EL EGO - solo para raros y sensibles -
Imaginad la primera inhalación en la vida de cualquier vida humana. En ella se instala una gónada invisible, eterna, una chispa de inteligencia divina, un quantum inmaterial e intemporal, pero que se somete al juego ilusorio de la materia y el tiempo. Viene a experimentar jugando, o a jugar experimentando, en una inacabable creación. En ese mismo instante, emite un reflejo de sí mismo y crea una entidad paralela, dependiente e incipiente. Una entidad que ha de ser convertida en identidad, dotándola de una aparente independencia. Y, una vez hecho esto, esa chispa queda como presencia silenciosa, latente, que solo se dedica a observar…
Lo primero que siente el recién creado es que está solo, y al gobierno de una existencia física de la que comienza a recibir mensajes a través de un maravilloso organismo vivo y autónomo. Y empieza el aprendizaje. Los sentidos corporales recién estrenados le hacen llegar las primeras sensaciones que él ha de interpretar, interpenetrar, clasificar y, por ende, aprender a obrar en consecuencia. La luz y la percepción de las formas, el frio y el calor, el hambre y la saciedad, la compañía y la soledad, las vibraciones familiares y las desconocidas, el dolor y el placer… De momento entiende solo un par de cosas: lo desagradable y lo agradable. Y aprende a ejercer el llanto para alejar lo primero y atraer lo segundo. Es la noción más importante. En esto basará su instinto de supervivencia. Porque está él solo al mando, y debe sobrevivir por encima de todo. Tiene que hacerse cargo de aquella maquinaria perfecta y manejarla por su propio bien y para su propia satisfacción. Él es el capitán de su propio barco.
Pronto se dará cuenta que existen a su alrededor otros barcos con otros capitanes, y ha de aprender a interactuar con ellos, conforme va creciendo su cuerpo y expandiéndose sus capacidades. Y su ansia de ser y de saber lo convierte en una apasionante esponja que absorbe conocimientos y experiencias. Ya sabe que cuando no funciona el exigir, lo hace el solicitar, y si eso tampoco, hay formas más sutiles, como el negociar, o menos sutiles pero más efectivas, como el chantajear. Y ve que conociendo las cosas también se va conociendo a sí mismo, al tiempo que va con-formando su trato con las demás formas. Y a personalizarse a sí mismo en su relación con las demás personas. Por cierto, que esos demás son fantásticos espejos para mirarse, adaptando y adoptando la personalidad que más convenga según con quién o en cada momento… y eso es una herramienta de enorme utilidad y aprendizaje. Poco a poco va haciéndose y conociéndose. Él es su propio creador. Él es él. Ergo, sum, se dirá a sí mismo de sí mismo. Hay otros muchos, pero no son él. Él sabe lo que hace y lo que debe hacer, planea y persigue objetivos, estrategias, proyectos, en solitario y/o en coordinación con el resto de el-los… La vida es corta y hay que darse prisa…
Sin embargo, en algún momento de alguna de esas cortas vidas, por algún motivo fuera de su propio control, o simplemente porque le ha llegado una ocasión que escapa a sus parámetros, se dará cuenta que no está solo, que en su parte más vacía e ignota, en el fondo de su nada, hay una presencia, silente, un observador atento. Y el descubrimiento le producirá sobresalto, y un cierto terror desconocido, un miedo desconfiado. He aquí a mi adversario, mi competidor, mi enemigo, se dirá entonces el ego a sí mismo… Y desde ese momento comenzará a concebir trampas para eludirlo, y ardides y tretas con que engañarlo para conservar el control, y a mantener pulsos y luchas con armas forjadas en la fragua de las creencias, las ideologías… y a librar batallas intelectuales. Y a montar añagazas acumulando interesados méritos, adoptando falsas humildades, o practicando el victimismo, para no perder el terreno conquistado, o a utilizar la sublimación, usando la religión como moneda de cambio… Pero todo será inútil.
¿Quién eres tú, que vienes a disputarme mi poder, mi control, mi señorío sobre mi vida y mi existencia..?, preguntará, al fin, el ego a aquel que tan solo mira y calla.
- No tengo nombre, pónmelo tú… Yo soy la Presencia, soy el Observador… Soy EL que Soy, mientras tú eres LO que eres. Yo no formo parte de ti, pero tú sí que formas parte de mí, porque yo te he creado y te he dotado de una mente para que esté a tu servicio. Pero en tu intento de hacerte pasar por mí, solo te engañas a ti mismo.
- ¿Y qué quieres de mí?..
- Solo que me reconozcas, y que no me suplantes. Entrégate a mí con tus experiencias, y tú volverás a ser yo. Habremos hecho lo que hemos venido a hacer, y regresaremos juntos con nuestra ofrenda al Alfa y el Omega, a donde pertenecemos y de donde somos desde la eternidad.
- ¿Y si no lo hago?..
- Entonces, sufrirás mucho hasta que te des cuenta, o hasta que desaparezcas como lo que eres en realidad. Lo demás no importa. Yo puedo hacer nacer de mí infinitos egos. Es mi trabajo.
- Pos hay que joerse… Sea usted ego para esto…
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