FANTASMAGORÍAS
(de Milenio)
Aquella persona me lo soltó como un escopetazo: “¿Tú crees en los fantasmas?”… Creo en la existencia de los fantasmas, pero no creo en los fantasmas – creo que le contesté – . Me miró confundida y perdida. Así que proseguí con mi explicación: de hecho, el mundo está lleno de fantasmas (no hablemos de los políticos) pero no, no creo en ninguno de ellos. Los fantasmas solo suelen hacer y decir fantasmadas, y por eso mismo no me fío de ellos… Como vi que me miraba como si yo no hubiese comprendido, por si acaso iba por el otro lado de la realidad (aunque no sepamos en qué lado está esa realidad), le solté que los fantasmas, en verdad, están aquí, y no allí donde quiera que sea ese allí…
Pero como no conseguí echar el balón fuera del campo, no tuve más remedio que entrar al trapo, en parte por tranquilizarla, y prometerle que ya hablaríamos más de ello, llegado el caso, o mejor, le prometí escribir un artículo con la seriedad y la serenidad que tal asunto requiere… Y bien, como las promesas son deudas, y lo cierto es que deseaba aclararse sobre una experiencia que la sobrecogía y sobrepasaba su ciencia, lo cual es extremadamente comprensible y respetable, pues nada, heme acá, tratando de cumplir en lo que pueda saber.
Antes de entrar en materia, quiero dejar claramente dicho que no lo voy a enfocar desde la cuestión de aparecidos, espectros, poltergéist y demás fauna y folklore añadido al tema, sino desde la posibilidad científica y evolutiva que tales historias llevan consigo, y que no suelen plantearse porque están mejor sujetas a la leyenda, al bulo, al cuenticismo, y al “mejor non meneallo”… Tan solo que te avengas a hablar o que prestes oidos, ya es suficiente para que te tomen por loco. Y bastante “tomado” estoy yo… Hace tres o cuatro siglos ibas directamente a la hoguera de la mano del Santo Oficio, y a éste todavía no lo han desmantelado.
Lo primero de todo es que las creencias ciegas construyen realidades falsas. Y eso es así incluso independientemente de que contravengan las más sólidas y probadas “creencias” en las leyes físicas… Esto es: si creemos que eso es una pared, un muro intraspasable, por ejemplo, eso mismo será para nosotros, aunque la auténtica y verdadera realidad no sea esa. Y no lo es porque ese muro, esa pared, y todo el mundo que conocemos, no es otra cosa que un conglomerado de moléculas trabadas y cohesionadas entre sí para dar cuerpo sólido a la materia de la que estamos formados…
…Pero esas moléculas están formadas por átomos que son un 10% de masa y un 90% de energía. O sea, que cuánto conocemos como sólido, incluidos nuestros propios cuerpos, están más vacíos que llenos. Si nos viéramos a través de un microscópico atómico, seríamos como un queso de Gruyere con más agujeros que queso. La dureza o la flexibilidad que experimentamos no es otra cosa que la mayor o menor “porosidad” de la masa de los objetos que tratamos. Pero solo es nuestra percepción.
Por lo tanto, tal percepción de nuestro mundo es relativa, y su aparente consistencia más relativa aún… Eso, por un lado. Por el otro, sabemos que el Universo, todos los universos, están hechos de la misma materia, por lo que, en consecuencia, la materia más sutil, la llamada materia etérea, puede compenetrar y traspasar la más densa, sea una pared, un muro, o cualquier otro espacio determinado, por simple fluidez molecular entre dos cuerpos. Nada de magia, ni de milagros tampoco, ni mucho menos de brujería.
Llegados a este punto, lo siguiente es un poco más jodidillo de “querer comprender”… Veamos: si entendemos el mundo, la creación, o cuanto existe y vemos, como una escala cuasi infinita de dimensiones por las que transitamos “ad aeternum” en constante evolución (no se me ocurre otra definición. Ustedes perdonen), por un lado; y que nosotros mismos somos un compuesto de energía inteligente experimentando materialmente, por otro lado, entonces no nos debe resultar tan raro que esas manifestaciones, que calificamos de extrañas, ocurran con mayor o menor normalidad.
Lo que pasa es que aquí suelen concurrir un par de cosas, o casos: el grado de sensibilidad del que estamos dotados para captar esos fenómenos que no son fenómenos; y la capacidad de materialización etérea que la entidad tenga para poder comunicarse entre uno u otro plano dimensional – también llamado astral – que viene a ser lo mismo… Porque una cosa es que vivamos en la misma morada, pero en habitaciones distintas, separadas unas de otras, que es la analogía evangélica cuando Jesucristo decía aquello de “en casa de mi padre hay diferentes moradas…”, ya saben.
Pero hasta aquí debo llegar… Solo soy un experto teórico, no práctico. Hablo de lo que sé, o creo saber, no de lo que se me ha dado a ver, entiéndanme… más negado que dotado. No soy precisamente un Swedenborg. Si en algo tengo lo que entiendo por Fe, es en que el sistema usado conmigo es “enseñarme a que me enseñe a mí mismo”, parafraseando a una maestra; y es la misma estrategia que utilizo para con los que me leen y me siguen, si es que me sigue o me lee alguien. No conozco otra fórmula que esa, y es la que lealmente transmito: “tú busca, que yo ya… ya yo…”
Así que sí, poder, se puede; posible, lo es; y es dado explicarlo científicamente para que no existan intencionadas malinterpretaciones. Lo demás ya tendrá que valorarlo cada cual según su nivel de entendimiento y comprensión… Pero aviso: desde tiempo insecular esas esferas están condenadas y prohibidas por las Iglesias de todo credo y condición. Por ellas solo a los santos oficiales les ha permitido transitar y manifestarse. Solo ellas tienen auto-otorgada bula para interpretar. No quieren, de ningún modo, que “la verdad os haga libres” como proclamó el Nazareno… Las religiones tienen en contrato y a nómina al demonio para asustar a los buscadores. Así que ustedes mismos…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
Comentarios
Publicar un comentario