ESTA MALA SENSACIÓN
Me da la sensación de que todo lo que he hecho en mi vida no sirve para nada. Miro hacia atrás y es como una triste inercia, como una sucesión de sombras, como una siembra de vacíos… Clubs Campings y Fénix, asociaciones juveniles en plena dictadura, oasis culturales de unos pocos iluminatas de escasas añadas y menos luces, asociaciones, oenegés que aún no se llamaban oenegés, luego después Cáritas, Coecs, amigos de…, fundador de esto y lo otro, asociaciones cien, miembro de mil juntas, rectoras, ejecutivas, representaciones en acá y de allá… ¡Tanto por los demás y qué poco, qué rematadamente poco por mí y por los míos!, que hasta algún hijo dejo en la inseguridad y precariedad con que yo me moví como soñador funámbulo, arreglador de nada, muñidor de mucho y gilipuertas de todo. De poco sirve ya. Que ni ayuda ni agradecimiento cosechara por mi nombre.
Un prójimo me dice “lo importante no es hacer, amigo mío, lo importante es ser”, añadiendo conmiserativo que “lo que se hace, pasa, pero lo que se es, permanece”… Pues menudo consuelo, porque, ¿qué es lo que realmente soy, aparte de un pobre tonto?.. Tan solo me conforta un poquico creer al menos que hacemos según lo que somos. Y como que alguien me enseñó un día que LO que somos es cosa de Dios y el CÓMO somos es cosa nuestra, pues parece que le paso a Él una parte de la responsabilidad. No obstante, sea como fuere esta milonga, lo único que he aprendido desde que me conozco es que la única verdad absoluta es que no existen las verdades absolutas. Así que… sírvase usted mismo, maese Lucas.
Pero no me malinterpreten, por favor. No confundan el estar arrepentido de lo hecho, que no lo estoy, con el estar defraudado por lo echo, que sí lo estoy… Lo hecho, hecho está, y lo volvería a hacer, no crean… No es esa la cuestión. No puedo arrepentirme de ser lo que soy, pero sí puedo lamentarme de ello. Eso es cuasi que inevitable. Aunque tampoco sirva más que de vulgar, mediocre y ridículo desahogo por mi parte. De la experiencia tan solo quedan algunas personas, pocas, en realidad poquísimas, que estuvieron o siguen ahí. El resto de las demás pasan como pasan las cosas que se hicieron, que pasan sin quedarse, y se van junto con lo hecho, en el tiempo, en la distancia, en esa inercia de lo que hablaba al principio, en esa sucesión de sombras que decía al comienzo.
El caso es que me dispongo a cubrir la última etapa de mi viaje con bastantes menos alforjas y alguna que otra experiencia. Voy libre de equipaje y ligero de servidumbres. Con el horizonte despejado de expectativas y sin esperar nada que no tenga ya en mi menguada faltriquera, que es bien poca herencia para tanto trabajo por cierto, que poco es el legado recibido… Y es mejor así, créanme. Va uno más rápido, y puedo sentarme a la orilla del camino cuando me plazca a ver pasar los payasos del circo. Y puedo empezar a aprender a hacerme invisible, a desaparecer, a fundirme en la voz del viento si fuera posible. A diluirme en los ecos de esta tinta y este papel, si es que me permiten mi cobijo último…
De todas formas, las formas aparentan volver atrás en el tiempo. Me vienen sueños de existencias viejas, de calle nocturnas de pueblo, maliluminadas por un ralo tendido de bombillas a mitad de un cable de lado a lado de las paredes. Una aquí, otra allá… bajo visera de lata y bamboleadas por el viento, en una danza chirriante de sombras chinescas, huidizas, fantasmagóricas, que hacían del trayecto una incógnita de temerosas aventuras, emboscadas en el silencio oscuro y bailón de cada esquina. Son reminiscencias antiguas y familiares entre los escombros de las primeras vivencias, que me vienen cuando ahora veo farolas apagadas por no poderlas mantener. Una por cada dos. Como antes. Y dicen que no hay para gasolina con que mover los coches. Ni papel con que mover las fotocopiadoras. Tampoco antes había coches ni máquinas. Solo bicicletas y uniformes. Y pocos… Que el miedo se bastaba a sí solo para mantener el órden… Por cierto, también dicen que algunos están volviendo a hacer listas de afectos y desafectos, a vigilar con quién se habla y a quiénes se juntan, al si no estás conmigo es que estás contra mí… Eso se cuenta en los mentideros de la villa, señor comendador… Eso se deja caer en los cenáculos propios y ajenos… Pues también como antes…
Es lo único que no me gusta para mi ya menor mañana. Es lo único que detesto. Es lo único que puede traer mayor indignidad a mi ya poco futuro. Ojalá y solo sean malas ideas asociadas a ese mal sueño, malos recuerdos maridados con el juicio en la corte por la justicia de un juez, un falso temor por augurios de silencios en las voces de la libertad, no sé… Por eso decía al comienzo que hoy tengo la mala sensación de que todo lo que he hecho en mi vida no ha servido de nada.
