LA LOCURA

 

(de Alianza Editorial)


Cuando se me terminan los “libros por leer” (siempre tengo un retén de guardia de tres o cuatro) me traslado a los estantes más vetustos y añosos de mi extensa y desastrada biblioteca, repaso los lomos, y escojo uno de los “libros ya leidos”… Al principio es como nuevo, si bien me sopla la mente como un aire viejo y familiar. Luego, va uno reconociendo los pasajes y los paisajes, y el sentido de querencia y familiaridad se va extendiendo. Pero, como resulta imposible recordar todo lo leído (tan solo en esencia, y tampoco siempre), pues, al final, igual resulta satisfactorio – quizá más – el rumiar temas un tanto olvidados en el pozo de los desrecuerdos.

Me ha pasado con uno releído hace poco: “Los renglones torcidos de Dios”, de Torcuato Luca de Tena, un cuasi-clásico dentro de lo contemporáneo. Es una novela, fronteriza con el ensayo, que toca el tema de la locura… El autor tuvo el coraje de, cambiando nombre e identidad, hacerse ingresar en un sanatorio mental público, como loco de atar, y allí vivir, como uno más, los protocolos en primera persona, a fin de poder meterse en el pellejo de su protagonista. Leída hasta la última de sus 440 páginas, vuelvo a retener el sabor agrio de la fortaleza de las dudas y la fragilidad de las certezas.

Tenemos establecido un régimen estatutario de medios y profesionales dedicados a “cuidar” a gente que padece de locura… y, a la vez, también “cuidarse” de esa misma gente. Sin embargo, ¿qué es la locura?. Entiendo que existen trastornos mentales que padecerlos es un riesgo para sí mismo y para los demás. Eso es evidente. Sin embargo, existe un campo inmenso en régimen de exploración donde, a pesar de lo avanzado en investigación y la mucha especialización en sus variantes, las fronteras son tan frágiles y tenues como dudosas. Y la pregunta resulta igual de ambivalente: ¿qué se considera cordura?..

Yo mismo, por mis convencimientos, valores y/o forma de pensar, muchas, quizá muchísimas, personas, me consideran un punto loco, quizá algunos puntos… Unos me lo dicen directamente, medio en broma; otros lo piensan más directamente aún; y otros pocos lo comentan entre sí. Lo que pasa es que soy pacífico, dialéctico e inocuo; y el único peligro que puedo tener es que lo mío sea contagioso a otros compadres o comadres del roal, ya saben… Aquí existe una tenue y sutil frontera: que si contagio demasiado se me puede considerar un riesgo social por trastocar la línea de pensamiento único o la escala de valores del general del personal, y eso atenta contra importantes intereses establecidos en la mesa y en la masa, creo que me entienden ustedes… lo que ocurre es que, gracias a Dios, o gracias al Demonio, que nunca se sabe, aún no he llegado a rebasar el punto crítico en el borregaje de este peonaje…

Pero lo que sí es cierto, es que este servidor de la gleba, a veces, prefiere hablar con un loco ante que con un cuerdo… Entiéndaseme: dentro de determinados parámetros, claro. La razón, simple y escueta, es que se aprende más del primero que del segundo. De hecho, entre mis amistades más… digamos “extrañas por lo determinantes” están esas personas a las que la sociedad les cuelga el cartel de “cuidado, loco suelto”. En ellas reside más sabiduría y conocimiento, pero bastante más y en profundidad, que en la gran cantidad de los que se consideran “personas normales” (antes, incluso se les llamaba “de orden”).

…Y es que, cuando hablo de “conocimiento”, no es de esa requisitoria que se hace a esos “normales” de “es que hay que tener conocimiento”, utilizando mal la palabra “conocimiento”. No… yo valoro lo de “adquirir conocimiento”, que es el verdadero “conocimiento”. El otro, es un simple y vulgar “cocimiento” de coco, ya saben. A don Alonso Quijano se le tachó de loco directamente, y, sin embargo, su personaje encarnado en él, Don Quijote, estaba más cuerdo que nadie y que todos. Moléstense, por favor, en analizarlo con detenimiento. Piensen y díganme qué valores e ideales de los que defendía eran locura. Salvo que, naturalmente, sean los locos los que dictaminen la locura.

En un mundo de locos como este jodido y puñetero mundo, en fase crítica de autodestrucción, donde todos los valores se han travestido y trastocado, en que valoramos todo lo erróneo y equivocado y despreciamos lo de auténtico valor, la verdad es que no se sabe muy bien dónde están los locos, si dentro o fuera, si sueltos o al resguardo… Putin, por ejemplo, gobierna una gran y desquiciada nación, que – aún – está en el Consejo de Seguridad de la Onu… Pero hay muchos, muchísimos más como él, y en los puestos de mayor responsabilidad mundial, y al mando de cada vez más países. Así que no me vengan con cuentos chinos, y también nunca mejor dicho…

Yo retocaría la lapidaria frase de Jesucristo, y diría: “dejad que los locos encierren (entierren) a sus locos”… Se ajusta como un guante a la actual realidad.

Y ahora es cuando ustedes que me leen, vienen y me dicen aquello de: ¿y por qué tienes que comerte el tarro con estas cosas?.. Es que siempre estás, joío, dándole vueltas a estos temas tan raros… ¿o acaso no puedes pensar en otras historias más “normales”?. Y yo contesto con lo que están pensando, aunque lo callen: a lo mejor es porque estoy un poco loco. Y, entonces, todo encaja en la caja. Y se trazan los límites y parámetros, y las líneas y los esquemas: los que se salen de las normas establecidas, están invariablemente locos, en mayor o menor grado, y todos los demás son los cuerdos (o sea, los atados a la cuerda)… Y ya podemos echarnos a dormir tranquilos el sueño de la caverna con las cosas en su sitio. No hay nada peor como saberse en lo cierto para salirse del tiesto.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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