SER CONSCIENTES

 


(de Linkedin)

Hay una frase que he leído en un libro avanzado y que no es fácil de interpretar: “Hay un nuevo mundo que espera para nacer, y su madre somos todos nosotros”… Esto es: lo que he de nacer ha de hacerlo a través nuestra, por nuestra acción y/o intermediación; y se define como un MUNDO NUEVO, o sea, no vale más de lo mismo conocido; no sirve lo que somos o lo que tenemos; será – o debe ser – algo nuevo… A mí me suena al advenimiento del nuevo paradigma que predicen los Tiempos Líquidos, de Baümann, y me voy a una referencia moderna y actual para no tirar de un “fín de los tiempos” viejos, que suena como más apocalíptico.

Pero que, sea como fuere, este modelo ya no vale, ha de renovarse según la evolución universal, y no puede ser nuevo sin ideas nuevas y planteamientos nuevos, renovados conceptos y otra escala de valores, si es que alguna vez tuvimos unos valores genuinos y auténticos, claro… Es que, en teoría y según la Historia, puede que alguna vez los tuviéramos, no sé, pero si no se ponen en práctica, o no se mantienen, será, quizá, porque de “valores” tenían muy poco, pues uno no se deshace de lo que realmente vale. O eso pienso yo.

Ningunas “Tablas de la Ley” sirven para nada aunque se graben en la más dura piedra si no están grabadas en el intelecto, el sentimiento y la mente humana. Absolutamente de nada… Los seres humanos seguimos adorando becerros de oro desde el Sinaí acá, por mucho que hayamos afinado, y afilado, nuestros discursos. El comportamiento de ese mismo género humano y de sus líderes, y las consecuencias derivadas del mismo, lo demuestra sobradamente… Los primeros solo persiguen el poder, el sometimiento y el enriquecimiento, cebando a los segundos en el narcisismo, el hedonismo y el egoísmo. La humanidad está anclada en un ciclo autodestructivo en el que la mitad solo piensa en sobrevivir y la otra mitad en divertirse.

Sin embargo, el tal mensaje insiste, o así lo parece, en que el cambio ha de nacer de nosotros mismos. Pues ya me contarán ustedes el milagro… Para nacer algo de alguien, antes ha de nacer en ese mismo alguien, ¿no?.. Y estamos tratando de unos nuevos principios, integralmente hablando: principios de valores morales y éticos, y principios de empezar, de un nuevo comienzo. Y eso tan solo se pone en valor con un cambio drástico y radical; y tales cambios radicales y drásticos, al menos que yo sepa, y según enseña la Historia, el hombre los asume movido por algún hecho traumático. Tan solo estoy andando los pasos secuenciales de nuestra puñetera lógica, por supuesto.

Así que, siguiendo el hilo de la cuestión, o parimos vino nuevo de odres viejos, o cambiamos los odres, o el vino cada vez se agriará más, y entonces será un vino con muy mala leche. Y en esta humanidad, ustedes sepan perdonarme, yo solo veo mucha ignorancia y mucha incultura. Demasiada como para generar un general arrepentimiento en plan película Cécil B. de Mille… no sé lo que opinarán vuecencias, naturalmente.

Analicemos los orígenes, en lo posible: cuando se nos desfenestró del Edén (la incubadora), lo que dicen que dijo la culebra parlante para que comiéramos del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, fue “seréis como dioses”… y lo dijo en plural por dos cosas: porque había muchos “dioses” pululando por allí, y porque el ser cómo Dios no significa ser Dios, sino apariencias de Él… Y empezamos a adquirir conocimiento, sí, pero con muy poco conocimiento, ya me entienden. Con mucho poder, pero con mucha mala uva también. Comenzamos a matarnos entre nosotros entonces, y aún seguimos matándonos sin pudor alguno. Por lo que esa rotunda afirmación habría que ponerla en cuarentena… o en relativa cuarentena, al menos.

Además, como digo, entonces ya había “dioses” de segunda o tercera generación por allí. Acuérdense de los Elohims, y de Jehová y sus mariachis arrimando candela a toda tribu humana que no se sometiese a ellos. Por lo tanto, habría que deducir que ser semejante a Dios (más bien a esos “dioses”) no es ser Dios en puridad. Eso, por un lado… Por el otro, luego, con el tiempo, vino Jesucristo a decirnos que ese Dios es otra cosa; lo etiquetó con la categoría de Padre familiar y cercano, Abba, o sea, si acaso, el padre de todos los dioses derivados de Él mismo, o Dios de dioses, si les parece a ustedes pero sin que se le parezca a ustedes.

La cuestión es que, al menos aparentemente, de momento no estamos dando la talla. El problema es que hemos degradado tanto la finca dada en herencia que apenas queda tiempo de rectificación. El odio, la violencia, y sobre todo, la hipocresía y el cinismo, es el pan – y el plan – nuestro de cada día; y estamos llevando al mundo a un caos sin precedentes, pues si repasamos la Historia con mayúscula, comprobamos que nos hemos cargado varias civilizaciones y culturas, nos hemos sopado un buen montón de guerras fratricidas y cruentas, y seguimos con las mismas y a peor, sin haber aprendido absolutamente nada de ello. Por lo tanto, la humanidad hemos dado con una asignatura que no podemos, o no sabemos, o no queremos, superar.

Y en esas estamos. Así que cuando nos vienen, a modo de recuerdo, ciertas verdades universales al coleto del conocimiento, a uno le asalta la sospecha de que puedan ser avisos de que va siendo hora de aprender lo que vale un peine. No es nada raro, sino consecuencia de nuestras propias causas. Nada hay ocioso en el Universo, y es natural que el tal universo disponga de los mecanismos establecidos para tal eventualidad. Somos tan asnos que no nos damos cuenta que formamos parte de entes superiores que se llaman Naturaleza, Cosmos, Universo, Planeta… que, si los alteramos, ellos responden y nosotros pagamos.

Ustedes están en su derecho; podrán creer, o no, mis interpretaciones; e incluso reírse o insultarme, si les apetece y así se sienten mejor, me importa un carajo. Pero eso no va a cambiar los hechos ni un solo ápice, ni una sola coma ni punto del guion… O empezamos a cambiar nuestro envenenado y envenenador pensamiento y comportamiento, o formaremos parte del contenido del último cubo de basura. Es posible que seamos conscientes, pero parece que no somos consecuentes.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com

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