COMO PARA RE-PENSÁRSELO

Hay veces que unas lecturas te llevan a otras lecturas, unos autores a otros distintos, ciertas conclusiones a diferentes especulaciones; y, al final de todo, lo que te queda es la convicción de unos mismos orígenes… Por mucho que nos introduzcamos por veredas que, en apariencia, en nada se parecen, al final sí que parece llevarnos al mismo camino. Y que, lo creamos o no, es porque, en el fondo, nos buscamos a nosotros mismos sin terminar de encontrarnos; mucho menos, de explicarnos a esos nosotros mismos.
Comento esto, porque leí no hace mucho tiempo el último libro de Javier Sierra – lo recomiendo a los buscadores – de título “El Plan Maestro”. Como muchos sabrán, este autor se ha convertido en un investigador dentro del mundo del arte. Indaga pistas escondidas en las obras de los más famosos y conocidos clásicos, que le llevan (nos llevan) a conclusiones de lo más sorprendente… En un género entre la divulgación y la investigación; entre la ficción y lo histórico; entre la novela y el ensayo, nos descubre pistas insospechadas sobre ciertos maestros/guías intemporales que van señalando claves en los cuadros de las principales pinacotecas del mundo… Su libro “El Maestro del Prado” es (inventado o no) su contacto con uno de ellos.
Es un recurso como cualquier otro sobre el que basar la saga de obras que abundan sobre el mismo tema, y que lo ha hecho famoso por ello… Nada que objetar ni que criticar al respecto. Sea o no verdad, conduce a conclusiones intelectuales de lo más interesante, y, lo más importante, eleva el nivel cultural del personal a campos que lo arrancan de la mediocridad y adocenamiento habitual, lo cual es muy de agradecer, dado lo que hay a ras de la realidad actual… Digo más: fuera o no cierto, es de agradecer su intento de culturizar a la media de lo que hoy es simple gentificación.
El motivarme a escribir éste de hoy, no es tanto el compartir sus conclusiones con ustedes que me leen, como la esperanza (estimo que infundada) de que J. Sierra lo lea, o le llegue la conexión que voy a verter aquí, y que, en ese su último libro de referencia, parece ignorar… Por no perder el hilo para con mis seguidores, el tal autor viene a “descubrir” esa casta de instructores de la humanidad que actualmente, o eso asegura él, aparecen en los museos, viene a ser la misma que los que impulsaban los conocimientos de la humanidad en la más remota antigüedad, en el albor de los tiempos, y que se representaban como una suerte de hombres-peces (sirva de ejemplo antiguo la “Tabla del Infierno”, mesopotámica, del año 1700 A.C., en el Louvre; o más actual en detalles de “El Carro del Heno”, de El Bosco, en El Prado), y que lo lleva a una retrospectiva arqueológica por las cuevas africanas del Tassili, y otras de la cultura Dogon, etc.
Lo que me extraña mucho es que desconozca (al menos, aparentemente), pues no lo cita con lo importante que es, el también último libro de J.J.Benítez, “La cara oculta de México”, en el que se dan sobradas pruebas de su hipótesis, además ofrecida en una amplia gama y asombrosas reproducciones de ello en ónix, obsidiana, mármol o simple arcilla; decenas de miles de figuras zoomorfas de seres que “venían a instruir a los humanos”, tanto del exterior (espacio) como del interior (océano), siendo muchas de ellas esos extraños “sirenios” de hombres-peces… Parece que tienen + de 8.000 años de antigüedad, según el Carbono-14, y en tan apabullante cantidad que la ciencia que los estudia está desbordada, y, por lo tanto, calla… si no calla por otras razones.
En el último libro de Sierra, hasta la Iglesia ha mandado investigar secretamente todo esto (como todo, y como siempre)… Saber es poder, amigo mío, y la Iglesia, el Vaticano, sabe y guarda mucho, muchísimo más, de lo que dice y muestra, desde su fundación acá. No es nada nuevo… Incluso el signo tradicional del primitivo cristianismo es el pez; su Maestro eligió a pescadores de oficio, para orientarlos en echar redes entre las almas; hasta el que bautizaba con agua, Juan, su nombre de origen Oannes, coincide con el dios pisciforme de la antigua cultura Dogón africana… Demasiados puntos de referencia para ser tan casuales y no causales.
“Algo tiene el agua cuando la bendicen”, dice el viejo dicho…Si hacemos el corto viaje de la creencia a la ciencia, nos percatamos que la evolución de la vida en la tierra nace del mar. Que nosotros, antes de ser mamíferos fuimos anfibios, y lo demuestra muy bien nuestras fases de desarrollo fetal en el útero materno. Esto es algo probado y reconocido. Por lo tanto, la lógica, el razonamiento, el sentido común, es que nuestro origen fue evolucionar de un medio acuático a habitar en la corteza terrestre. Pocos ya lo niegan… Entonces, ¿qué de raro hay que los primeros y más avanzados instructores mantuvieran la morfología de transición pisciforme?..
El problema de admitir tales posibilidades, me parece a mí, no reside en lo que habría que asumir, sino a lo que habría que renunciar… Se nos ha construido una doctrina catequizada de dogmas, normas y hormas exenta de otras probabilidades posibles – que no por ello se contradicen, sino que se complementan – y, en vez de la vía natural, se basan en prodigios, milagros y cuanto de epatante contiene la religión… Un dios totemizado por una Iglesia que es su exclusiva representante e intérprete, obrante y actuante, en la Tierra… Y eso, claro, no admite la “competencia” de tener que compartir su poder, preeminencia y conocimiento con otras estructuras evolutivas más acordes con la actualidad. Y concordar en ellas y con ellas, como un sistema natural y lógico. Practica el “divide y vencerás” cesarico, y combaten el “compartir y conoceréis”, que es el hermano del “buscad y hallaréis”. Una auténtica y verdadera lástima.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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