LAS GUERRAS
(de Cruz Roja)
Después de la llamada “guerra fría”, creímos que, tras los acuerdos de desarme, los conflictos bélicos empezarían a ser cosa del pasado. Una tremenda equivocación por nuestra parte… Hoy tenemos un par de guerras en marcha, y nada de “frías”, sino muy “calientes”, y amenazando fundirse en una general, o mundial, como ya algunos dirigentes y dirigentas comienzan a respirar sin cortarse un pelo. Toda Europa se está rearmando; en Alemania ya tocan trompeta de volver a instaurar el Servicio Militar Obligatorio; aquí quieren hacer un Fondo de Reemplazo Voluntario; al otro lado del Atlántico, Trump proclama “un baño de sangre si no gana las elecciones”… pero, ¿y si las gana?..
Ojalá volviéramos atrás en la concepción de las guerras. Tras la Edad Media eran ejércitos movilizados que se breaban mutuamente a base de lo que tenían a mano… Una burrada, no lo niego, pero hoy se lanzan misiles, bombas y drones sobre niños, hospitales, mercados, viviendas, escuelas y toda clase de población civil sin discriminación ni compasión alguna. Así que díganme en qué hemos avanzado. Por supuesto, en la capacidad destructiva y en la falta de conciencia humana; y eso que aún nos hacemos los prudentes porque “solo” amenazamos con un armamento aún no atómico de muerte masiva.
La primera guerra fratricida (todas las guerras lo son en el fondo) se libró con una quijada de burro manejada por otro burro… Han pasado, dicen los expertos que saben, unos cincuenta millones de años, mes arriba mes abajo, de aquella batalla de piedras y garrotes, y en tan largo período de tiempo aún no hemos aprendido nada… Al menos en esa asignatura. Curiosamente, por un lado hemos preservado la vida humana en lo posible – medicina, derechos humanos, etc. – y por el otro nos borramos del mapa “por un quítame allá esas pajas”, que es el mismo motivo que el de la quijada aquella del principio.
Luego no está en los avances científicos, ni en las leyes y normas, ni en el arte o los principios de la guerra, ni en ningún otro refinamiento civilizatorio; ni en la llamada diplomacia, ni siquiera en la puñetera política, de la que se dice que es la herramienta de la convivencia (miren a los nuestros españoles entre ellos, mismamente y miserablemente). Ni tampoco en las religiones, cuya historia está jalonada de guerras santas y matanzas indiscriminadas… Está dentro del propio hombre; en el interior de la naturaleza humana; en lo más íntimo de nuestra animalidad; en unos instintos que creemos erradicados pero que están frescos y prontos a saltar por cualquier cosa y por cualquier causa.
Y la causa de toda guerra sigue siendo la misma que la original: el egoísmo, el no querer compartir, la prepotencia, el poder, el propio interés; todo ello cosido y conjuntado en el mismo y moderno principio: el dinero, la economía, el tener a costa de lo que sea… Ese es el dispositivo que impulsa a la fiera que guardamos dentro y que los guardianes de la evolución nos indicaron que era solo para usar en caso estricto de legítima defensa. Lo que hemos hecho es disfrazar nuestros ataques de falsas defensas legítimas. Y aquí paz, y después guerra.
La triste y vulgar, y terrorífica, realidad, es que lo que se llamaba eufemísticamente “las reglas de la guerra” han desaparecido, si es que en verdad existieron alguna vez tales normas; y en la actualidad no hay mas que un solo y único monstruo creado por nosotros mismos: la guerra terrorista, o el terrorismo de la guerra… sin ética, si moral, sin principios y sin finales, sin nada. Quién más mata, aunque sean masas de seres inocentes, ese gana la guerra. Ya ni siquiera el “ojo por ojo” de aquél Código de Hammurabí, que en la distancia hasta parece piadoso, vale para hoy, que es mil vidas por una y gana quién vierta más sangre.
Ahora también la globalización igual se transmite a la guerra. Ningún país está libre de sus efectos por motivo de sus intereses. Antes eran locales, regionales, pero hoy son de consecuencias generales… Los intereses económicos producen alianzas; las alianzas se prestan a intransigencias entre bloques; y éstas al apoyo de las guerras. De ahí que esas guerras sean tan fratricidas como genocidas, que acaban siendo globales. De ahí también el enorme riesgo actual; y por eso mismo mi prevención y mi aprensión.
Ya… ya lo sé: no todo el mundo es así, cierto, pero todo el mundo está bajo sus efectos… Yo no conocí antes guerra alguna que se basara en lanzar misiles sobre escuelas, hospitales, mercados, campos de refugiados y población civil sin discriminación entre población ni edades. Nunca. Jamás. ¿Usted sí?.. Pues aquí es donde pongo el acento de las guerras con éste de hoy. Ya no es que hayamos disminuído la frecuencia de esas guerras, que tampoco, es que aún somos más asesinos e hijos de puta que éramos antes; y me pregunto a qué se debe.
Porque eso querrá decir algo, ¿no?.. Pues, en tal caso, mejor cada cual se lo responda a sí mismo por sí mismo, si así le parece. La cuestión no es que yo sea un pesimista redomado, como algunos creen, o un realista centrado, como creen otros; no va por ahí la cosa… La cosa está en si la situación polarizada actual es real o no lo es. Si es lo que parece, mala pinta tiene el perro; y si es que solo me lo parece a mí, pues entonces miel sobre hojuelas… Hay quién me susurra que deberíamos dejar de leer la prensa y oír los noticiarios; y hay quiénes me dicen que deberíamos ser más conscientes de lo que está pasando… Vale, bueno,de acuerdo, ¿pero usted qué opina, si es que opina algo?..
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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