EN LO QUE (NO) CREO

 

Habrán notado que últimamente trato mucho sobre Teilhard de Chardín, y tiene su explicación… Este filósofo, y científico, y sacerdote jesuita, lanzó su teoría cristocéntrica del universo a los aires del entendimiento hace casi un siglo. Naturalmente, fue apartado de la docencia y mandado a China a revolver huesos, como palenteólogo que era, y con la excusa de haber aparecido por allí el conocido por “Hombre de Pekín”… Luego, al socaire de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II (cuando yo empecé a leerlo) fue intelectualmente comentado y celebrado, para, después, ir siendo arrinconado y casi definitivamente enterrado por el revisionista polaco Juan Pablo II.

La Iglesia, al no poderlo acusar de anticatolicismo, mucho menos de anticristianismo, lo ha venido acusando, entre otras cosas, de panteísta… Es curiosísimo que acuse de panteísmo una iglesia decididamente defensora y apoyadora de la más tribal iconolatría entre sus fieles seguidores. Una institución religiosa que fomenta con descaro la imaginería de santos, vírgenes, y lo que es peor, del mismo Cristo, bajo distintas etiquetas, nombres y advocaciones, y definiciones totémicas… Una iglesia que bendice cofradías adoradoras de imágenes y practicadora de procesiones, en vez de denunciar y descubrir el verdadero, auténtico y genuino Cristo cósmico, y su papel y significado dentro de la Creación y del Dios-Padre… pero que viene a acusarlo de panteísta.

Es difícil de encajar, pero mucho más difícil de justificar, por cierto… Aunque la religión, en verdad, el mismo significado de su nombre, viene a explicarlo: del latín re-ligare, significa más atar que liberar… En realidad, también condenó sin paliativos a Ernesto Cardenal por querer demostrar la innegable dimensión cristiana del Universo y su concepción cósmica, en su tristemente demolida Teología de la Liberación, de aún vivo recuerdo en Latinoamérica… Es la católica enemiga de todo lo que suene a liberar nada, mucho menos el pensamiento de las personas. Mejor hacerlos fanáticos de una imagen, que la paseen en un trono y la adoren, y todo dogma en nombre de una tradición, que será todo lo santa que queramos, pero no tiene nada de sagrada.

Hago aquí un punto y aparte para dirigirme con todos mis respetos a cuántos aquellos/aquellas a los que empiezan a hervirles la sangre porque son incapaces de remontar la idolatría intrínseca que aún profesan, y arremeten contra los que nos arriesgamos a volar sobre las alas de nuestro propio razonamiento… A ellos les pido perdón, y les reto a leer las aún pocas, poquísimas, obras que no soportan todavía el inquisitorial “Descatalogado” del moderno Santo Oficio. Si su ortodoxia se lo permite, claro está… Y luego, una vez aposentadas en las entendederas, examinar en paz y diálogo las galácticas diferencias en sentir y pensar. Y lo que dicta un credo de un razonamiento.

Soy consciente que la Iglesia sabe y conoce todas estas cosas, pero que las oculta por alguna razón que se me escapa… No entiendo por qué a los teólogos les sirve esclarecido alimento en fina vajilla, y a sus “fieles” burdo forraje en groseras gamellas. Tan solo se me ocurre que el motivo es el no perder el control sobre lo que han construido como “cristiandad”; el dominio de más de mil millones de “creyentes” en portaestandartes y trasnochados magicismos; por lo mismo que antes de la aparición de la imprenta prohibieron “ab anatema” que los fieles leyesen La Biblia para impedir por todos los medios que adquirieran conocimiento; que no supieran de esa “la verdad os hará libres” que suelta el Evangelio… Esa “verdad”, secuestrada, cuando no falsificada, rinde mejor servicio de poder e influencia.

Fíjense en la presentación de los mismísimos Evangelios a la grey… Una Buena Nueva, que eso mismo significa tal palabra, que encierran verdades universales y trascendentales, enredadas y semiocultas en un relato preñado de milagros, prodigios, relatos y hechos circunstanciales, a los que se les da una importancia que no tienen (con los mitos construyen ritos), pero que mantienen al personal entretenido en una serie de tradiciones cíclicas a las que van despojando de su auténtico y genuino significado… Pero, sin embargo, mantienen a buen resguardo el grueso del Mensaje crístico, desviando nuestra atención a la figura del Mensajero.

Enrique López Guerrero fue otro cura, párroco de Mairena de Alcor, que también al calor de aquel Vaticano II e influenciado por el jesuita Teilhard, escribió un muy magnífico libro: “Mirando a la Lejanía del Universo”, igual hecho desaparecer y quitado de circulación, naturalmente. Después, se le prohíbe desarrollar su Teoría Cristocéntrica del Universo dentro del catolicismo si quería seguir siendo sacerdote… Con de Chardín no se atrevieron, porque era un científico y filósofo mundialmente reconocido en su época, pero, tras su muerte, ya se encargaron de silenciar y apagar su obra y su figura, y el rescoldo de su llama… Al sacerdote de Mairena de Alcor, con el que mantuve cierta correspondencia postal de la época por cierto, tan solo le taparon la boca hasta que murió castigado, ignorado y olvidado. Ésta, y no otra, ha sido, y es, la estrategia de la Iglesia.

Yo creo en ese Jesús, no en el que ellos han travestido, no en el que empañan y se empeñan en sacar de sus sacristías y capillas para crear populacheras romerías con miles de incautos y de ignorantes cofrades… Esa es mi profesión de fe. Y si con ello se sienten atacadas todas las creencias folklóricas y feriales, lo lamento y les pido disculpas, pero no está en mi voluntad adocenarme mentalmente por la simplicidad manifiesta de que “tanta gente no puede equivocarse” (precisamente se equivocan por ser más gente que personas)… Esa frase solo existe para justificar un gregarismo que no conduce más que a siempre lo mismo.

Cuando te hayas alejado de la enseñanza tradicional, tu espíritu se mantendrá constante y firme en la visión del alma. Entonces alcanzarás la unión – comunión – con esa, tu propia alma” (del Baghavad Guita).

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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