¿HABLAMOS DE INJUSTICIAS..?

“Nos llevaban al cuartel de la Guardia Civil para obligarnos a comer aceite de ricino con guindillas. Un litro y 20 guindillas para las mujeres, aún embarazadas, y para los niños, como mi hermana, de 12 años, y yo, de seis, medio litro y 10 guindillas… Yo me preguntaba, ¿dónde está Dios?.. porque eso lo hacían personas de comunión diaria…”
 
                El pecado de esta niña con 6 años de edad, María Martín, era que habían matado a su madre, junto con 27 hombres y 3 mujeres más. Desde entonces, y como ella relató al Tribunal, “en el pueblo nos hicieron la vida imposible. Había niños que nos apedreaban cuando pasábamos mi hermana y yo, y adultos que se divertían burlándose de nosotras…”. Ella veía a su padre, escondida, llorar durante horas arrodillado en la tierra donde fusilaron a su mujer, apretando zarzas en las manos hasta sangrar. Desde que asesinaron a su esposa hasta el 29 de Marzo del 77 en que murió, el hombre rogó que le dejaran recoger sus restos, pero la única y repetida respuesta fue: “tú te la llevarás al cementerio cuando las ranas críen pelo, y no andes molestando no vallamos a hacer contigo lo mismo que hicimos con ella”.

                Antes de matarla, sigue contando su hija, “los falangistas le raparon la cabeza, toda menos un mechón de pelo en la coronilla, donde le ataron un lazo rojo con que la pasearon por todo el pueblo con el grupo de mujeres a las que había hecho lo mismo…”. Prefiero no seguir contando lo que María, desde que faltó su padre, ha ido narrando y mendigando en esta España cainita hasta la médula, para que le dejaran tener los restos de la madre que le arrebataron a los 6 años. La última vez que lo contó fue el 1 de Febrero de 2012, a los 81 años de edad, y ante el Tribunal Supremo. Fue la primera víctima del franquismo en declarar ante un tribunal de este país. Y contó la triste historia de su vida desde aquel aciago día de 1936…

                La desgracia completa de María Martín fue haber pedido ayuda al juez Baltasar Garzón, que le había escuchado y prometido hacer justicia. Lo que no había imaginado es que ese juez sería juzgado a su vez precisamente por eso mismo, por intentar hacer justicia juzgando los crímenes de la guerra civil y del franquismo. Seguimos sin entender que los que ganan una guerra no hacen concesiones… nunca, jamás, porque pierden todo atisbo de conciencia.

                Ahora, hace poco, María murió. Con 83 años y el corazón y el alma rotas por el dolor y la injusticia. Dicen que en una de sus últimas declaraciones, aún se quejaba de que “las ranas todavía siguen sin criar pelo”. Lo cierto es que a María Martín, cuyo único deseo era poder descansar junto a los restos de su madre que le arrebataron cuando tenía seis años… ni siquiera eso le han concedido los malditos entre los malditos.

                Esta es una verdadera historia de una verdadera injusticia – se la había prometido a ustedes – y no lo que cada día suelta todo el mundo que es juzgado. Historias como ésta de María, hay miles y miles en esta España ruin y vengativa. Miles y miles de heridas abiertas, cuyo único delito es ya querer enterrarse junto con sus propios muertos, y los verdugos ni siquiera tienen la misericordia de concederles ese consuelo. Todo lo demás son justificaciones falsas, egoístas, insolidarias y, si me aprietan, casi inhumanas, de elusión de responsabilidades…


                Pero tengamos la bondad de hacer un ejercicio. Pongámonos en el pellejo de todas las Marías Martín de este jodido y puñetero país nuestro… ¿nadie siente nada?.. ¿no?.. ¿de verdad?.. Pues entonces, es que estamos más muertos que ellos.

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