¿QUÉ KARMA..?
(de Millenium)
Para nosotros, la vida (hay muchas vidas pero una sola existencia) es larga y tortuosa, pero para Dios resulta corta y recta… Puede que sea por la cosa de la perspectiva, entre la suya y la nuestra. Decía el sacerdote-teólogo-filósofo-humanista-antropólogo francés Teyllhard du Chardin, que los que vivíamos todas nuestras vidas juntas, sumadas unas a otras, apenas era un segundo en la “vida” de Dios, y, acto seguido, aclaraba que Dios no vivía porque Él era la vida misma… Todo esto, que así dicho puede parecer complicado, al final suele ser más sencillo de lo que aparenta. Un cura muy amigo mío me decía que la diferencia residía en que nosotros estamos hechos de tiempo, y Dios está hecho de presente. ¡Ahí es ná..!
Sea como fuera, ese eterno presente, compendia y abarca las existencias de toda la humanidad, tanto en su conjunto como en el uno a uno personal e individual… Y eso, la verdad, acojona como pocas cosas llegan a acojonar. Tan solo resulta comprensible si pensamos que las personas, como seres humanos que somos, o que pretendemos ser, procuramos encajar y coordinar nuestra humilde nota dentro del concierto universal; porque, sabido es, que una sola nota fuera de tono, puede arruinar toda una pieza maestra de ese mismo concierto. Adviertan vuecencias que no hablo de ningún juicio universal, sino de las notas de un concierto universal.
Naturalmente, yo me preocupo por la fusa o la semifusa que me toca… A mi edad, cuando la gatera de entrada apenas comienza a difuminarse, y la de salida se dibuja cada día más clara, es cuando uno empieza a contar los talentos que le tocaron en el reparto, y los talantes que he añadido o restado en la partida… Sinceramente, poco tiempo queda para rectificaciones, y aún menos para justificaciones. Y más sinceramente aún, tiro de caña y sedal y pocos peces veo en mi cesta. Como comprenderán, mi subjetividad en esto no me permite valorar en justicia.
¿He desperdiciado gran parte de mi vida en florilegios justificativos de supervivencia?.. Muy posiblemente que sí, o yo así lo creo. ¿He aportado o hecho algo que, en verdad, en verdad os digo, merezca la pena y la faena?.. muy posiblemente que no, o yo así también me parece creerlo… Miren, voy a ser claro con ustedes, mis lectores, a fín de intentar serlo conmigo mismo: no me puedo responder positivamente a la pregunta de haber aportado a mi vida un ápice de trascendentalidad al plan universal, ni en un solo minuto de todos mis años dando el follón por estos lares. Y no me hablen de cuánto he representado, por favor, que estaré más o menos satisfecho, bueno, pero no orgulloso… Válgales esto como confesión, pero yo lo utilizo como revisión.
Mi buena amiga María, me repite a menudo, a modo de mantra animoso, lo de “venga, adelante, que aún queda mucho por hacer”, y eso a pesar de sus penosas cargas y limitaciones de salud y de jurados enemigos que padece… Y, entonces, miro a mi alrededor, hecho un vistazo somero hacia atrás, y otro aún con más detalle hacia adelante, y me pregunto: ¿dónde?, ¿en qué?, ¿a quiénes?.. Ya no queda nada ni nadie que me reclame para nada. Puedo irme al desierto, a bautizar lagartos con arena, y miren, es posible que acabe allí, o aquí, que viene a ser lo mismo, pero ese esperanzado “amosallá” muere de propia desesperanza nada más ver el panorama que me resta… y me queda poco, muy poco…
…Y miren, puede que sea por esto mismo, por ser consecuente conmigo mismo hasta el puñetero final, el que crea y considere que no ande muy lejos mi “estación términi”. Un servidor de los frailes siempre he valorado la vida – o las vidas – en función a su utilidad, a su rendimiento, a su aportación (no a los rezos ni a las liturgias), aunque se deba a una demanda equivocada, errónea, o incluso egoísta, que bien nos podemos equivocar… Pero cuando ya no eres de necesidad, y más aún, cuando esta necesidad, al ser la postrera, ya se valora de oferta de alto nivel, la verdad es que no compensa los falsos floripondios que se nos ofrecen como mortaja, ni del externo radar interno que nos montamos nosotros mismos, tampoco. No soy un tipo del Inserso, ni adorante del tótem del dios Bingo, como habrán podido ustedes apreciar, y lo digo con todos mis respetos a sus mesnadas de nadas.
Sí… ya sé… es posible que algunos/algunas barrunten depresivos nubarrones en mi ánimo… Ánimo viejo, viejo ánimo. Pué ser, óigausté. Pero no se preocupen más allá de esa misma nada, porque no voy a hacer nada. Lo que pasa es que uno presiente la cercanía, ¿comprenden?.. y cuando se siente que los cabos del trinquete se aflojan sabe que el barco va a zarpar. Es natural. Si lo piensan bien pensado, la vida es una economía, tiene que tener un sentido, un objetivo, un “por qué” y un “para qué”. Cuando deja de tenerlo, pasa a modo stan bay, a modo espera. Puro sentido común. Lógico.
El único hilo de Ariadna que me mantiene unido al tejido del bordado es, precisamente, estas especies de comunicaciones diarias con la parte de mí mismo que no se resiste a abandonar el telar; esta relación… ¿literaria o estrafalaria?, con ustedes; este contacto, más fluído que asumido, que mantengo con los que quiero creer que me siguen regularmente. Y con lo que fabrico mi imposible telaraña de autoengaño. Pero quiero serles muy sincero: lo hago más por mí que por ustedes, porque yo los necesito más a ustedes que ustedes a mí, y no soy tan banalmente tonto como para creerme lo contrario.
Como igual reconozco que ese hilo es tan frágil, que, en última instancia solo depende de mí mismo: De que yo no pueda mantenerlo, o de que pueda seguir engañándome en mi autoespera. Soy consciente de ello… Bueno, y una vez soltado todo esto, amigos míos, dicho por lo general y por lo genérico, habré de incluirles en el lote una reflexión de rebote: que, en este invento de aqueste invierno, aquí no hay más karma que la furufalla con lo que se arma… Vale, compañeros, ahora piensen lo que quieran pensar.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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