CIUDADANOS en MOVIMIENTO
Artículos como Las dos Españas,
Parot o no Parot, Seamos Justos, Europa, etc. hacen que la gente me envíen
e.mails o me paren por la calle con un mismo e invariable comentario: “llevas
toda la razón, pero ¿qué podemos hacer?.. Son todos iguales”, con un
indisimulado sentimiento de fatalismo. Y yo siempre contesto igual: “romper la
tendencia habitual del voto hecho costumbre”. Lo peor que podemos hacer es
instalarnos en la resignación. Aún con un modelo pervertido de sistema
electoral como el nuestro se puede dar el campanazo. Solo hay que hacer
funcionar la democracia que aún se conserva intacta pese a las limitaciones
impuestas a la misma. Para eso el ciudadano ha de formarse e informarse, y
liberarse. Informarse en la libertad que otorga la genuina y auténtica cultura
ciudadana, y liberarse de la esclavitud que supone el adocenamiento y las
trampas de las adormideras sociales. Y, claro, actuar en consecuencia…
Ya no sirve el cuento de las ideologías. Las
derechas, las izquierdas y los ísmos están vaciándose de contenidos ideológicos
y llenándose de intereses espurios. Solo son etiquetas que sirven al partido,
muy alejados del bien común y muy cercanos al pesebrismo de sus dirigentes. La
corrupción generalizada que invade la política es resultado de ello. Y ese
desencanto de la ciudadanía es el caldo de cultivo más apropiado para el
advenimiento de los salvapatrias y de los nuevos e iluminados nazismos. La
regeneración democrática y política son hoy más necesarias que nunca, y los
partidos, en su ceguera, no están por la labor de devolver al pueblo la
capacidad de representación directa y de decisión que le ha sido sustraída para
trasladar el poder que emana de él al endogámico del partido.
Es lógico y natural que la ciudadanía se sienta
estafada por discursos repetidos que se intercambian según se esté en la
oposición o en el gobierno, y que luego se incumplen sistemáticamente una vez
llegado a un muy bien organizado enroque de poder. Es ya un juego caduco y
tramposo que cada vez engaña a menos gente. Pero la desilusión que empuja a la
abstención en las urnas es el combustible que alimenta este viciado sistema de
alternancia, que solo busca eternizarse desde el pensamiento automático y
dirigido de sus “incondicionales” de siempre, logrando el movimiento contínuo.
Por eso, cuando irrumpe en este panorama algo como el
Movimiento Ciudadano, cuyo discurso no son las ya ajadas ideologías políticas,
sino un nuevo modo de entender esa política, es como una corriente de aire
fresco. Este movimiento, liderado por Albert Rivera, que tan valientemente y en
solitario está plantando cara en Cataluña a las manipulaciones independentistas
de Más y sus abertzales, y que contrasta con el pasteleo de socialistas y
compadreo de pepistas, y que se atreve a exponer un programa tan
ineludiblemente necesario como el de su “compromiso ciudadano”, suena como a
recuperación de las primigenias fuentes en que bebe la auténtica democracia,
como a un intento de reconquista de la ilusión perdida, a algo así como si se
quisiese devolver al pueblo lo que le pertenece y que, en un momento de la
historia reciente, se le hubiera robado.
Este movimiento me recuerda un poco a aquella multitud
de pequeños partidos independientes que florecieron en nuestros pueblos y que
fueron asfixiados y fagocitados por los todopoderosos y prepotentes grandes
partidos. Querían servir al pueblo antes que a los intereses propios de tales
partidos. Y eso no interesaba. Era peligroso… Y se me ocurre que si ese
Movimiento Ciudadano fuese capaz de aglutinar todos aquellos minúsculos grupos
de ciudadanos que hacían la guerra por su cuenta, podría forjarse una respuesta
rotunda y eficiente a ese profundo malestar instalado en toda esa multitud de
personas que me dicen por mis artículos: “nada
se puede hacer, esto no hay quién lo arregle…”
No es mi deseo hacer apología de nada ni de nadie. Me
he equivocado tantas veces que bien pudiera equivocarme de nuevo. Solo quiero
dar a entender que hemos de empezar a exigir que no piensen por nosotros, que
no nos usen para elegirse a sí mismos, que no nos utilicen como excusa para sus
enjuagues políticos y para montarse sus interesadas guerras de siglas. Que
dejen de engañarnos. Nada más quiero dar a entender que comencemos a pensar por
nosotros mismos… Solo eso.
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