¿QUIÉN SE ATREVE..?
En un seminario sobre Responsabilidad Social Corporativa en la Upct, me decía por videoconferencia D. Luís Sulla, desde la Universidad de Córdoba, Argentina, que “esta crisis mundial no está provocada por un problema financiero, si no por un problema ético”. Y lo cierto es que puso el dedo en la llaga. Falta de ética ciudadana, en nuestra codicia por una desmedida rentabilidad de nuestros ahorros, invirtiéndolos en fondos especulativos y no en productivos. Falta de ética en los sistemas financieros, que han explotado tal codicia en beneficio de sus muy altos ejecutivos ladrones. Falta de ética en los gobiernos, que han cubierto tan monumental vergüenza con dinero público, medios ajenos de los cuales eran administradores y garantes. Falta de ética de esos mismos bancos, que ahora compran deuda pública a esos mismos gobiernos a un 6 y 7% cuando obtienen los fondos del BCE en un 1%. Falta de ética porque estamos haciendo entre todos un mundo donde valoramos más el egoísmo que la solidaridad. Pero, claro, si no sabemos lo que es la ética…
Por eso necesitamos un cambio de paradigma como el comer. Y ese cambio puede liderarlo el mundo de la pequeña y mediana empresa a través de la quizá única pero óptima herramienta de que dispone: la Responsabilidad Social Corporativa. Una herramienta que no solo es un código de buenas prácticas en cuanto a un trato honrado, leal, justo y responsable para con empleados, clientes y proveedores, si no que vá mucho más allá adentrando su acción en el propio tejido social: labores de mecenazgo, cooperación al desarrollo, altruismo, acciones filantrópicas y de sensibilización cultural, apoyos a iniciativas medioambientales, fomento de una sociedad ecológica…
Imposible, me diran. Una pyme no tiene capacidad para hacer eso… Falso. Es perfectamente posible. Para esto mismo están las fundaciones. Para que cualquier empresa pueda ser RSC. Es la palanca que mueve los olvidados principios de responsabilidad y los convierte en valores de colaboración y de ética social. Y es que las leyes de responsabilidad social de hoy no son, ni más ni menos, que las normas básicas éticas de ayer. Se trata de recuperar esos mismos principios, nada más… Unos principios que se aprendieron en la antigua escuela de la vida y que hemos ido dejando de lado en la actual vida de las escuelas. Que habrá que volver a enseñarlos en la escuela… otra vez. Si antes un lechero no bautizaba la leche que vendía no era por obligación legal, si no por imperativo moral. Pues de eso mismo se trata.
La RSC supone un cambio de cultura en la manera de hacer negocios desde una perspectiva ética. Una nueva forma de diálogo y entendimiento entre la empresa y la sociedad a la que sirve y de la que vive. Un compromiso de transparencia, colaboración y solidaridad con el entorno donde se desarrolla su actividad. La cuestión es que la ética no debería abrirse camino a través de leyes, si no desde la voluntariedad. Es triste que se haya tenido que legislar para la no discriminación, la conciliación laboral, la transparencia en el servicio o el respeto al medio ambiente, cuando son valores que van más allá de la pura obligatoriedad legal, ya que deberían ser conceptos asumidos por la buena conciencia. Es la diferencia entre la norma y la ética, entre lo moral y lo legal, entre lo que está bien y lo que está mejor…
La crisis económica en la que nos debatimos debería suponer un punto de inflexión y de reflexión en la cultura económica de la que hemos alimentado la insolidaridad y la competitividad más brutal, ilógica y deshumanizada. La sociedad no aguanta mucho más. Y si la empresa, que es el motor de la economía, del empleo, del consumo y del progreso humano, no adopta una nueva educación orientada hacia la responsabilidad social, se cosechará fracaso tras fracaso.
Este servidor de la pluma y de ustedes, al filo ya de su inevitable jubilación profesional, se ha hecho – lo han hecho, perdón – Consultor en RSC, vía Global Reporting Initiative, ahí es ná por si les pica la curiosity. A la vejez, viruelas… Y me he puesto y dispuesto a colaborar con una fundación que intenta integrar el negocio (el de ustedes, que ya no el mío) con la ética común, ayudando a los que están más necesitados de que les echen un par de manos, que con una no es suficiente… Es una cuestión de arrimar el hombro a la vez que a uno le guardan la espalda. Buena simbiosis, a fé mía… Aunque me pille con la fecha de caducidad a punto de cubobasura. Que nunca es tarde si la dicha es medio buena. Así que algún otro caerá sobre este tema… Pero no esperen ustedes a ello. Si les interesa, me tienen a su disposición… ¿Se atreve alguien..?
Comentarios
Publicar un comentario