UNIVERSAL JUSTICE
Permítanme sus
señorías una nueva vuelta de tuerca al concepto de esa Justicia Universal que
España ha desfenestrado sin que a nadie se le mueva un solo pelo de parte
alguna del tupé, ni a Gallardón una sola fibra de su muy católica (dudo de
cristiana) conciencia. Mucho, muchísimo menos a una iglesia defensora de vidas
no nacidas, pero olvidada de las ya nacidas, a la vez que enemiga feroz de las
células madres que salvan vidas (¿?) por nacer. No busquen explicación
coherente y lógica a lo que ni siquiera es de sentido común. Pero hagamos un
viaje en el tiempo, rescatando personajes y declaraciones que fueron, y son,
historia…
Años 485/565.- Con Justiniano
nace la primera declaración de justicia universal de esa misma historia: “Los nacidos son gobernados por sus leyes y
por las que el derecho natural establece para toda la humanidad”. Punto
pelota. Creo que sobran interpretaciones. El emperador tenía muy claro que las
leyes nacionales habrían de guardar el derecho de toda humanidad. Años
1583/1645.- Dejemos pasar un milenio, que, como tangueaba Gardel “… que mil
años no es naaaada…”, y fijémonos en la simple, clara y escueta base legal en
que el poeta y jurista holandés Hugo Grotius basó toda la jurisdicción
precursora de la moderna justicia universal: “En mis tratados se fundamenta la existencia de principios universales
para poder juzgar el bien y el mal, allá donde se produzcan”. Si esto no
fuera así, convendrán conmigo que entonces el Tribunal Internacional de La Haya
estaría de más, y la Comisión de Derechos Humanos de la Onu con toda su solemne
declaración mundial de los mismos sobraría igualmente.
Año 1985.- El Rey Juan Carlos I
sanciona el Reglamento de la Ley Orgánica del Poder Judicial, en la que
justifica la investigación y persecución de los actos… “cometidos fuera del territorio nacional y susceptible de tipificarse
como delitos de genocidio, terrorismo, lesa humanidad…”. Hasta aquí, todo
bien. Nuestro país se incorpora a la civilización del imperio de la justicia
universal. Y, precisamente, apoyándose en ello, el tibetano Wangchen solicita
la detención de cinco dirigentes chinos acusados de crímenes contra esa misma
humanidad, de los que, uno de ellos, Jiang Zenin, llegó a ser presidente de la
propia República Popular China.
Rabiosa actualidad. Hoy mismo.-
Las autoridades chinas no responden a las requisitorias de la Audiencia
Nacional, pero sí que declaran: “expresamos
nuestra confianza en la habilidad y sabiduría del gobierno español para manejar
este asunto de forma y manera apropiada”… A buen entendedor… Así que
nuestro insigne portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso, se apresura a
contestar y contentar con otra declaración, digna de enmarcar en plata (pero en
plata de monedas judáicas, 30 a ser posible…): “Hay que evitar disgustos inútiles que solo general conflictos
diplomáticos”… Se jodan los muertos. Hay que volver a la ley de la
interesada caverna. Como dato de postdata, aclaro que China es la meca de
nuestras multinacionales, y además controla más del 20% de la deuda exterior
española.
Eso sí, claro… Si el jodío
tibetano Wangchen hubiese sido español, ni los chinos le hubiesen asesinado a
sus padres, él a lo mejor sería torero… Y si el sanguinario Zemín también
hubiese sido español en vez de chino, pos ni te cuento María Sarmiento. Puede
que fuese cofrade del Cristo del Santo Apaño… Pero como no son de aquí, ajo y
agua, y a recoger beneficios, aunque sean sangrientos.
O sea, desde Justiniano aquí, en
una sola legislatura, nos hemos pasado por la quintaesencia del moñoño mil
quinientos años de historia universal de la justicia… Así, con un par. Como si
tal cosa… Y aún tenemos la indecencia de decir que no vamos a ser los
justicieros de nadie, o que bastante tenemos con los problemas de aquí como
para arreglárselos a los de fuera. Como si los de fuera no fueran seres
humanos. Vale, pues entonces no pidamos justicia a nadie, ni esperemos que nadie
nos ayude en nuestros problemas… A lo mejor es lo que algunos alguienes
quieren.
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