HISTORIA E IGLESIA


Como respuesta a las contestaciones por el anterior. En el cristianismo existen un par de corrientes diferenciadas. Una es la mayoritaria y estigmatizadora. La otra es minoritaria y estigmatizada. Por un lado están los creyentes que acatan cuanto las iglesias dictan, sin dudas, sin preguntas, sin nada… y por otro están los que buscan explicación a lo que tales iglesias dicen, contrastándolo con el rigor que permite la investigación histórica. Los primeros ven lo que, en definitiva, quieren ver, y los segundos, simplemente quieren descubrir por sí mismos lo que los primeros no desean ver. A estas alturas del camino resulta ocioso que yo diga que me considero a mí mismo de los segundos. Durante muchos, muchos siglos, no hubo más historia cristiana que la escrita por la iglesia sin mayor posibilidad que la de su propio e interesado dictado, y fue a partir de la época de la Ilustración cuando la razón histórica comienza a surgir como una lectura documental, investigada, probada y razonada, de los hechos posibles. Hoy, el creyente puede aceptar la interpretación que de tales hechos le dé su iglesia, pero no podrá obviar la evidencia de la historia. Es algo que ya siempre tendrá ante sus ojos, la acepte o no.
                   Como que fue San Pablo el auténtico forjador de una doctrina donde – aparentemente – fracasó su fundador, Jesús, un galileo que oponía el espíritu a la letra, la liberación a la rigidez de la ortodoxia, el dios interior al dios del tabernáculo. La religio personal e íntima a la manipulatio general y genérica. Y que lo mataron porque no interesaba que la gente empezara a pensar por sí misma. Como también ahora… La diferencia estriba en que Jesús no quiso fundar iglesia alguna, y Pablo sí. Por eso encajó como instrumento de Constantino para llevar a cabo su política unificadora de servicio a la corona, imponiendo, él mismo, el mandamiento a través del sometimiento teológico. Y así la Iglesia se hizo Estado. Y la fé fue sometida al dogma. De hecho, el credo católico, su doctrina sobre Dios, la Trinidad, Cristo o la Vírgen se fundamentó en los concilios de Nicea, Constantinopla, Calcedonia… que no fueron convocados ni establecidas su bases por papas, si no por emperadores. Constantino el primero, Teodosio el segundo, Marciano el siguiente… De aquí quizá la tendencia a influir, cuando no a dominar en la política, de un cristianismo que, en su origen, fue todo lo contrario: separar y dejar a César y a Dios a cada cual lo suyo.
                   El “peligro” de las lecturas objetivas de un fenómeno tan importante y resbaladizo como el cristianismo es que el componente teológico de las afirmaciones religiosas, más tarde o más temprano, ha de verse contrastado, se quiera o no, con las evidencias históricas. Ese es el riesgo. Esa es la diferencia entre sacerdote e historiador, entre lo dogmático y lo empírico. El error surge cuando para justificar cualquier extremo echamos mano al pegatodo de la fé, y nos sentimos atascados, atacados y ofendidos por lo que es puramente racional. Ese es, precisamente, el equilibrio que hay que guardar. El ser creyente es una cosa y el ser fanático de la creencia es otra cosa muy distinta.
                   La historia y las religiones son vasos comunicantes, y tanto la información como la formación fluye y fluirá entre ambos pese a quien pese. Si el cristianismo ha influido en las circunstancias políticas, la política lo ha hecho en las religiosas. Es un hecho innegable. Y junto al cristianismo ideologizado siempre existirá un cristianismo histórico, crítico e inevitable.
                   De ahí que (por si a alguien le sirve) mi experiencia personal fué pararme un día y volver sobre mis pasos. Y remontar el rio hacia atrás, como la trucha. Y desandar el camino hacia el origen de todo. Y en esa desandadura ir soltando un lastre, inútil por interesado, que impedía avanzar con paso ágil y libertad de movimientos. E intentar encontrar los auténticos principios, las fuentes primigenias de donde bebieron los primitivos seguidores las primeras aguas no contaminadas… A ver si algún otro día, desnudo de todo falso añadido, libre de toda impostura, en cueros vivos, logro reconocer a ese divino Nazareno cuyos electos evangelios de entre muchos encargaron a escribas 200 o 300 años después de su muerte, y cuyos espurios dogmas hicieron aparecer más de mil años después de Él haber predicado y proclamado la absoluta indogmatidad del Padre… y de todo lo creado. De momento he encontrado la verdad del sigue buscando e irás encontrando… Y me vá bien.

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