EUROPA
El
año próximo tenemos elecciones europeas. Y habremos de votar a nuestros
representantes – previamente preelegidos y precocinados – por los partidos,
para que se peguen la vida padre y cobren de puta madre. Serán aquellos a los
que sus siglas querrán agradecer los servicios prestados o malprestados (aquí
cuando algún inútil hace una pifia se le asciende), y/o que quieren buscarse
sus retiros dorados en sus sedados y sonados senados. Además, en la distancia
es más fácil ocultarse y ocultar cosas al personal. Y una de las ocultaciones
más guardadas por nuestros políticos nacionales del uno y otro lado del
Mississipi es que lo que nos venden como sustancial, el concepto de
nación-estado, es ya una estructura de gobernanza caduca y obsoleta.
Y lo que debiera ser es que la
una sola Europa adopte para todos los mejores sistemas que cada país sabe
desarrollar: el de empleo alemán, el de sanidad francés, el de educación
finlandés, el de igualdad sueco, el de… No puede haber veinte modelos distintos
en un concepto único de unión europea. Es lo contrario a una unión. Es lo que
España con respecto a sus autonomías: un auténtico y esperpéntico desastre
económico, político y social. Un desbarajuste descomunal que: 1).- dilapida las
sinergias positivas en tiempos de bonanza, y 2).- nos lleva a la ruina en los
de escasez. El modelo de una desunión europea lo tenemos hoy establecido en
desempleo crónico, población envejecida e insostenible, crecimiento frenado y
deprimido, creciente desigualdad económica y social, desaparición paulatina de
la clase media, agotamiento de los recursos naturales, paralización de las
energías limpias, calentamiento global, países de primera, segunda y tercera
división…
Pero, claro, resulta ingenuo
creer que líderes elegidos para 4 o 5 años por ciudadanos de países con
diferentes intereses, puedan resolver otros problemas que no sean los de su
propio interés. Nosotros seguimos a lo nuestro: fomentando el nacionalismo con
las adormideras sociales de siempre, que si las competiciones deportivas
nacionales, que si las fiestas ídem, que si los tópicos ombligueros y típicos
arcaizantes de las muchas naciones-estado. Es el vehículo más apropiado para el
negocio a corto plazo a repartir entre ciertos bolsillos, y para el
atontamiento patriotero y bajuno de los ciudadanos. Y no digamos para el medro
político… Y dentro de este pastel, nosotros somos los últimos en enterarnos de
que aún seguimos imbuídos de un proyecto político falseado. Intelectualmente
proclamamos que Europa aún es una abstracción para su ciudadanía, pero
abundamos en hacer todo lo posible para que siga siendo así. Una triste
incongruencia. Una sangrante ironía que todos hemos empezado a pagar… y otros a
cobrar.
La política en democracia está
en el equilibrio entre lo que quiere el pueblo y lo que necesita. Lo malo es
cuando el interés de esa política se esfuerza por deformar y desinformar, con
la entusiasta aceptación y participación además, de ese mismo y atontado
pueblo. De ahí que Europa se plantee más lo que cada nación quiera y necesita,
que lo que puede aportar a la auténtica unión europea. No debemos, ya no
podemos, actuar como españoles, franceses, alemanes, italianos, holandeses…
mucho menos como vascos, andaluces, gallegos, catalanes o mierdaneses… O somos
europeos o no lo somos.
¿Dejaremos que sigan
engañándonos?.. Pues sírvanse ustedes mismos.
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