DECÍA QUE...

 


(de Jan Anguita)

Hace poco tiempo, a causa de uno de estos artículos míos, ¿QUÉ KARMA? creo que se titulaba, personas allegadas y queridas manifestaron el temor, a través de mi santa (esposa), de que estuviera atravesando una seria depresión, ya que, aparentemente, interpretaban un trasluz de coger el tranvía y ahí te quedas mundo amargo… Les agradezco “in profundis” su preocupación, pues demuestran que me estiman a pesar de todo; y doblemente además puesto que eso me permitió una charla con mi mujer a un respecto que no me es normal hacerlo por personal disposición.

Baste con eso… Pero quizá me vea moralmente obligado a seguir ahondando en lo posible en el tema que me ocupó, a fin de aclarar algún malentendido que otro en tal dirección. Y es que, llegado a mi edad, lo lógico – o eso creo yo – es plantearse lo cerca que tenemos el trole de tal tranvía de recogida, y lo lejos que quedamos del que nos dejó en esta parada. Y aprovechar para hacer una, aún somera, revisión de fondo de almario, con ele, ya me entienden ustedes si quieren entenderme. Lo que puede pasar, que no digo yo que no, es que se pueda confundir el “me tendré que ir”, con un “me voy”…

Realmente, estas revisiones, por salud de espíritu, las deberíamos de hacer todos regularmente a lo largo de toda nuestra vida, y no cuando las orejas del lobo asoman por la cuesta, y nos acordamos que toda venida tiene una vuelta, pero bueno, enfín, más vale tarde que nunca… Yo me planteaba en ese artículo de marras, en voz alta, que en mi caso es en voz escrita, si he convertido mi dote de talentos en cosecha de talantes, o he optado por el “virgencica mía que me quede como estaba”, tan católico pero tan poco cristiano. Decía S.Agustín que prefería a los sucios y astrosos de trabajar que a los limpios e inmaculados de rezar…

…Y hacía un repasico, pero no me veía yo como para llegarme con exigencias a la hora de poner pié en el estribo, ya me entienden… Así como escasillo de equipaje. Y decía que no me quedaba ya, practicamente, mucho tiempo para recogerme los cromos que le faltan al álbum, que son más de los que quisiera. Ese era el contenido y la valoración de tal escrito. Lo que pasa es que lo hacía extensivo también a los demás, porque, igual argumentaba, que mi tasación sería muy subjetiva, ya que trataba de mí mismo, y así no se puede ser objetivo, ¿verdad?..

Sin embargo, y esto es digno de poner en negro sobre blanco, ese test, ese exámen, nos lo vamos a hacer nosotros mismos. La cultura egipcia decía que Osiris, con su balanza, era el encargado del pesaje de almas. Esto, postisteado por la Iglesia Católica, es San Miguel, el arcángel, el nominado para la faena… Sin embargo, fuera de todo folklore religioso, ni vá a haber romana ninguna, ni el de la cabeza de chacal, ni el ángel cabreado de la espada tampoco…

Que parece ser que vamos a estar a solas con nosotros mismos, y que vamos a ser los más duros jueces que nos pueda tocar en suerte, pues, al fin y al cabo, somos parte del mismo proceso, del mismo objetivo, e incluso del mismo camino. Somos pié y sandalia a la vez. Y no se trata de castigo ni de perdón. Ni tampoco de indulgencia ni de severidad. Tan solo de una constatación formal e inapelable de los hechos y de los deshechos una vez despojados del mundo ilusorio de la materia. Solo será lo que seamos, y seremos lo que sea, sin trucos ni magia de ninguna clase. Ni siquiera de religiones… Imaginen un lugar en el que no puedan ocultarse de sí mismos.

Ya sé que estoy hablando de puñetera metafísica, pura y dura, pero es que la existencia real es el mundo metafísico y no el físico. En esta vida estamos atados (nos atamos nosotros solitos) a un rosario de normas y dogmas; de morales y contrahechos, que nos inventamos nosotros para nosotros, y en el que todo suele ser más falso que un teatro de marionetas. Pero eso sí, lo creemos, y lo hacemos. Mas no son así las cosas ni los casos.

Por eso mismo, que cuando uno ha vivido una vida plena de todo, aunque plana de todo, o así lo pensamos, y nos percatamos que estamos más en despedidas que en bienvenidas, si nos dá por mirar atrás, vemos que no es para estar orgullosos de lo que hemos sido; y si miramos hacia adelante con los ojos abiertos, nos damos cuenta lo poco que podemos añadir a nuestra existencia (no es lo mismo vida que existencia), y que hasta hemos olvidado cómo medir nuestros pasos.

Pero cada cual tiene su propia medida y su propio y personal nivel de exigencia. Y nadie ha de compararse con el paso y medida de otro nadie. Al final estamos solos con nosotros mismos y habremos de arreglar solos nuestras cuentas… La relación con los demás viene condicionada por y desde nuestra propia individualidad. Ya saben aquella máxima de “primero arréglate contigo mismo y luego ven a arreglarte conmigo”.

Si logré hacer meditar a alguien, me alegro un montón; si preocupé a otros alguienes, lo siento de veras; y si alguien pudo sentirse ayudado, entonces también me ayudé a mí mismo. Todo lo demás es circunstancial, de ahí que al principio, y al final, tan solo somos nosotros y nuestras circunstancias, como dijo otro…

Y de ahí mi reflexión de marras de entonces… Es como cuando no llevo mis audífonos puestos, que profundizo mejor en mi propio mundo y me escucho más a mí mismo; y cuando me los pongo, me esturreo mucho más por el mundo externo, mi atención se estira a todo lo de fuera, y la concentración interior disminuye… Está claro que cuando escribí ese artículo de marras no me había colocado los puñeteros audífonos.

Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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