GOLPISMOS
(de El Diario)
¿Vivimos en un país de golpistas?.. Yo me lo pregunto cada vez más. Y no me refiero a que tengamos como deporte nacional el golpismo, sino el golfismo. Me explico: que usemos indiscriminadamente el efecto (que ya va haciendo menos efecto) del “Golpe de Estado” cada vez que las cosas no ruedan por el cauce que a cada cual, o cuales, nos gustaría… Es como un chantaje moral; como cuando tratamos de fascistas a todo el que piensa al contrario, igual tiene que el que lo haga sea comunista que falangista; se tacha de facha y aquí paz y después gloria. Esta especie de “boutade” fue inaugurada por nuestra clase política más demagógica (hoy en día son todas) pero se contagió al ciudadanaje rápidamente.
Durante el proceso inicial de la tramitación de la Ley de la Amnistía, se organizaron manifestaciones desde la oposición (más bien opus-ición) desde un punto de vista extremadamente curioso: se acusaba al presidente del gobierno de estar perpetrando un golpe de estado; por ende y en consecuencia, se pedía a voz en grito en las calles un golpe de estado contra el gobierno… Esta majadería la encarnó Vox con su “ninguna tolerancia ante el golpe de estado” y la escenificó un grupo veterano de las FF.AA. con su manifiesto de facilitar y encauzar un golpe de estado en contra. Patético… Igual el partido de la oposición (constitucionalista se dicen ellos) no le dolieron prendas al decir que los acuerdos de Sánchez con el Pnv vasco – por cierto que, como ellos mismo, de derechas – era “un golpe de estado etarra” (desde la tribuna del Senado).
Pero es que sigo sobresaltándome con más “golpizas”, y ya, como Santa Teresa, “estoy que vivo sin vivir en mí porque no vivo”, me cagüendiez!… Antes del numerito “me ves/no me ves” de Puig del Mont, en Amelie des Bains, el inefable exhonorable, que él sí que intentó un golpe de estado, acusó a los jueces Llarena, Marchena, Aguirre y García Castellón, de ser como los Tejero, Armadas y Milans del Bosch, golpistas de la democracia, por oponerse a su regreso triunfal y seguir desconfiando de la Amnistía. Los acusó de “banda organizada”, como aquella que él mismo alumbró en las revueltas de Catalunya por cierto, pateándose el culo dentro del maletero de un coche cuando le fracasó el invento.
Según tal brebaje de personaje, ya a las claras que un consumado chantajista, “si no estoy presente en el Parlament solo se deberá a un Golpe de Estado”… Adviertan entonces el pulso echado a su antesamigo Sánchez, aunque su actuación a posteriori fuera un auténtico bloof: si venía y lo detenían, era golpe de estado, y si regresaba y no lo detenían, los de la “opus” también dirían que es el otro el responsable del golpe de estado. Ya saben aquello de si cag… mueres y si mueres cag… Sánchez siempre será el golpista, sea contra la “democracia” de Puigdemont, o sea contra la democracia española representada por la oposición. Golpe de estado igualmente se mire como se mire.
Pero es que, recientemente, el Tribunal Supremo también ha empezado a ver fantasmas golpistas, en una especie de cambio de criterio que despista al más pintado. A los líderes del “prousés” que juzgaron en la Sala de lo Penal se les acusó de Rebelión, una peregrina descripción de “insurrección con violencia”, cuando el propio juez Marchena sentenció que lo ocurrido no pasó de ser un “señuelo”… Luego, después, los condenó por Sedición, delito que, por cierto, había dejado de existir en el Código Penal. Pero, últimamente, desde la presentación de posible inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía, tacha a tales elementos como “máximos responsables de un Golpe de Estado”.
Esto es: un viaje de señuelo a golpe de tres cambios de vía es mucha tela, señoría… En fín, un inope ex Juez de Pax como yo no pretende, ni muchísimo menos, andar dando lecciones de falta de criterio a la muy alta judicatura; pero sí que, humildemente, pediría un cierto sentido de lógica, o de sentido común en el manejo de esas condenas, aunque yo de leyes me confieso profano comparado con ellos, claro, naturalmente…
El impecable columnista Jordi Amat se preguntaba a sí mismo, dudando, si el problema de ver Golpes de Estado y golpistas por todos lados, era suyo personal, o el contagio del general; incluyendo a los representantes de sus principales partidos e instituciones. Se dice que, a lo mejor, o a lo peor, el pensar que vivimos en una democracia occidental, europea, más o menos homologada y bien etiquetada, es una relativa miopía; pues que en un país democrático se esté hablando continuamente de golpismo, ni es sano, ni es inteligente, ni es lo mismo..
Pues yo digo exactamente igual. Cuando esto se convierte en un pernicioso hábito, enfermizo, a cualquier salvapatrias se le puede pasar por su trastornada cabeza el dar un golpe de estado de verdad, en serio, y la gente ni se enteraría por confundir la realidad con la posibilidad… Es como aquél cuento de “que viene el lobo” repetido idiotamente; que, cuando en realidad vino, nadie se extrañó de encontrarse entre sus fauces.
Aunque a mí me parece que a nosotros el lobo nos está digiriendo antes de comernos. Y lo que es peor, muchos no tienen puñetera idea de la diferencia. Estamos como ovejas en el redil, siempre a la espera del pienso adormecedor de cada día. No aspiramos a otra cosa que aprisco y pesebre; y ser de los borregos con más lana en el lomo, que es lo que vende y por lo que se nos compra… Es lo que creo y de lo que estoy cada vez más convencido, salvando siempre la posibilidad, claro, de que despertemos. Otra cosa y otro caso es que, lo que en el fondo deseemos, sea volver a una dictadura real, tal cual… ¿Qué tal?..
Miguel Galindo Sánchez – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com
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