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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

jueves, 29 de junio de 2023

GRACIAS POR EL PIROPO

 


A mis setenta y seis tacos y pico, que son muchos tacos y mucho pico, me han hecho el mejor piropo de mi vida… por supuesto que según yo mismo, pues siempre habrá quién, con toda legitimidad, por supuesto, lo vea como todo lo contrario, esto es, como un insulto. El requiebro en cuestión es: “tú no eres de este mundo”. Si me permito sentirme halagado es por la importancia que le doy a la persona de dónde viene, y el crédito que para mí tiene, y luego, porque imagino (o quiero imaginar, si he de ser honesto) por dónde va el sentido en que me lo dice, porque… naturalmente que esa bala puede cargarse con muy distintas pólvoras. Pero, el caso, y sin ánimo de ponerme flores, lo crean o no, es que eso me resuelve un articulico para un día. Y éste puede ser tan bueno como cualquier otro.

La cuestión es que bien ha podido llamarme algo así como que soy un extraterrestre, o más raro que un perro verde, y esto se puede decir tanto en sentido peyorativo como alabatorio, que no alavativo, de lavativa, pero me vale para endilgar unas meditaciones sobre tal particular, y eso es lo que, en realidad, me interesa… Es que, mis queridos amigos, ya aquél añorado Erich Von Dánicken dejó dicho y escrito que todos somos extraterrestres; que todos somos venidos de las estrellas, de otros mundos, y que los terrícolas, nuestra jaez, para entendernos, no es de aquí. Y, en tal caso, no es tal piropo, si no la constatación de un hecho del cual participamos todos.

Por supuesto que aquel aventurero investigador, se refería, en aquellos años de sus famosos libros de arqueología fantástica, a que somos genética de muy antiguos visitadores del espacio, fundadores de no menos antiguas civilizaciones y culturas, y que nuestros Adn´s vienen de los suyos. En síntesis, es lo que aseguraba, y se afanó en demostrarlo con datos, historia, fotos, gráficos y un derroche de cultura en toda su extensa obra… La verdad es que ignoro si aún quedará publicado por ahí algo de él (yo tengo casi todos sus libros) y de su curiosa concepción del género humano, pero merece la pena rescatarlo, aunque solo sea por adquirir cierta formación e información… Puede ser que haya sido objeto del nuevo, sutil y tapado Farenheit-451, sin el concurso del fuego, claro. Así que me voy a castigar con la ímproba tarea de buscar en mi particular piélago, confuso y proceloso, de libros, a ver si encuentro alguno de sus muchos títulos.

Sin embargo, a sus, para muchos estrafalarias teorías, la investigación científica posterior, desarrollada décadas después, sobre todo en materia de física quántica, y de química, e inclusive dentro del Big Bang de Stephen Hawkings, que además tiene ciertas e interesante connotaciones con las más antiguas escrituras bíblicas, sobre todo del Génesis, sí que podemos asegurar que nuestro origen primario es más galáctico que planetario, puesto que las “estructuras de vida”, por decirlo de alguna manera, vinieron de fuera, del exterior… Tal es el caso de la cosa.

Lo que ocurre, y es una incidencia que hemos de matizar, es que, para ser precisos, nuestro universo se formó a la vez y al mismo tiempo que todos sus elementos que lo componen. Por lo tanto, en puridad se podría decir que hasta nuestro propio planeta sería extraterrestre y extragaláctico según el concepto expuesto desde el principio de “aquesta crónica”… Pero, una vez traída esta última disquisición, sí podemos afirmar que, en origen, no somos oriundos de aquí, si no de allí, y quizá que hasta de más allá.

Nos pasa como a las truchas de piscifactoría, que las que llegan a nuestro plato ya no son peces de río, sino de piscina. Pero eso sí, su origen primordial son los ríos, que de ahí viene su genética original. Sin embargo, si a las últimas generaciones de esos peces, ya engendrados, nacidos y criados en una balsa, se devolvieran a su verdadero origen, se morirían al poco tiempo, pues ya no sabrían defenderse ni sobrevivir fuera de su naturaleza actual, en su medio original.

El Maestro Jesús, el llamado Cristo, se autodefinió a sí mismo ante el sacerdocio oficial de su iglesia, con un rotundo “mi reino no es de este mundo”… Una forma extensible a que Él tampoco lo era, de forma implícita. Sin embargo, yo creo firmemente, y perdonen si alguien se ofende, que su declaración abarcaba a toda la humanidad: que ninguno somos de este mundo, salvo que nos empeñemos en serlo, claro. Que ahí, y no en otro punto está el quid de la cuestión, en saber ver la que es nuestra herencia y despojarnos de esta dependencia (permítanme el malparido pareado)…

El primer impulso que me ha nacido es poner indecencia por dependencia, aunque, al final, no lo haga por prudencia, pero resulte la misma excrecencia. Y lo resulta porque hemos sacrificado nuestra genuina, luminosa y auténtica libertad de “Hijos de Dios” a la oscura esclavitud servil de los “hijos del hombre”, no sé si me explico, compadres míos y de mi alma. Los hijos de los hombres son “muertos que entierran a sus muertos”, en la misma tierra donde nacieron, que no “de dónde” nacieron… El grano de mostaza está en que todos somos humanos, y todo ser humano puede resucitar de esa muerte, pero, cuidado, ha de ser antes de morir la última muerte. No confundamos el origen con el destino, pues eso sería un grave error, un gran tropiezo y una enorme torpeza.

Por eso que yo espero, y confío, que lo de “acho, joer, tú no eres de este mundo”, se me dijera en el contexto, si acaso, de extraño, de ido, más que de venido, de raro, de ajeno… Por aquello de que cada vez pienso más fuera de este mundo que dentro de este planeta enloquecido. Y, miren, en tal caso, para mí sería un puñetero halago, una especie de reconocimiento que me extrae de un lugar que me es foráneo de mí mismo. Cada vez más; cada día que pasa, en mayor medida. Es posible que ustedes, los que me siguen, aún por costumbre, y los amigos que suelen leerme, se hayan dado cuenta de mi ajenidad y mudanza… O acaso no. Ya me lo harán notar, si así les parece.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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