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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA MORDAZA

No hace mucho, se reunieron un millar de teólogos bajo la Asociación Juan XXIII en su 33 Congreso. Fue todo un clamor. “Pedimos la suspensión de las sanciones y rehabilitación de teólogos y teólogas represaliados durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, especialmente represivos en cuestiones de teología y moral dogmática”. Tal es el claro y duro manifiesto dirigido al papa Francisco, que, precisamente, cuando era provincial de la Compañía de Jesús en Buenos Aires, se aplicó contra muchos de sus camaradas, amigos y compañeros suyos, cercanos a la Teología de la Liberación como corriente de pensamiento cristiano. Amén.

                Cuando formaban tándem Woijtyla como papa y Ratzinger como presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe – o Santo Oficio – fueron condenados y/o expulsados de sus cátedras cientos de pensadores católicos… perdón, cristianos, vinculados a las orientaciones del masacrado Concilio Vaticano II, entre otras… Teólogos y sacerdotes de la enorme talla de Leonardo Boff, o de Hans Küng nada menos, o de Jaques Pohier, o Dupuis, o los españoles Juan José Tamayo, claro, o Jon Sobrino, o José Mª Castillo, o Benjamín Forcano, o José A. Pagola… fueron purgados y perseguidos por el fanático dogmatismo de una curia fundamentalista.
                El jesuita Juan Masiá, castigado por su teología de la bioética, y el obispo mejicano Raul Vera, exiliado por su cercanía al movimiento de ayuda a los indígenas, pusieron sobre el atril la ponencia “La Iglesia de los Pobres”, una crítica al apego al poder de la jerarquía católica, y un mensaje al actual pontífice: “un papa con libertad evangélica, que hable claro y directo, que no tenga miedo, no hace mas que expresar el mensaje de Jesús, el cual tampoco nunca lo tuvo a las presiones”. Y nada menos que el obispo Casaldáliga, uno de los máximos exponentes del catolicismo iberoamericano, soltó: “¿Quién tiene miedo a la Teología de la Liberación?.. Nos confirmamos en la convicción que la Teología de la Liberación, o es de liberación, o no es teología… Ciertamente, no lo sería de Dios, ni tampoco de Cristo”. Tremendas palabras.
                El Congreso, y solo como nota para dar como finalizada esta corta referencia al mismo, se cerró con una colecta de 12.000 euros, rascados de sus propios bolsillos personales (¿dónde la inmensamente rica banca vaticana?..) dedicados a proyectos solidarios y humanitarios para con los más pobres entre los pobres.
                Hasta aquí esta breve crónica. Ahora la pelota está en el lujoso y poderoso tejado de San Pedro. En la cúpula. Que Francisco reaccione y responda es el grito unánime de los que siempre han clamado en el desierto de la incomprensión para que desaparezcan las mordazas. Ya se verá, o no se verá… o, como dice un amigo mío, “dá tiempo al tiempo, que las cosas de palacio siempre van despacio”. Sí. Es cierto. Pero cualquier hombre, por muy papa que sea, debe saber que el hambre no dispone de tiempo. Ni las injusticias. Ni las represiones… Que el cristianismo ha dispuesto de 2.000 años, y ya no puede esperar más tiempo. Que el Evangelio apremia. Y que Jesucristo aún espera desde entonces.

                Así que no, no me vale. Ni me sirve la amenaza del chantaje y la persecución como norma. Pero con que a toda esta gente le quiten la mordaza y le devuelvan su libertad dentro de la Iglesia a la que sirven (no de la que, como otros, se sirven) ya es suficiente… Por ahora.

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