CRÓNICA DE UN MISMO DÍA

Madrid. Un inmigrante rumano, parado, con hijos pequeños y aviso de desahucio inminente, pidiendo limosna por las calles, encuentra a la puerta de un banco una cartera en el suelo. Es de un jubilado y lleva 200 euros. La entrega al director de la sucursal para que sea devuelta a su dueño. En los días siguientes la gente lo felicita por su gesto, pero él sigue suplicando unas monedas que le permitan tapar algo de hambre en su familia. Cara.

                Sagunto, Valencia. El día de Navidad, un matrimonio octogenario es abandonado por su hijo en una parada de autobús, sin comida, ni ropa, ni sus medicamentos. Los ancianos son trasladados a una residencia. El hijo se justifica por el mal carácter del padre. Cruz.

                Alicante. Su Hospital General rebosa de suciedad y basura acumulada. Los pacientes ingresados han de limpiar sus propias habitaciones. El motivo es la huelga del personal de la empresa de limpieza porque la Generalitat no les paga los atrasos que debe… Andalucía. Miles de niños no pueden ser atendidos en los comedores escolares por la misma razón. La Junta debe suministros y servicios a la empresa de cátering encargada de ello… Aragón, tres cuarto de lo mismo por la falta de pago al personal que los atiende… Granada. Las calles hieden de porquería y basura que se amontona sin recoger, por igual motivo…

                Pero en todas partes, en todas, acaban de salir a esas mismas calles portentosas y ostentosas Cabalgatas de Reyes, a cual de ellas más sacabarrigas. Esa, y no otra, es nuestra escala de valores. No hay dinero para limpiar hospitales, ni para dar de comer a los niños en los comedores escolares, ni para cuidar de la más elemental salud pública y cívica, pero sí lo hay para montar circos urbanos y fiestas populares. Esas, y no otras, son nuestras prioridades.

                La cara y la cruz del ser humano. El ángel y el diablo. La esplendorosa honradez del más pobre y la miserable hijoputez del más ruín. A ambos se les paga con el mismo denario, pues ni uno recibe su premio ni el otro su castigo. La indiferencia es la injusta respuesta administrativa, política e incluso social, porque unos andamos dormidos entre cabalgatas y alharacas y otros andan insomnes entre sus dramas personales y familiares. La frivolidad y la tragedia en obscena convivencia.

                Mientras, el país se desgarra entre protestas, masas de parados, desahuciados, legiones de jóvenes que lo abandonan en busca de su pan, gentes que no pueden pagarse una buena medicina ni una mala justicia, cientos de miles de víctimas de buitres financieros y bancos carroñeros que obtienen impunidad por sus fechorías, por un lado, y políticos, allegados y empresarios asociados en una espiral ininterrumpida de corrupciones, cohechos, robos, financiaciones ilegales y apropiaciones indebidas, por otro. También el hambre y el latrocinio andan juntos. En España, hasta los payasos lloran.

                Mas de pronto, cruza el paisaje como una exhalación la joya de la corona patria y de sus patrioskas. Es el AVE más César que Fénix. Y pasa indiferente y exultante. Indiferente a las pequeñas estaciones que esperan en la desesperanza, y exultante por su prestigioso destino final: Europa. Aunque, al final, para llegar a ella tengamos que atravesar una nueva frontera de una nueva vergüenza. En sus refulgentes vagones viajan los cerebros y prohombres elegidos por los hados, los idus y los votos. Son los llamados a dar grandes soluciones a los grandes problemas. Los insignes escogidos para enderezar todo lo torcido. Pero ni siquiera juntos allí dentro, tan preclaros próceres se entienden entre ellos. Cada uno va a su bola, cada cual con su película, cada perro disputa su propio tasajo, cada mediocre tira de su propia mediocridad.

                Esta es la miscelánea de un mismo día. La miscelánea de un país, de una nación, de un estado… o lo que al final quede de esta cosa en lo que nos hemos convertido. Miscelánea de sus pueblos, de sus gentes, de sus ciudadanos, de sus ladrones y de sus ineptos. La miscelánea de su última e íntima, de su más reciente y renuente, pero también más triste, historia. El deslumbrante tren llega a su estación términi, y los genios sonríen satisfechos. Ahora, albricias, vítores, loores y honores, que todos estamos más unidos, más cerca, y sin embargo, nunca más lejos unos de otros. Nunca más separados que hoy. Jamás hubo más egoístas, ciegos e insolidarios juntos… a pesar de la florida y falsa verborrea de los salvapatrias de turno. Mientras ellos entonan los vivas, a mí solo me quedan ganas de aullar a la luna… ¡Auuuuu..!.

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