SED RADICALES !..
Yo, simplemente, me
atrevería a hacer una sola pregunta: cuando los políticos mediocres toman el
poder, ¿tenemos entonces una mediocracia?.. Y, por ende, ¿nosotros, qué somos,
demócratas o mediócratas?.. Porque, si vivimos bajo una mediocrización que nos
mercantiliza la vida y nos coloniza la imaginación, y nuestra existencia
transcurre en un tono entre la impotencia y la rendición; si las potencias de
nuestro entorno están amenazadas por la canallocracia, se pregunta el gran
cronista Manuel Rivas; si las empresas mediáticas nos controlan todo menos
cuando dormimos, en comandita con un Estado cada vez más dispuesto a manejar
nuestras respuestas; si el planeta está entrando en situación de emergencia
catastrófica, mientras políticos y empresas se visten y se venden de verde en
impúdicas pasarelas ante nuestras narices; si todos hablamos mucho pero nadie
hace nada; si los ricos cada día son más ricos y los pobres cada día más
borregos… ¿qué hacer?..
Frente a tan lamentable panorama, ese “es cierto, pero ¿qué puedo hacer yo para
cambiarlo?”, no es más que un grito a la desesperanza, que cada vez deriva
más en un alud mayor de gente dentro de una melancólica expectativa: si pasara
algo que arreglara esto… Pero ese algo, lo tenemos que “hacer pasar” nosotros,
pues los mediocres que nos han llevado a la mediocracia se encuentran muy a
gusto en su propia mediocridad, y no están por la labor. Lo que mejor les viene
es transmitir y conculcar, y contagiar, esa misma mediocridad a todos los
ciudadanos, para que no vean como posible lo que en realidad debería dar una
democracia. Mejor ir a la mediocracia por la ignorancia. El filósofo y pensador
Alain Denault contesta a esto con una sola respuesta: “SÉ RADICAL”… Y para ese estilo de radicalidad no hay que
comprometerse a nada, pues ya sabemos lo que duran los compromisos, hay que
embarcarse en un determinado estilo de vida, y de opinión, y de comportamiento,
pese a quien pese y pase lo que pase. Albert Camus solía decir una frase: “embarcado me parece más correcto que
comprometido”, porque de un compromiso te puedes bajar, pero de un barco,
no. Al menos hasta llegar a puerto…
Porque la mediocracia siempre está en tierra, anclada
en la inmovilidad. Nunca embarca. Los que hicieron la Transición se embarcaron
a pesar de los bunkerianos que echaban fuego y metralla, y maldiciones, por la
boca; a pesar de los periodistas del “anciann
régim” que vertían amenazas, chantajes y esparcían el miedo en derredor; a
una avalancha de brutalidad que, con la fuerza que aún conservaban en sus
manos, intentó por todos los medios hacer zozobrar el barco que botó Adolfo
Suárez. Pero no lo consiguieron. Había muchos embarcados en ese barco. Y de
distintos colores. No hacía falta que Suárez fuera una persona excepcional,
solo alguien normal pero lo suficientemente honesto, y que catalizara el deseo
de cuantos se embarcaron con él en el cambio de timón… Y es que, como dice el
proverbio, “Dios es bueno, pero el diablo
no es malo”. Los políticos de la Transición eran de una enorme calidad
comparados, claro, con los de hoy. Yo digo que nos sobran políticos
“incondicionales” y nos faltan políticos “condicionantes”, que condicionen y se
condicionen. Ya saben. Políticos “pero”. Yo soy de izquierdas, pero… Yo de derechas,
pero… Yo soy nacionalista, pero… Gente autocrítica, gente íntegra, gente
embarcada y no condicionada, gente no inmovilizada por la mediocracia de pastos
y muy señor mío. Al final, el caso estriba en una sola cosa: eliminar de raíz
toda corrupción que conduce al débito al partidismo, sin “pero” alguno. Ser
radical solo es romper con el pesebrismo de esa corrupción.
Al final, si tuviéramos el hábito de practicar el
librepensamiento, nos daríamos cuenta que ese SË RADICAL de Denault, no
significa “a las barricadas”, si no tan solo un Sé Honesto… Vivimos tiempos en
que el intentar ser honrados y consecuentes con uno mismo es ser radical;
tiempos en los que la radicalidad está en los que no se someten a la
mediocridad de esta mediocracia, a la que hemos amamantado con, y de, nuestras
propias y mediocres ubres… Me recuerda al Mito de la Caverna, de Platón, algo
que aún no ha dejado de ser mito, puesto que aún sigue vigente. Muy vigente:
Como salgas de las sombras tejidas por la ignorancia de todos, y busques tu
propia luz, serás reo culpable, y merecerás el castigo y el rechazo social. O
sea, tienes que ser radical para poder ser tú mismo…
Ahora, en la actualidad, junto a los políticos
mediocres de la mediocracia, a los que igual alude Alphonse Daudet, también
están, por su propia mediocridad, formando Estado, los que solo buscan destruir
ese mismo Estado: populistas de uno y otro lado y separatistas de una y otra
condición. Todos ciegos y fanáticos, pero que, gracias al monstruoso egoísmo de
los mediocres, han hecho sitio y lugar en el corazón de la democracia a los
gusanos que roerán a esa misma democracia. Pero no tiene por qué ser así. Es
gracias a la mediocracia de los mediocres, que todo esto lo tengamos claro, muy
claro…
Alguien intentará corromper esta idea con aquello de
los radicales de la II República y su triste papel en el desastre. No lo duden.
Pero la radicalidad en política aún está por estrenar. Suele confundirse con el
fundamentalismo… Y sin embargo es lo contrario. Todo lo contrario.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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