+ IDEAS Y - IDEOLOGIAS

En una guerra civil, fraticida y cainita como la nuestra, los vencedores siempre ejercen sus cuatro derechos básicos: ocupar los puestos de mando, ejercer su venganza, impartir “su” justicia y escribir “su” historia. Los vencidos no suelen tener ningún derecho, o si acaso, obtienen los elementales sometiéndose sin condiciones a los vencedores. Esa es la condición humana. Solo el tiempo puede apagar la venganza y solo en la distancia se puede buscar un poco de justicia. Y solo la posteridad puede escribir algo de verdad en la historia. Hay pues que esperar a que mueran los resentimientos para que nazcan los reconocimientos, serenos, de los hechos, y que de ese modo la historia pueda escribirse a sí misma… Mientras queden herederos enrocados en los sistemas rectores de la sociedad y sin que la savia de la reconciliación sea inyectada en sus renuevos y vástagos, no se dará la cicatrización final, las heridas seguirán cerrándose en falso, ulcerándose, y abriéndose la llaga de cuando en cuando hasta que, algún día, se den las condiciones adecuadas para su total sanación.
        No encuentro otra explicación al fenómeno Garzón, y cae en verso. Cada vez se parece más al famoso caso Dreyfus, que desprestigió mundialmente a la judicatura francesa durante mucho, mucho tiempo, y que ha venido a ser un clásico en cuanto como se escriben las más vergonzosas y humillantes páginas de la historia por parte del sistema judicial de nuestros vecinos. Preveo que, de acabar igual, también se escribirá mucho y durante largo tiempo de la mala praxis de la justicia española, borrón equiparable al desgraciado episodio galo. Ya lo iremos viendo, ya, si bien internacionalmente nos están mandando los más claros recados al respecto. Estamos en ese momento que decía en el párrafo anterior, en que la historia debe escribir su historia, dejando de ser cerrada y pesebrista para ser abierta y analizable desde ópticas menos contaminadas, con análisis exentos de consanguineidades…
        La documentada obra de Paul Preston (800 págs. Ed.Debate) El Holocausto Español, recuerda demasiado el rosario de enquistadas atrocidades que hemos estado viendo desfilar como testificales en los crímenes – que no actos bélicos ni políticos – por los que el juez que quiso juzgarlos fue juzgado. Estamos hablando de un plan sistemático, cuidadosamente planificado, de aniquilación. De un plan de purga y exterminio interno perfectamente calculado y muy bien orquestado hacia el exterior. Los errores políticos y/o militares pueden, quizá deban llegado el caso, beneficiarse de amnistías y caducidades, es posible… Pero los delitos por asesinatos masivos, los crímenes contra la humanidad, desde luego que no, si queremos merecer una cierta categoría humana, claro...
        Por eso, que un sistema se oponga a reconocer sus responsabilidades históricas allí mismo donde ha presumido de hacerlo en ajenas lindes, aparte la hipocresía que ello conlleva, demuestra la aún inmadurez social, cultural, política y judicial que padecemos. Y los miedos que todavía arrastramos. Y los fantasmas con los que aún convivimos. Pero hasta que no podamos mirar atrás con los ojos limpios, asumiendo las secuelas de un pasado que ya debemos enterrar junto con los despojos de nuestros muertos, hasta que no podamos admitir nuestros errores y nuestros horrores, hasta que no nos atrevamos a mirar a nuestra propia historia cara a cara, no encontraremos la verdadera paz, y nunca podremos hermanar la dignidad con la justicia. Jamás.
        Y me pregunto qué pecados habremos cometido, qué equivocaciones, o qué maldiciones hemos cebado, al calor de qué odios o de qué adoctrinamiento enfermizo nos hemos criado, para no poder escribir, aún tras 75 años, la última y definitiva página final de nuestra malhadada historia… Y he aquí que en este punto, un amigo me señala a los propios partidos políticos sin distinción de matices. Fíjate en sus delfinarios, me dice, observa a los neo FF. de JJ. a izquierda y derecha, mira esas ikastolas ideológicas en donde maceran a sus nuevos líderes y servidores. Los instruyen en el pensamiento único, los juramentan, los hacen competir entre ellos, les imprimen lealtades de conciencia y los lanzan a ocupar y sujetar  cuotas de poder. No son ciudadanos, son soldados. No son civiles de calle, son gladiadores. No tienen experiencia de vida, de trabajo, de convivencia codo a codo, con otros de distinta forma de ver y entender las cosas. No existen valoraciones objetivas, ni sanos intercambios, ni permeabilidad alguna. Se les enseña el respeto entre ellos y el desprecio hacia el contrario. No se hacen, se manipulan. No se educan, se dirigen. No son útiles, son utilizados. No tienen visión global, si no parcial, ¿no los ves de teloneros y palmeros tras el líder en los mítines..?. Tienen ideología, pero no tienen ideas. Y necesitan el poder como medio de vida, porque no les han enseñado a ganársela en un mundo libre y plural.
        ¿Es posible que mi amigo tenga razón?.. Pienso cosas, analizo casos, y me va cuadrando el cuadro. Puede que de ahí venga la mediocridad, la ineptitud, el dogmatismo y la demagogia que veo crecer en el entorno. De ahí la crispación, la prepotencia, el fanatismo… De ahí la sinrazón de lo de Garzón… Es posible. Ojalá y no… ojalá y sea solo un mal yu-yu…Pero sea como sea, ¡más ideas y menos ideologías!.. Por favor… Es que, si no, españados estamos....

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