LA PARTÍCULA DE DIOS
No sé si esta semana se van a extrañar mis ya habituados lectores de este raro tema. Igual no consigo transmitirles mi arcana afición por la física cuántica en su versión, ¡ahí es ná!, teológica. Mas es un capricho que me voy a permitir, con o sin su aquiescencia, perdónenme… Pero es que igual tampoco consigo explicarles en lenguaje sencillico la importancia de lo que un servidor cree haber descubierto con el último descubrimiento, valga la redundancia y válgame el cielo.
Pues que hoy resulta que me apetece escribir sobre el ya últimamente más o menos célebre Bosón de Higgin, del que se me dirá “Maríaloreto vaya un pijo, de quién coño es este hijo…”, y con razón, mire usted. Por eso voy a empezar por la punta, si me lo permite. La ciencia física está enredada en la comprensión, más o menos profunda, de cómo funciona este universo a nivel básico, ¿no?.. En su tiempo fue un gran paso el descubrir que la materia de que están hechas todas las cosas del mundo, vistas y no vistas, es energía pura, más o menos sutil, más o menos condensada. Bien… Después, poco a poco, fue desvelándose que esa materia-energía estaba hecha de átomos, luego que los átomos estaban formados de electrones con sus núcleos, más tarde que esos núcleos estaban conformados de partículas, más adelante que eran estructuradas por otras más elementales, como fotones, taquiones… y así, quizá, ad infinitum.
Posgüeno. Hace una media docenica de años que un tal Higgin, dentro de ese pastel de quantums (que de aquí lo de física quántica ) me viene el tío a intuír más que a descubrir la existencia de una partícula muy particular, que es prácticamente invisible, que se comporta de una manera inaprensible e incomprensible, que reside en todas partes, hasta en el vacío más absoluto, donde aparentemente no hay nada, en el casos, en donde se ha venido en llamar agujeros negros, o materia oscura, enfín… pero de la que, de alguna forma desconocida, parece emanar toda la energía que viene a componer la materia conocida. Yo no sé si a usted le sonará esta definición a ecos de algo o no. A mí, por viejo, me suena a musiquilla familiar, a la primera frase de aquel Catecismo Ripalda de hace más de medio siglo, antes, mucho antes, de que fuera sin pecado concebida la física cuántica esta de las narices. Pero el caso es que Higgin vino en bautizarla como Partícula de Dios.
Ahora, ya mismo, bajo los Alpes, en el mayor cañón de partículas del mundo conocido, un equipo de científicos viene a redescubrir, ratificar, cuantificar y cualificar la tal ya famosa partícula subatómica. Y hasta han medido su “vida” física. Se desvanece en la billonésima parte de una billonésima de segundo. ¿Alguien puede llegar siquiera a imaginarlo..?. Una, llamémosle bisbillonésima fracción de segundo, y ¡plaff!, desaparece de la macromicrovista. La releche, óiga…
Y resulta que de ese fú, de esa hiperminusculidad, de ese ná de ná, parece salir todo cuanto existe, ha existido y pueda existir jamás, incluído nosotros, la mierda observadora dotada de curiosidad. Y que obedece a un plan del que no tenemos ni puta idea de dónde viene, de qué vá, ni a dónde quiere llegar a parar. Resulta escalofriante, si lo piensa un poco, compadre. Pero en esta inconmensurable incógnita, en este inmenso abismo, en esta sublime sarta de puntos suspensivos suspendidos de algo, cada cual puede encajar la idea, el pensamiento, el sentimiento, la creencia, el nombre que le dicte su propia lógica razonadora, igual que engarza una joya en una corona, como la pieza maestra de todo puzle, como la carta comodín de cualquier juego. Yo siempre he creído que la ciencia es la hermana pródiga de la religión, a la que dejó huérfana e incompleta con su destierro, pero a la que vendrá a traer el tesoro perdido y hallado para compartirlo entre ambas… Pero un servidor, ya lo sabe usted, estoy loco de atar, y a los locos solo se les observa de lejos y se les escucha en secreto por si algún día pudieran llevar razón.
El caso es que los científicos afirman desde ya, que podemos empezar a levantar por una puntica el velo del principio de los principios, del teórico bing-bang llamado, del comienzo de la érase que se era una vez llamada creación. Se me eriza el pelaje, Peláez. La cosa es que si El o Lo que ha puesto en marcha esta bendita locura, ha grabado en el plan de las jodidas partículas esas el “off” y rebobine, y tomarse un sabático antes de un nuevo “on”, yo le pido, con tós los respetos, que pulse ya la teclica y nos vayamos a hacer leches sabiendo que a los sistemas financieros, a las agencias calificadoras, a los riesgos bancarios, y a toda la OHU, Organización de Hijoputas Unidos, les van a dar muy mucho por donde las cabras sacan sus negras bolas. Oremus…
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