AMIGOS ó AMISTADES..?


El de “Esta mala sensación” de pasadas semanas tuvo un efecto muy curioso, hay que ver cómo son las cosas… De cuanto me vaciaba en el mismo, al personal casi no le llamó la atención nada de lo que decía, y es posible que sea normal, o no, o puede que quizá quisieran respetar el pudor de ese algo personal, no lo sé… Sin embargo, sí que hubo un algo, una sola cosa, de la que más de cuatro se mostraron sorprendidos, y así mismo lo compartieron conmigo… ¿Cómo es posible que en tan largo período de tiempo – 25 años – hayas conseguido tan paupérrimo patrimonio de amigos?..
                   Pues, qué quieren que les diga… Hasta que ustedes me comunicaron su sorpresa en tal respecto, un servidor estaba convencido de que así suele ser la vida. Incluso ahora, si bien puedo  llegar a tener una duda razonable, pero sigo creyendo que no tiene porqué ser directamente proporcional una cosa con la otra, fíjense… Y, aunque el cálculo de posibilidades sea una probabilidad matemática, las posibilidades de entender la amistad con un mismo concepto de la misma es más bien improbable, ya que las expectativas son distintas según cada cual. El ejemplo más común es el confundir correctas relaciones con amistades. Todos tenemos muchos amigos pero con muy pocos de ellos mantenemos auténtica amistad. Aunque a veces hasta pueda parecerlo.. De ahí la confusión.
                   Y yo entiendo como amigos a esos muy pocos, pero no a esos muchos, que hasta pueden creer que lo son en función al interés que sacan de la relación contigo, ¿comprenden?.. Bueno, de acuerdo, me dirán, eso es una vía de doble sentido, y lo mismo puede entonces decirse de ti… Pues efectivamente así es, si bien mis expectativas, así como las de los otros, bien pueden no ser las mismas. Y cuando los conceptos son diferentes, el objeto de ese preciso concepto (la amistad, en este caso) no puede darse en modo alguno. Es tajantemente imposible. Para mí, por ejemplo, la amistad debe estar por encima de los intereses, por encima de las ambiciones personales o colectivas, por encima incluso, y sobre todo, de grupos, creencias e ideologías… Es muy posible, no lo negaré, que mi medida sea tan exigente que de ahí se explique mi poca cosecha en tan largo tiempo. Puede ser que así sea. Pero es que, al menos para mí, no es lo mismo un amigo que un compañero de viaje. Un camino podemos recorrerlo con muchas personas, pero los que quedan unidos por afectos que trascienden el propio camino son más bien pocos, muy pocos, poquísimos en realidad.
                   De hecho, y esto viene a cuento porque me viene de fuentes fiables y muy confiables, al menos para mí, algún alguien dijo en un momento concreto a otro alguien sobre mi persona: “aunque pueda parecerlo, a Miguel no se le aprecia en nuestro entorno. Él se cree que entre nosotros tiene amigos, pero no los tiene…”. Bien, pues esta declaración de principios, es de una loable sinceridad, aparentemente al menos, hacia aquel en el que se depositó tal aserto, que no hacia mí, por supuesto, al que se me supone confiado, si no engañado… Y, si bien es cierto que es inevitable que en tan larga andadura se cuele alguna decepción concreta, a fé mía que afortunadamente son bien pocas, pues en lo general sé muy bien que la amistad no se concreta durante el trayecto, si no después del trayecto. Es como el buscador de oro, que ha de tamizar toneladas de escoria antes de encontrar una sola pepita que merezca la pena.
                   Así que no… miren ustedes, yo sigo creyendo que es perfectamente normal, y que no hay que admirarse por tan miserable resultado, por desalentador que pueda parecer. Los amigos que tengo son los mismos que fueron antes de, y que siguen siendo ahora, después de, incluídos los que han pasado al camino invisible… Y los amigos que hayan podido saldarse (¿?) de la senda que elegí andar, si alguno me puede haber quedado, o yo puedo haberle quedado a alguno, se verá una vez pasado por el contraste del tiempo y la distancia, cuando ya a ninguno nos queden restos de fatuos egos, y que, en definitiva, es el colador que separa los valores humanos de los intereses mundanos.
                   Pero yo sé muy bien la senda que transité, y conozco sus trampas, y no me llamo a engaños. Ingenuidades, las justas, hermano cofrade… Que aprendido tengo que la amistad resulta cara porque escasea como joya que es, y que la baratija abunda, pues de barato le viene el nombre…

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