¡QUÉ ARTE..!

A mí me dejan con la boca abierta. Que haya personas que sean capaces de hacer arte con, por ejemplo, coger una rata, meterla viva en una batidora, y bebérsela, es epatante… Lo del zumo de rata no es ningún cuento inventado. Es una perfomance que hacía uno de estos “artistas” con el grupo Los Rinos, y que en México lo bautizaron como arte macabro. Pero lo acojonante es que llenan teatros, los aplauden, les hacen entrevistas, ganan pasta, son famosos…
               
                Hubo tres “artistazos” de estos. Unos tales Bruss, Witsch y Shawartzkofler que se salían. Uno de ellos se suicidó tirándose por una ventana después de castrarse ante el público en una de sus interpretaciones. Otro fue encarcelado en Viena, tras una de sus magníficas representaciones: ponerse a defecar ante el respetable mientras cantaba el himno nacional austriaco… ¡guay!. Allí lo metieron en prisión, pero aquí le hubieran lamido el culo tras la faena. Dos orejas, rabo y crítica entregada, seguro. El tercero creo que anda por acá destripando vacas y haciendo babear agua del cármen a más de un capitostillo cultural.

                Hay “genios” de estos, como un tal Orlan, que se operó para asemejarse a no sé qué iconografía pictográfica, y otro, menos relamido quizá, Sterlac, que en uno de sus brazos se implantó una oreja. Precioso. Pero como estas estupendeces (adviertan que no digo estupideces por no molestar a entendidos) no se venden sin una buena etiqueta, como el chorizo de Laponia, pues con mucho arte e imaginación les encasquetaron las de antropometamórfosis, que queda así como muy supercalifragilísticoexpialidoso, o esa otra de transhumanidad, que no veas tú lo que mola cuando ella baila sola ante la gramola…

                El representante hispano en estas magnificidades, un tal Marcel Antúnez, ha inventado el orgasmatrón, que es una especie de palo mayor, enhiesto y bien plantado, que cuando se toca emite placenteros gemidos… ¡Marvelleux!. Sexo y robótica, dice que es. Y añade que lo monstruoso, lo teratológico y la sirenomelia – que no sé lo que es, pero suena a cantos de sirena – han interesado siempre al arte y a la ciencia.

                Pues a la ciencia seguro que sí, ya que investiga cuanto cae en sus manos a fín de entenderlo y buscar alivio al padeciente, desde lo anormal a la locura pasando por la simple tontuna. Pero, la verdad, al arte, no sé, no sé… Esta persona dice que cuando trabajaba con los de la Fura dels Baus, como artista puntero, subraya, se hartó de comer hígados crudos en escena. Pues, hombre, conozco a más de un anémico que se ha hinchado a lo mismo, y, joer, de fama ni una rosca. A lo mejor, si se los hubiese jamado en el balcón delante de los vecinos…

                Pero no… no veo yo el arte por ninguna parte, ni que esté en comerse unos higadillos, o en coser pedazos de cochino y cueros de vaca en un engendro al que llama Epizoo y que, a través de un mecanismo, mueve el culo, el morro, las tetillas, las orejas… no, no lo veo. Aunque afirme que es pura mitología (¿?), porque viene de la mujer del rey Minos, que se metió en la piel de una vaca para poder echar un polvete con el Tauro de Creta. Como lo oyen. Y que es la recreación de la primera máquina de fornicar. Como lo vuelven a oir. Perfomance metrónica, dice que es esto… Tal cual.

                Lo cierto es que me siento tan empequeñecido, tan mermado, tan enanizado ante tales magnas y grandiosas manifestaciones del arte de Talía, que me parece licuarme como caca de trono tras tirada de cadena en santa aspersión. Que también tengo mi corazoncito artístico, coña… Imagínese, maese Antúnez, esta arrebatadora expresión lírica mía, plasmada en bajorrelieve de un Roca rosa en interna ebullición. Pura poesía plástica… mire, me erizo con tan solo pensarlo…


                Dice el tal Marcel que cuando no es valorado por el público se considera un sansebatián electrónico, un cibermártir. La verdad es que sí. Yo tampoco entiendo como no lo entienden, maestro… Pero si a mí, que soy borde pero normalito, no me entienden, imagínese a su genioría, permítame el palabro… Lo que pasa es que somos unos incomprendidos, cagüenlaleche…

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