HISTORIA e HISTORIETAS
Tengo una carta de un catalán criado con cava y educado entre sardanas, diadas y caganers con barretina, y formado en una escuela donde le enseñaban la historia de su senyera, cuyas cuatro barras fueron pintadas por el emperador franco con la sangre de Wilfredo el Velloso sobre tela dorada. Un catalán ilustrado en el odio al Borbón, versus español, por la derrota anexionista (¿?) infligida a su pueblo por Felipe V, el resentimiento fóbico a todo lo hispánico, y el exaltado amor por los Pirineos, la Caixa, las xirucas y la butifarra. Un escrito de un catalán honesto y cabal, encomiablemente justo, que un día salió de sus cuatro paredes barradas, que viajó al extranjero – incluída España – vió otras realidades, leyó otras historias, amplió su mente con otras culturas, empapó su espíritu de otros horizontes, vivió una vida mucho más respirable y desprejuiciada, enfín, y descubrió que la verdad es tan bella, libre y generosa como frágil, manipulable y falseable.
Un catalán que escribió lo que sintió cuando comprobó que cualquier ciudad medianamente populosa del ancho mundo, como Shangay por ejemplo, tiene ella sola el triple de habitantes que toda Cataluña junta, o que cualquier banco mediano de ese mundo global es diez veces mayor que todas las caixas juntas habidas y por haber, o de que hay cientos de otros Pirineos…
… Y que las cuatro barras de Wilfredo el Velloso no tienen la más mínima base histórica, entre otras cosas porque ni siquiera llegó a ser contemporáneo del emperador franco de marras, ni en esa época se usaba la heráldica, y aunque así hubiera sido, el emblema de los Condes de Aragón, a cuya corona pertenecía el condado franco, era la cruz de San Jorge sobre campo de plata… Y que en 1.714 no hubo nunca ninguna guerra entre catalanes y españoles, ni jamás existió derrota alguna, dado que fue una guerra de sucesión, que no de secesión, entre dos candidatos por la corona española tras morir Carlos II sin descendencia, entre los borbones francés y austriaco, participando los catalanes en el conflicto igual que todos los españoles en el resto de la península… Que incluso, hay que ver lo que son las cosas, el propio nombre de España, si a eso vamos, es un provenzalismo que le viene al castellano a través de la histórica Marca Hispánica catalana…
… Un catalán universalizado que descubrió con los ojos del alma y los del cuerpo, que la sardana la inventó en 1.817 un tal José Ventura, de Alcalá la Real, Jaén, hijo de un comandante del ejército español por más señas, pero que, al ser una danza única, no comparable a la jota que, para más inri, se daba en otras partes de España, se eligió como símbolo estrictamente catalán, como el pantoumaca, que para ellos no es el pan con tomate de cualquier parte del mismo mundo mundial...
… Un catalán que llegó a conocer que su Caganer del belén es una generalización del pasado siglo XIX, ayer mismo como quién dice, y que no tiene más tradición catalana que la interesadamente impuesta como inventada seña identitaria de una zona. Yo mismo puedo dar fé que en el belén que me ponían mis padres, hace casi 60 ya, años había un pastor agachado haciendo caca, pero, claro, sin nombre en catalán… Creo que se le llamaba el tío cochino, o algo así, con perdón del puñetero belén.
Pero yo le contesto a este honrado y admirable catalán, que estas manipulaciones ocurren en todas partes y épocas, si bien según, cómo, porqué, cuándo y dónde se acusan especialmente sensibles. Que es tristemente normal que los patrioterismos espurios, los nacionalismos ombligueros, usen estas tretas ruines para torcer y torticear la verdad sacando falsas historietas de la historia real. Que siempre ha pasado, pasa, y, por desgracia, siempre pasará…
… Pues siempre se han escrito dos historias. La falsa y la auténtica. La primera la escriben los políticos sin escrúpulos, y la segunda los investigadores decentes y honestos . A la primera la siguen los amantes de la verdad, y a la segunda los engañados y los engañadores. Pero todos participamos, en mayor o menor medida, de la primera, de la falsa, porque los intereses económicos, sociales y políticos pesan más que la verdadera historia.
¿Un ejemplo?.. Ahí tienes, sin ir más lejos, lo del propio santo patrón Santiago de la propia España una… Y es que, querido amigo catalán, en todas partes cuecen habas, pero lo que es en nuestras casas… a carretás.
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