SIEMBRA Y COSECHA
(de Wikypedia)
Me topo de nuevo con una olvidada frase de Thackeray, que otra vez me hace pensar, en esta ocasión echándole la suficiente reflexión como para que me solucione el artículo del día, y que, espero y confío, que sirva a algunos de ustedes… Dice así: “Siembra un pensamiento, y cosecha una acción; siembra una acción, y cosecha un hábito; siembra un hábito, y cosecha un carácter; siembra un carácter, y cosecha un destino”.
Es tan densa y tan completa que bien podría ser un ejercicio de meditación de cabecera. Pero es la secuencia lógica establecida de base para la evolución de toda la humanidad… Naturalmente, cuando hablo de humanidad he de referirme a todos y cada uno de los seres humanos; cuando me refiero a ese ser humano en concreto, me refiero a la persona, no a la gente, mucho menos a la gentificación. La mejora y trascendencia de la especie comienza por la de los individuos, de ahí que centrarnos en nosotros y despegarnos de la masa sea el primer dial en estos compases en que dá comienzo el baile evolutivo en esta etapa del mundo actual.
La dotación mental del ser humano, que comenzó en un regularmente interpretado Génesis, con el regalo “envenenado” del Libre Albedrío y la mochila de Causa y Efecto a cuestas funcionando en su conjunto, prácticamente ha cumplido el primer ciclo, y es hora de hacer cosecha… Que esa dotación mental a la que aludo esté completada no quiere decir que haya sido aceptada, y por tanto, adaptada y adoptada por todos nosotros. Nos encontramos ante las consecuencias de la libre acción del ser humano sobre la materia, la naturaleza que se le confió, y sobre sí mismo y su propio desarrollo mental y evolutivo. Somos los únicos responsables de todo y de nosotros mismos, y a las religiones se les ha acabado la cuerda del cuentismo de siempre lo mismo.
Thackeray nos facilita la secuencia de cómo funciona ese mecanismo en el ser humano (singular) y en cada persona (particular)… Y es la perfecta relación de causalidad entre el hecho de la siembra y el efecto de la cosecha. Si se fijan, el autor solo habla del uso del tal mecanismo, no del resultado de tal uso. Se sobrentiende que si se siembra trigo no es igual que si se siembra cizaña, y que la calidad de la cosecha depende de la semilla, no de la mecánica. No debemos confundir los medios con los principios, ni la herramienta con el material que se trabaja…
Si repasamos el clásico de Los Trabajos de Hércules, nos percataremos que el héroe está perfectamente dotado por los dioses de fuerza, armas y efectivos para salir vencedor de sus doce pruebas. En realidad ha de vencerse a sí mismo; son luchas de transformación personal; el semidiós ha de luchar contra sus propios defectos… o mejor dicho, contra los efectos de sus defectos. Hércules es el propio enemigo al que ha de vencer.
El ser humano empezó a ser humano por el pensamiento, en reconocimiento de su propia entidad… “Yo soy quién soy”, se dijo a sí mismo de sí mismo. Pero no existe acción sin pensamiento previo, pues todo pensamiento lleva implícita la acción a la que mueve. Todos sabemos que en el momento en que esa acción promovida por el pensamiento la repetimos, crea un hábito; hábito que cosechamos, aceptamos y hacemos nuestro casi automáticamente. Como también, si tal hábito lo plantamos en nosotros, la consecuencia directa es forjar nuestro carácter según tales adquiridos hábitos, con los que nos desenvolvemos en nuestro día a día… Y la secuencia de tal consecuencia es que el tal carácter nos conduzca a nuestro propio destino.
Como Hércules, hemos de trabajarnos y pulirnos a nosotros mismos por nosotros mismos. Los dioses, igual que al tebano, nos facilitan las armas, pero no intervienen. Se mantienen al márgen, al igual que el Dios al que invocamos hace lo mismo (ser sus hijos supone una responsabilidad, no una ventaja) aunque nos cueste creerlo, pues así de mal nos han enseñado… Naturalmente, un pensamiento erróneo desemboca en una acción errada – o herrada, si quieren – lo que nos lleva a la creación de hábitos torcidos. En psicología básica se sabe que los hábitos equivocados fabrican un carácter defectuoso, difícil, que tropieza con los propios problemas que genera una y otra vez… El problema de esos problemas es que tal malfuncionamiento nos impide alcanzar el destino al que partimos. Estamos atascados en y por nosotros mismos.
Por supuesto, si invertimos la calidad y naturaleza de los pensamientos originales, todo el proceso nos encamina a resultados positivos que nos llevarán a ir cumpliendo nuestro destino, que no es otro que el que el Logos (el Dios Cósmico, según Einstein) dispuso desde su Fiat inicial… Claro, estamos hablando de empezar a alimentar nuestras entendederas con principios universales; con las auténticas y genuínas verdades eternas; con el Evangelio original que nos remedaron las iglesias, y que se nos ocultó entre zarzas, pues “para encontrar hay que buscar por uno mismo, y entonces encontraréis”… El axioma es arcano, viejo como el mundo, pero sencillo, y fácil de entender: “El Hombre es lo que piensa”. Si no piensa correctamente condenará a sus propias obras y a sí mismo con ellas; si, por el contrario, lo hace correctamente, se redimirá en ellas y con ellas. No existe más camino derecho y recto que ese mismo.
Las culturas orientales, como las más antíguas y aceptadas por acertadas, introducen en sus filosofías el concepto de “Compasión”. Pero no se corresponde al significado que le han dado nuestra iglesias de piedad, caridad, pena, lástima… Se acerca más a la idea de “Compensación”, que yo, personalmente, acepto y creo que debería llamarse y entenderse. Compadecer algo es compensar ese algo; equilibrarlo; pues donde existe un exceso siempre existe su contrario, el defecto, como igual al revés. La auténtica, verdadera y genuína Justicia es compensatoria; el nivel de la balanza está por encima de los platillos. De ahí que la Compensación es la mejor Compasión, y nunca, jamás, existirá la segunda si antes no se establece la primera… Si cosechamos lo que estamos cosechando, pensemos en lo que estamos sembrando. Por eso mismo lo digo…
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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