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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

viernes, 5 de enero de 2024

EVANGELIOS MALDITOS

 

(de Wikipedia)

Lo que se ha venido en llamar Evangelios Gnósticos, paralelos en tiempo a los católicos – quizá incluso anteriores – fueron descubiertos en Nag Hammadí (Egipto) a finales de 1945… No voy a relatar aquí su historia y avatares de los mismos, porque ocuparía todo este artículo y más aún, y porque tampoco es el objetivo. Doy por supuesto que muchos de mis seguidores lo conocen perfectamente además… En tiempos fueron perseguidos sangrientamente por la Iglesia, y hoy son ignorados, desmentidos, desautorizados y despreciados por ella. Digo esto aquí para que puedan apearse de seguir leyendo aquellos “creyentes” susceptibles de sentirse “ofendidos” por tal detalle.

Lo que quiero analizar hoy, y compartir con los que me siguen en esto, es un fragmento del Evangelio de Tomás. Quizá el más arcano, esotérico y aparentemente oscuro del resto, pero que encierra una enseñanza universal que, si hoy, más de dos milenos después, no llegamos a entenderla, entonces es que hemos perdido el oremus, pasando esos 2000 años en secano; y que habremos sido merecedores de las consecuencias, pero no del “Reino” que se anuncia… Y dice así mismo:

Jesús les dijo: Cuando hagáis de dos uno, y hagáis lo interior como lo exterior, y lo exterior como lo interior, y lo de arriba como lo de abajo, y cuando hagáis del varón y de la mujer una sola cosa, solo entonces entraréis en el Reino”.

Anteriormente a tal párrafo (que aconsejo lo sopéis y sopeséis varias veces) este mismo Evangelio repite la frase conocida y recogida por los Canónicos de “el Reino está dentro de vosotros”, y otra no menos reconocida por igual en los Apócrifos, de “el Reino de los cielos ya está en la Tierra, pero los hombres no lo ven”… Esto es: ese Reino de Dios, de los Cielos, del Padre, como también aparece, o de como queramos llamarlo, no tiene que venir, sino que ya está aquí, dentro y fuera de nosotros, desde lo alto y desde lo bajo, pero no sabemos reconocerlo. Si la Iglesia lo ha tergiversado por lo de “que habrá de venir” es tan solo para dar a entender, falsamente, claro, que vendrá a través de ella, por su mediación, como agente exclusivo entre el cielo y la tierra, entre Dios y los hombres.

Pero está meridianamente claro que no es una cuestión de “venida”, sino de “reconocimiento”, salvo, naturalmente, que la interpretación correcta sea la “venida” del tiempo en que el hombre se dé cuenta que estaba buscando un Reino, una perfección, una explicación, que ha estado siempre delante de nuestras narices y no hemos sabido verla. Es que no es lo mismo lo uno que lo otro… La responsabilidad de “la venida del Reino” se la endilgamos a Dios, cuando es cosa nuestra verla o no verla. Si lo trasladamos a lenguaje bíblico, o mejor, neotestamentario, sería a ver cuándo leches nos vamos a dar cuenta, y dejamos de ser “los hijos del hombre” para convertirnos en “los hijos de Dios”. Como verán, existe una enorme diferencia interpretativa, quizá que intencionada, y seguro que adaptada y adoptada… y generalmente aceptada.

Pero ese párrafo dice más, mucho más… En realidad está dando las claves de la estructura de lo que nosotros llamamos “mundo”. Primero, es pura filosofía y logía, y segundo, pura física quántica adelantada milenios, para los que supieran entender entonces… “Cuando hagáis de los dos uno” nos está hablando de toda la creación dual en sus pares de opuestos: luz y oscuridad, frio y calor, placer y dolor, belleza y fealdad, conocimiento e ignorancia, verdad y mentira, principio y fin, energía y materia, femenino y masculino en suma. De la Unidad nacen los pares de opuestos, y de esta dualidad nace lo múltiple. El mensaje es claro: cuando lo múltiple regrese a su Unidad comprenderemos el Reino, y re-entraremos, “estaremos”, en él.

Cuando hagáis del varón y la mujer una sola cosa”… El final del Génesis fue la creación de la pareja humana, de uno se hicieron dos, y el final de esto mismo también será la reintegración de esa pareja al todo, al Uno… Es el Reino de dónde salimos, y es el mismo que nos espera y al que volveremos, si bien que “en plenitud” se dice, o sea, con conocimiento de causa, porque habremos aprendido el efecto de tal causa… Más claro no se puede decir, pero con menos clero sí se puede escuchar.

La cuestión, el problema, estriba en un detalle que hemos venido arrastrando sin aprenderlo, ni aprehenderlo, durante más de veinte siglos, y es lo que intento comunicar en mis párrafos anteriores: que nacimos con el Reino puesto, que no hay que traerlo de ningún lado, que solo hay que encontrarlo y descubrirlo, y asumirlo; y que tan solo hemos de aceptarlo o rechazarlo… Lo único que hemos hecho durante estos dos mil años ha sido lo segundo, a la espera de la zanahoria que la Iglesia nos puso delante de los morros tras colocarnos las anteojeras y engancharnos al carro para que tiráramos de él. Y aquí vamos, con nuestra carga a cuestas.

Si lo queremos explicado en lenguaje científico, es que todo y todos pertenecemos, estamos y nos movemos, y hemos sido hechos, de una sola y única energía, con resultado múltiple en las formas a través de la materia. Cuando no nos sirvamos de las formas (engañosas y creadas por nosotros mismos, como en un juguete de Lego), lo que somos (pura consciencia) volverá a ser una esencia, “la” esencia… Y nos habremos ganado el Reino que ahí siempre ha estado: arriba, abajo, dentro, fuera, mezclado, y oculto por y entre nosotros mismos.

En ese tal Evangelio también existe un bello pasaje, que es más bien un paisaje, que dice: “Parte un madero, y allí dentro estoy Yo; levanta una piedra, y allí Me encontrarás”… Jesús fue el maestro que vino a enseñarnos que hasta que nosotros no nos veamos en la leña cortada y formando parte de una piedra, o del agua de un rio, no hay Reino que valga. Y que eso ha de pasar por creer en nosotros mismos y descreer en los falsos profetas… El problemá está en que esos falsos profetas, con nuestra inestimable ayuda, se lo cargaron para que callara la boca; e inmediatamente modificaron su mensaje en cuentos de Calleja y colleja… Y para que no nos creamos lo que tanta cuenta nos trae creernos, lo suplantaron para beneficio suyo de poder e influencia…

Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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