EL UÑERO

Se acordó el buen hombre que existía un ungüento Cañizares que siempre dió excelentes resultados en asuntos de granos ciegos, forúnculos, uñeros y demás parafernalia afín, así que encaminándose a la farmacia más en guardia vió que el tal ungüento había sido jubilado hacía un par de años… ¿Y porqué, si era bien efectivo?.. Pues precisamente por eso mismo. Por ser bueno en resultados y, encima, no caducar en la vida, no lo hacían rentable… ¿Y algún otro tópico de igual o parecida virtud?.. Ni por el forro, pedorro, o cosa tal le contestaron. Tan solo una pomada desinfectante y rezarse siete rosarios con sus letanías completas para que el granate grano se absorva o reviente como un ciquitraque. Y mientras untábase con el seminútil tópico pensaba para su caletre que lo único claro demostrado es que el interés primero de los medicamentos se basa en su rentabilidad, y luego después viene su efectividad. Y que le den mucho por el saco al paciente si no rentúa la saca del farmahaciente.
Tal y como cabía esperar, el resultado fue un dedo sanísimo por desgerminizado y un uñero con excelente salud para bienjoder al que le malduele. Es como si la farmacopea hubiera fortalecido a su peor enemigo, que mordía con más hambre que antes y hacíale sentir el latido cardiaco en todo lo alto de su tormentosa y atormentada puntaldedo. Tal que banderillas de fuego. Y acordóse mi amigo que los ungüentos cañizares de antañares y los practicantes de antes, en estos y parecidos menesteres te procuraban solución apropiada, rápida y efectiva, con menos ciencia pero con más paciencia, que nuestros superfragilísticos técnicosanitarios, que tienen más preparación si bien menos imaginación, y que nuestros expialidosos productos farmacopéicos, en que detrás de una pócima había un maestro boticario donde hoy hay un buen profesional expendedor de recetas. Y supo entonces que un práctico de los de antes arriesgaba toda su ciencia y un teórico de los de ahora solo arriesga la ciencia del manual, aunque tampoco sea poca. Pero se dá el curioso caso que bien se puede hacer frente a un mal infarto mientras se es francamente incapaz de atacar un buen grano en el culo.
Así que mi amigo, jodido y abandonado, optó por la caritativa, piadosa y solidaria cirugía antígua de aquel practicante que practicaba todos estos menesteres. E hizo lo que aquel más que por curandero y sabio sabía. Pero con cortauñas. Que es la más cómoda versión de aquellas tijeras con hoja curva y brillante acerado del practicante prestidigitador. Como igual de útiles para el caso. Y entonces sí. La pomada sirvió para lo que tenía que servir. Para exorcisar la posible infección de una ya consoladora heridica abierta por la que se vació el jodido y jodedor dolor blanco.
Y al siguiente día, cuando despertó temprano, ya no sintió el doloroso pálpito, por lo que quitándose el capuchino protector, advirtió con maravilla que el uñero había liberado al dedo de su demoníaca posesión. Así que alzándolo triunfante, desafiante y enhiesto, pensó para sí mismo y por no molestar el silencio de quien pudiera oirle: mucho haces en lo mucho pero poco puedes en lo poco…¿no te jode la ciencia médica?..Tiempo después, la “Conse de Sani” aconseja a sus médicos receten ejercicio físico en vez de fármacos. Es más barato y saludable. Así que, en estos casos, óiga, me hace una docena de levantamientos dáctiles antes del desayuno, comida y cena. No le curará. Pero le aliviará cuando, al levantarlo, piense en lo que está pensando. Sin duda alguna…
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