Un prójimo me dice “lo importante no es hacer, amigo mío, lo importante es ser”, añadiendo conmiserativo que “lo que se hace, pasa, pero lo que se es, permanece”… Pues menudo consuelo, porque, ¿qué es lo que realmente soy, aparte de un pobre tonto?.. Tan solo me conforta un poquico creer al menos que hacemos según lo que somos. Y como que alguien me enseñó un día que LO que somos es cosa de Dios y el CÓMO somos es cosa nuestra, pues parece que le paso a Él una parte de la responsabilidad. No obstante, sea como fuere esta milonga, lo único que he aprendido desde que me conozco es que la única verdad absoluta es que no existen las verdades absolutas. Así que… sírvase usted mismo, maese Lucas.
Pero no me malinterpreten, por favor. No confundan el estar arrepentido de lo hecho, que no lo estoy, con el estar defraudado por lo echo, que sí lo estoy… Lo hecho, hecho está, y lo volvería a hacer, no crean… No es esa la cuestión. No puedo arrepentirme de ser lo que soy, pero sí puedo lamentarme de ello. Eso es cuasi que inevitable. Aunque tampoco sirva más que de vulgar, mediocre y ridículo desahogo por mi parte. De la experiencia tan solo quedan algunas personas, pocas, en realidad poquísimas, que estuvieron o siguen ahí. El resto de las demás pasan como pasan las cosas que se hicieron, que pasan sin quedarse, y se van junto con lo hecho, en el tiempo, en la distancia, en esa inercia de lo que hablaba al principio, en esa sucesión de sombras que decía al comienzo.
El caso es que me dispongo a cubrir la última etapa de mi viaje con bastantes menos alforjas y alguna que otra experiencia. Voy libre de equipaje y ligero de servidumbres. Con el horizonte despejado de expectativas y sin esperar nada que no tenga ya en mi menguada faltriquera, que es bien poca herencia para tanto trabajo por cierto, que poco es el legado recibido… Y es mejor así, créanme. Va uno más rápido, y puedo sentarme a la orilla del camino cuando me plazca a ver pasar los payasos del circo. Y puedo empezar a aprender a hacerme invisible, a desaparecer, a fundirme en la voz del viento si fuera posible. A diluirme en los ecos de esta tinta y este papel, si es que me permiten mi cobijo último…
De todas formas, las formas aparentan volver atrás en el tiempo. Me vienen sueños de existencias viejas, de calle nocturnas de pueblo, maliluminadas por un ralo tendido de bombillas a mitad de un cable de lado a lado de las paredes. Una aquí, otra allá… bajo visera de lata y bamboleadas por el viento, en una danza chirriante de sombras chinescas, huidizas, fantasmagóricas, que hacían del trayecto una incógnita de temerosas aventuras, emboscadas en el silencio oscuro y bailón de cada esquina. Son reminiscencias antiguas y familiares entre los escombros de las primeras vivencias, que me vienen cuando ahora veo farolas apagadas por no poderlas mantener. Una por cada dos. Como antes. Y dicen que no hay para gasolina con que mover los coches. Ni papel con que mover las fotocopiadoras. Tampoco antes había coches ni máquinas. Solo bicicletas y uniformes. Y pocos… Que el miedo se bastaba a sí solo para mantener el órden… Por cierto, también dicen que algunos están volviendo a hacer listas de afectos y desafectos, a vigilar con quién se habla y a quiénes se juntan, al si no estás conmigo es que estás contra mí… Eso se cuenta en los mentideros de la villa, señor comendador… Eso se deja caer en los cenáculos propios y ajenos… Pues también como antes…
Es lo único que no me gusta para mi ya menor mañana. Es lo único que detesto. Es lo único que puede traer mayor indignidad a mi ya poco futuro. Ojalá y solo sean malas ideas asociadas a ese mal sueño, malos recuerdos maridados con el juicio en la corte por la justicia de un juez, un falso temor por augurios de silencios en las voces de la libertad, no sé… Por eso decía al comienzo que hoy tengo la mala sensación de que todo lo que he hecho en mi vida no ha servido de nada.
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