EL MENDRUGO Y LAS TORRIJAS

Tiempos de escasez. Épocas de penuria. Nuevas necesidades conviviendo con viejas costumbres. Usos anclados en la memoria de los que nos precedieron, que se vuelven a abrir paso, a codazos, en lo más caduco de la actual modernidad acomodaticia. Lo de ayer y lo de hoy en connivencia con la convivencia por la supervivencia, pues el mañana, Dios y el diablo dirán. Presente sin futuro, preñado de un pasado con sabor añejo. ¿Dónde c… estamos ahora?.  ¿En qué parte del por estar nos situamos, cuando el porvenir es cada día más difuso e incierto?.  Nos agarramos a las costumbres como asideros donde anclarnos con cierta sensación de seguridad, y mientras seguimos soñando, seguimos creyendo, y si creemos que soñamos, soñamos que vivimos, aunque vivamos tiempos sin tiempo.
                   Cada día, cada mañana, en mi pueblo, en su centro urbano, todas las terrazas y cafeterías están llenas de jóvenes madres. Han dejado los niños en las escuelas y amiguean hermanando los comentarios de sus cuitas con el apacible y aparente bon vivant de su entorno. “Chica, cada día que pasa, menos me llega el mes”, entre café con leche y croissant tempraneros. “No sé donde vamos a llegar, pero esto no puede seguir así por mucho tiempo”, mientras encienden un cigarrillo y dejan que las volutas de humo acaricien un ambiente de confidencias. “Si no fuera por estos raticos…” aquí, entre nosotras, sin críos, sin hombres, con la casa trincada. Un rato, nuestro rato, mi rato…
                   La imagen es de un aún medio nivel de vida. De momento. Pero es precaria. Es como la imagen que perdura en el espejo durante la micronésima parte de un segundo después del reflejo. Es fiel a una época, pero es irreal con la época real. ¿Durará?.. Ojalá. ¿Se podrá conservar el buen sabor a pesar de la escasez que aún se aparenta ignorar?.. Ojalá. ¿Podremos re-construir lo dignamente necesario del mendrugo de las sobras?.. Ojalá. ¿Podremos res-catar, o volver a catar, la sabiduría del sabor a cielo que encierra el pan duro?.. Ojalá.
                   Pero, de momento, seguimos apostando por el modelo que nos ha buscado la escasez que tenemos, ignorantemente, quizá que inconscientemente, puede que nostálgicamente. Condenamos el modelo chipriota de rescate, y defendemos así el dinero gandul, inmóvil, egoísta… todavía. Y a mí me parece justo que los accionistas y grandes inversores de los bancos que han provocado la catástrofe sean responsables subsidiarios de las fechorías que estos mismos bancos han hecho con su dinero. Para mí es como si alguien mata y yo le he suministrado las balas. Como lo que me parece tremendamente injusto es que sus desastres y rapiñas se vengan cubriendo con un dinero público que es más de quienes les falta que de quienes les sobra. Y que, si hay personas que arriesgan su dinero en dar trabajo y empleo, ¿porqué los que lo guardan bien guardado no deben asumir sus propios riesgos por no sacarlo a producir?. Nunca entenderé que el dinero de los ricos deba ser protegido con el dinero de los pobres. Jamás.
                   Dice el Banco de España que este año llegará el paro al 27%, y que la única manera de frenarlo es bajando los salarios para poder conservar los puestos de trabajo, pues no hay dinero suficiente en la calle ni en las empresas para la conservación, mucho menos la creación, de los mismos… ¿Y dónde está escondido, si no está donde debe estar?.. El capital solitario nunca ha sido, y nunca será, capital solidario, pues mientras los ricos lo guardan los pobres lo demandan. Sin embargo, aparentemente seguimos defendiendo el sistema del pan duro sobrante, del mendrugo en el estante.
                   Así que hagamos virtud de ese mendrugo que ayer nos sobró, y convirtámoslo en manjar de dioses, tal y como nuestras madres y abuelas hicieron con su pan duro de cada día, transmutando así la pobreza en el buen sabor del mejor saber. Esta noche, sumerja en leche hervida, con cáscara de limón, azúcar y un poco de canela en rama, todo el pan sobrante hecho rodajas. Mañana, sáquelas, rebócelas en huevo batido y fríalas en abundante aceite antes de vestirlas de azúcar y canela en polvo. El mendrugo se habrá convertido en torrija. La cenicienta, en princesa. Y el más caro plato de la más cara cocina fashion apenas será un pálido reflejo de la exquisitez de éste. Es la ancestral sabiduría de un pueblo que fue experto en hacer maná del desierto de la escasez… Y, encima, hasta engordan, como la más ebúrnea confitería…
                   Habrá que ir olvidando los croissants, vale, y tendremos que ir rescatando las torrijas, de acuerdo, y volver a recordar los milagros del mendrugo de pan duro, es posible… Pero, coño, encima no seamos tan imbéciles que le costeemos el candado a quienes quieren guardar la harina bajo siete llaves…

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