de la Croem… sí, cierto, y unas cuantas bastantes cosas más. Compartimos ambos varios amigos comunes, a los que evocamos también. Cuando uno ha pisado tantos charcos – le digo – es fácil encontrarnos en lugares y con amistades comunes, y más donde hemos compartido luchas y batallas.

Él es más jóven que yo, inquieto y activo como pocos, y sigue enganchado a esas lides de las que yo participé tan activamente (el último, y reciente, encuentro, fue compartir un espacio radiofónico de tertulia en MurciaEconomía, sobre temas vigentes por cierto)… Me pregunta unas cosas, me pide otras, y me invita a seguir formando parte activa de esas plataformas politi-socio-económicas en las que me batí el cobre durante décadas, y de las que saqué unas experiencias, de las que, no me arrepiento, pero sí que me defraudaron. Al fin y al cabo, ambos términos conllevan enseñanza y riqueza de conocimientos.

Prometo echarle una mano en lo que me pide, pero declino la invitación. Como decía al principio, eso pertenece a una etapa cerrada, a una vida distinta a la que, ya postrera, me he fijado en mi menguado hoy… No sé si lo ha llegado a entender, y espero que tal negativa no me la tome en cuenta. Ahora fondeo en otras aguas, otras culturas, otras dimensiones del alma. En mi actualidad he priorizado otros caminos más… digamos inmateriales. Es mi esprint final. No es que desprecie los primeros, en los que él sigue en la brecha, sino que mi escala de valores ha vuelto a los segundos, si se me permite expresarlo así… Digamos que, cuando me jubilé, no me jubilé de mí mismo, pero sí de una determinada forma y manera de ver las cosas y sentir la vida.

Para poder avanzar tienes que dejar cosas atrás. Has de aprender a despedirte de parte de tu equipaje, y de muchos sitios que fueron tu casa… No se avanza si no se anda, y no se anda quedándote parado. Los sitios son lugares de paso, no de estancia. Naturalmente, cada cual se traza su propia senda, y no diré yo que ninguna sea mejor que otra, pero sí que son las adecuadas para cada cual. Nadie necesita todo el tiempo las mismas sandalias, que se van cambiando a lo largo de la andadura… Y yo cambié las últimas hace la friolera de una docena de años. A veces, miro atrás, y me reconozco tomando un cruce de caminos, pero ya no me conozco en el que anduve, aunque sí me reconozco.

Los que aún me conocen de entonces les cuesta trabajo comprender “que hayas cambiado tanto”, como alguno me dice todavía. La verdad es que tan solo he cambiado de dirección, pero sigo siendo el mismo… o eso creo. Las personas cambiamos con arreglo a las circunstancias que vamos elaborando y cumpliendo sobre la marcha, pero somos los mismos seres humanos que nos parió nuestra madre, y que algún día, más o menos lejano, o más o menos cercano como es mi caso, habremos de encararnos con nuestra propia mochila para llevarnos lo imprescindible allá donde desembocamos todos.

Y es que ese es el objetivo de esos mismos todos y de cada uno de nosotros, al fín y al cabo. Que lo sepamos o no, que lo reconozcamos o no, no varía un ápice el resultado final. Se llama evolución, y evolucionamos con nuestras experiencias y desde nuestras expectativas; a través del conocimiento que saquemos de ellas… Lo demás, como decía uno de mi pueblo, son “pan, pijo y habas”, y ustedes sepan disculparme la grosería.

Voy a intentar ilustrarles esto de hoy con sueños deshilachados que, de vez en cuando, tengo, pero que estoy seguro que, en mayor o menor grado, todos tenemos, lo que pasa es que no nos detenemos en echarles una pensada… Y sueño que vuelvo atrás en mi particulas y personal máquina del tiempo, y revivo situaciones de entonces, en lugares de entonces, y con personas de entonces, pero con la mentalidad de ahora. Y las revivo, por supuesto, desde una muy diferente perspectiva. Total y absolutamente distinta en “pensamiento, palabra, obra y omisión”, como dicen los del catecismo.

¿Y eso, pour quoi?.. Pues muy sencillo: porque añado al análisis, aún subconscientemente, claro, mi experiencia actual. Y ya no lo re-vivo con el estrés, la frustración, la falsa satisfacción u orgullo de entonces, sino desde la serenidad y la distancia que otorga la perspectiva del conocimiento añadido. Nada más, y también nada menos, que eso. Esto es: algunos sueños, que no todos, nos enseñan a relativizar lo que despiertos no somos capaces de hacerlo. Esa, y no otra, es la conclusión… De ahí que yo me pregunte si la verdadera realidad está más en lo onírico que en la vigilia.

La vigilia está construída con todas las limitaciones y condicionantes que nosotros mismos nos creamos, porque así mismo lo creemos. Y a eso lo llamamos realidad. De esas ataduras nos libramos en los sueños, pero las llamamos irrealidad. Nosotros nos lo cocemos y nosotros nos lo comemos. Pero lo cierto y verdad es que ambas dos forman parte del mismo todo: de la existencia humana… Cada hijo de vecino sepa desliar su madeja según Dios le de a entender.

Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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