UN POCO DE SABIDURÍA

 

(de SuperStock)

¿Qué es la vida?, un frenesí; ¿qué es la vida?, una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”… Escribió Calderón desde su Barca. Esos inmortales versos, en la mayoría de las veces se han alabado desde su belleza lírica, desde su métrica y su ética; desde la ensoñación que los hace hermosos… ¿Cuántas veces no los hemos oído, e incluso los hemos repetido, para dar a entender lo evanescente de nuestra vida?..

Pero nunca, o casi nunca, hemos profundizado en el significado real que…¿oculta?.. tal cuestión. El concepto de “ilusionalidad” en lo que tomamos por real no ha calado jamás en el meollo occidental de pensamiento. Son ecos que nos han llegado de las culturas orientales, en las que “Maya” es la definición que ellos dan en sus muy antiguas filosofías a la irrealidad del mundo que nosotros tomamos por real… Durante siglos eso ha funcionado así hasta que la ciencia comenzó a desvelar la “inmaterialidad” de la materia, y la física quántica empezó a comprobar que el comportamiento de tal materia (igual a energía condensada) obedecía a la “intencionalidad” del experimentador.

La idea es tan apabullante que nos resistimos a admitirlo. Somos lerdos y tardos en reconocer lo que viene a airear nuestras neuronas; y a dar aire fresco a nuestro entendimiento, y alas al librepensamiento. Y eso se debe a que nos anclamos a dogmas sin más base que la de una fe equivocada; a la comodidad de cobijarnos en lo viejo; y al miedo (quizá cobardía) a enfrentarnos con lo nuevo… Y lo curioso del caso y de la cosa es que esto es “más viejo que el mear”, con perdón y como dice el dicho, y como vienen a decir los Vedas, donde ya el Baghavad Guita nos enseña y advierte desde hace miles de años sobre el mundo ilusorio de la materia, e incluso de que está bajo nuestra dependencia. “Nada hay nuevo bajo el sol” son palabras del mismo Salomón.

Esos arcanos conocimientos están basados en lo que la ya citada y actual Física Quántica lo está convirtiendo en descubrimientos… yo diría en redescubrimientos, pero bueno, en fin… Todo arranca de la toma de conciencia del ser humano, o autoconciencia de sí mismo, como valor único. Ese paso ya lo dio la humanidad hace eones. Los Vedas, mucho más antiguos que nuestro Testamento, fija el hecho en lo que ellos llaman “el advenimiento de la Raza Atlante”, tras la más atrasada de Lemuria. Si lo trasladamos a nuestro Génesis, al que estamos más familiarizado, correspondería a la asunción del conocido por Libre Albedrío por parte de la humanidad, o Toma de Conciencia.

Pero nótese que conciencia no es consciencia… Lo primero es tener conciencia de nosotros mismos y de la inmediata realidad que nos rodea. Aquella que vemos y tocamos, y poco más, que, a lo peor, tampoco. Y lo segundo es lo que nosotros llamamos consciencia y ellos “supraconciencia”, esto es: conciencia de nosotros mismos, de cuanto nos rodea, y también de lo que nos transciende, o sea, de las fuerzas que no vemos pero sí sentimos; de la energía que da forma a nuestra realidad… yo diría: de la horma que hace la forma. De aquello que la conforma.

Según todo esto, nosotros, todos y cada uno de nosotros y en conjunto nos construimos nuestra propia realidad aun inconscientemente, esto es: nos lo creemos, y por eso nos lo creamos… Nosotros nos hacemos nuestro “maya”, como afirma Alice A. Bailey, la eminente divulgadora y nexo entre oriente y occidente; nosotros nos enredamos en una ficción, una ilusión, un sueño, como cantan los versos calderonianos; y nosotros somos los autores de toda naturaleza que nos rodea, como también reza la tan nombrada por mí física quántica… Que lo aceptemos o no lo aceptemos, a la economía del universo le importa bien poco. Las cosas son así aunque nos empeñemos en andar en contra de la evolución. Cuanto antes nos demos cuenta de que podemos mejorar – lo que hacemos ahora es empeorar – la realidad de nuestra existencia, mejor para la humanidad.

Yo me imagino el comienzo del caso en ese Génesis bíblico, cuando lo subhumano fue trascendido a humano, tomando conciencia de sí mismo en sus múltiples personalidades, en que se le comunicó la fuerza de la palabra creadora (el Verbo en la carne) y se le dijo que fuera “poniendo nombre a todo animal, planta y cosa sobre la tierra, para que existieran y dominara sobre ellas”, que es cómo un levántate y anda y hazte tu propia realidad… Se le otorgó un Fíat para que se construyese su propio paraíso o su propio infierno. Y entonces, el artistazo de ese Hombre, agarró sus pinceles y sus colores, y se pintó su propio cuadro en un lienzo sin fin, y el tontarras se perdió en su propia obra, en su propia pintura, en su propia creación… Y esta es la hora que ni sabe culminarla como obra maestra (más bien mediocre tirando a chapuza), ni sabe cómo salir con dignidad de su propio lío.

Es el estado actual de la humanidad en el que hoy se debate… Según “La Doctrina Secreta”, de H.P. Blavatsky, tal humanidad ha llegado a tiempos críticos, que a la vez son tiempos crísticos, y está a la espera de un nuevo paradigma en lo que los seres humanos nos jugamos la evolución o la involución de nuestra especie… Es el estado en el que Calderón de la Barca basa su inspiración en la intuición de sus versos. Es el nuevo enunciado que la más actual y moderna ciencia está demostrando bajo los focos de sus laboratorios. La tríada tradición-filosofía-ciencia apunta a un mismo tiempo y lugar… salvando, por supuesto, cualquier tipo de opinión sea ésta o no, divergente, es igual.

Hace algún tiempo, creo recordar que en la cabecera digital HEY!, publiqué un artículo que me titularon Consciencia, o algo así… Tuvo mejor acogida (sin trompeteo) de la que yo mismo esperaba. Al menos según mi apreciación. Y lo único que hacía era intentar aclarar la diferencia cuantitativa y cualitativa entre conciencia y consciencia. Por la buena, aún escasa, crítica cosechada, creo entender – quizá quiero entender – que en la gente empiezan a despertarse personas un tanto receptivas a apreciar esa, de momento sutil, diferencia. Al menos en cuanto a la aceptación de tal posibilidad… Ese detalle lo considero positivamente. Y valoro que los seres humanos comiencen, aún lenta y limitadamente, a ser conscientes de sus propios pasos, por débiles que sean.

Antes que el ser humano pueda hoyar el sendero, debe convertirse en el mismo sendero.” (Pantanjali).

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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