COSAS DE MI AYER

“…Volverá a reír la primavera / que por cielo, tierra y mar espera / ¡arriba escuadras a vencer / que en España empieza a amanecer!”.. Luego venían un par de vítores, a Franco, a esa misma España, y un ¡rompan filas!, antes de que aquella tropa de azul y boinas rojas se esturreara, alegre y festiva, por aquella feria y por el escueto alrededor de mi escasa geografía humana. El caso es que los envidiaba, pero me sentía dolorosamente ajeno a ellos; como si mi sangre fuera de una casta inferior, como los parias; algo intangible que me mantenía distante, a una distancia insuperable… Uno de sus mandos intermedios pasaba cada mañana por la caseta a recoger los periódicos del día…
La primera vez le dije el precio a un falangista con galones, que me miró, insolente y amenazante, “paga el Frente de Juventudes”, dijo seco y enchulado, y mi madre intervino pronta, haciéndome callar. “Solo los buscas en los suscritos, se los das, y ya está”… así, como mordiéndose la lengua y en un susurro… Pues, ni dos palabras más, Barrabás. Y punto en boca. Pero me seguía llamando la atención aquellos alardes militares, su marcialidad, sus latones dorados, sus trompetas y tambores, y su manifiesta hidalguía. Porque hijosdalgo tenían que ser todos ellos, me pensaba yo; ese mí mismo al que le estaba vedado vestir bajo el Yugo y las Flechas de aquel patrio orgullo.
Pero buscándome un antídoto – como siempre hacía – me decía a ese yo mismo que ni siquiera el Capitán Trueno necesitaba de tales alharacas y matracas para realizar sus hazañas con el honor que le caracterizaba. En realidad, él, y Goliath, y Crispín, se sobraban y bastaban para ser mis auténticos y más genuinos héroes, y no aquella zagalería uniformada marchando al paso, que solo exponían fachada y poco más… El jueves venía paquete de Editorial Bruguera, y a ver qué aventuras nos trae a las que estos sacapechos ni se arriman… En aquella época y edad, a mis 9 o diez años, mi vida se desarrollaba más dentro de los tebeos que fuera de ellos. Construía mis fantasías envueltas en lecturas y papel, y dejaba fuera, en la vida real, lo que no me gustaba.
A veces, como esa, no me gustaba lo que no quería entender; lo que intuía que me iba a dañar. No tenía edad para comprender, pero la suficiente como para aprender a depender… Y dependía de unas normas no dictadas, no escritas, no expresadas ni formuladas, pero que me empapaban como una esponja. Nunca, jamás, ni con mi hermano (tres años menor que yo) ni con amigos ni familiares, hablé de tales sensaciones y experiencias. Tampoco ellos conmigo, claro… Era como un acuerdo tácito, sin decir nada, que se aceptaba porque se imaginaba. Y se imaginaba bien, dado que la creencia y el devenir de las historias que trae consigo la verdadera Historia, al final pone nombre a los sentimientos y ropaje a las sensaciones. Como también, estoy seguro de ello, le ocurriría a todos y cada uno, o una, de los que me lean o no me lean, y que hayan estado colocados en la casilla del damero que les tocaba, o que no les correspondía. Toda lectura distinta es la misma lectura.
Después, mucho después, en mis andadurías y búsquedas posteriores, pude quitarme la espina moral con una corteza intelectual: el autor del Capitán Trueno, que empezó su peregrinaje de tebeo en 1.956 (siete de mis años, a la sazón), fue Víctor Mora, un represaliado de izquierdas, que creó el personaje en la Cárcel Modelo de Barcelona, donde cumplía prisión por sus ideas republicanas… Confieso que aquello fue una grata revelación para mí, toda una catarsis, y entendí por qué mi Capitán Trueno no cantaba el Cara al Sol…
En realidad, el Capitán Trueno no tenía otro idealismo que su honradez, su lealtad, su honestidad y su espíritu de sacrificio por los más débiles, sin más banderas ni más catecismos. En dos palabras, tenía ideales, pero no ideologías…Bien pensado era, exactamente, un don Quijote batiéndose por todo el mundo y reduciéndolo a La Mancha de don Alonso Quijano, al que llamaban loco por defender lo indefendible, esto es, un idealista sin ideología… De eso se trataba entonces; y de eso mismo se trata ahora.
Víctor Mora escribió los guiones desde su falta de libertad, al que dió figura a través del dibujante Miguel Ambrosio… Su virtud es que creó un personaje revestido de valores humanos, que conquistó tanto a hijos de padres de derechas como a hijos de padres de izquierdas, en una España de tiempos oscuros y años de plomo. Ese fue su gran y enorme mérito – quizá sin proponérselo – en el que hizo iguales a los que fuimos diferentes; y que nos reunió a los distintos en una misma batalla.
Luego, más tarde, tuve amigos, hijos de esos padres de derechas de toda la vida, que se hicieron maoístas perdidos en sus tiempos de la universidad, y que corrieron delante de “los grises” a recibir palos por sus ideas contrarias a las recibidas… Yo no pude llegar a universitario, ni tampoco a otras metas menores, quizá por ser hijo de mis padres, y arriesgué por otros andurriales distintos pero igual de cabales… Como no todos aquellos falangistas de pantalones caqui, camisa azul, boina roja y dorados, tampoco representaban lo que vestían, pero que a mí, por dentro, tanto me revolvían…
Toda vida lleva su curso, y cada andariaje paga su peaje… Muchas veces lo conocido no es exactamente lo aprendido, y doy gracias por ello. Todos hemos de rectificar cada cuatro pasos de andar el camino, o mientras el camino nos anda a nosotros; y esa, y no otra, es la riqueza de la experiencia, que es la que en verdad hace conciencia… Una prima mía me queda en ese camino que me dice que “nos estamos haciendo mayores”, y añade con un mohín coqueto: “no viejos”… La realidad más real es que nos estamos haciendo mayores desde que éramos críos y aprendíamos lecciones que solo el tiempo nos iba a desvelar su significado. La mayoría de edad no está en la edad, sino en lo vivido a lo largo de esa edad. Precisamente. Lo demás son cosas y casos que pasan y que nos pasan.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.esceriburgo.com / miguel@galindofi.com
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