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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

martes, 13 de marzo de 2012

DE FANTASMAS Y FANTASMOS


Lo prometido en semanas atrás: La Real Academia Española de la Lengua lo deja muy claro en su Nueva Gramática… Ciudadanos y ciudadanas (p.ej.) es un circunloquio burdo e innecesario, empobrecedor, artificioso y ridículo, ya que es criterio básico en todas las lenguas del mundo la economía y simplificación del idioma. Tal cual lo dice. Y así lo pone.

            Pero es que si eso resulta artificioso, innecesario y empobrecedor, lo de miembro o miembra resulta sencilla y llanamente grotesco. Se admiten, por supuesto, alternancias en su uso, como por ejemplo “ella es miembro de…”, o bien “la miembro”. Pero decir miembra es total y absolutamente incorrecto. Aparte de idiota, que digo yo, claro… Y enseñan, a los que quieren aprender, por supuesto, que las personas no tenemos género, si no sexo, y que el género es propiedad de los nombres de las cosas, no de los seres vivos. Por otro ejemplo: la silla no es hembra, pero sí es del género femenino, o el sillón es del género masculino, pero no es macho.

            De tal forma y manera que hasta el término violencia de género es incorrecto por absurdo, ya que la violencia no la cometen los nombres ni las cosas, si no las personas. Por eso mismo lo lógico y lo correcto sería definirlo como violencia sexual, o violencia doméstica, si así se prefiere. Pero, efectivamente, si el género no se aplica a las personas si no a los nombres de las cosas, el cuchillo no es el que mata, que es del género masculino, si no el bestia que lo maneja, que es del sexo que sea. Está claro que no lo quieren tener claro quienes lo utilizan mal a sabiendas (el vocablo, no el cuchillo)..

            Y llegan más allá al aclarar que la @ no es una letra, si no un símbolo, por lo que tampoco es correcto usarlo para indicar los dos sexos en una misma palabra, como es la moda cateta y oficialista que tiene muy poco de oficio y aún menos de lista, cuando por – mal – ejemplo se viene en escribir algo así como “día del niñ@” o lo que sea que eso fuere.

            Ahora bien. Si esto es así, y desde luego lo es, aquí hay algo anormal, por no decir subnormal. Tenemos a unos académicos que en absoluto se les ocurre meterse en política, si no que se dedican a hacer bien y mejor lo suyo para lo que están capacitados, y a unos políticos que sí que se meten a académicos, en un terreno que no les corresponde y donde ni por los forros están capacitados para ejercer de tales. Pero quieren ser más papistas que el papa y más academicistas que los académicos. Esa es la única y triste realidad. Que nuestros académicos cuidan de la lengua española, una de las más habladas del mundo, y su gramática es guía de especialistas, profesores, investigadores, linguistas, españolistas y usuarios, además de ser la más prestigiosa de ese mismo mundo. Y que nuestros políticos, en cambio, descuidan su cometido que es gobernar – gobernar bien, se entiende – pero les gusta meterse en charcos que no son suyos, donde se ahogan en su propia estulticia por la inoportunidad del ignorante con mando en plaza. Y desprestigian la imagen del país – al que sirven o del que se sirven – como igual desprestigian la cultura de ese mismo pueblo y su propia imagen de gobernantes, que deberían ser, al menos básicamente, menos analfabetos de lo que son...

            No obstante y visto lo visto, quizá si nos gobernasen los académicos, lo harían con más sentido común y con mayor responsabilidad que nuestros gestores metidos a enmendadores de falsas, iluminadas y patéticas igualdades a inmaduro golpe de marro. Aunque estos se dedicaran a destrozar un idioma con sus irresponsables revoluciones semánticas. Las lenguas evolucionan con el uso popular, pero involucionan por el mal uso de una confundida, inconfundible y confundidora política de apariencias, empeñada y empañada por cambiar las formas más que los fondos.

            Pero este es el caso, mis queridos fantasmos y fantasmas, y así es la cosa.

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