TARASQUÍN DE TARASCÓN
Uno de estos días pasados, en un receso para tomar un café en un bar vecino, miré sin querer ver uno de esos programas mierderos que ensucian pantalla, donde un par de pavas se estaban rifando, o algo así, a media docena de jóvenes cretinos. Y entonces me dí cuenta de la apabullante uniformidad que existe en semejante especímen de piara. Y es que los había visto sueltos, claro está, pero nunca había reparado en la manada. Y lo cierto es que tal ganado, además de multiplicarse el modelo por días, parecen clonarse mutuamente desde la llanura total de su planicie mental.
Se lo describo, por si les suena el tipo: pantalón cantinflas, correa a la altura del perifollo, calzoncillo saltaleras, camiseta al (mal) gusto pero escasa, super-ajustada a un cuerpo tableta de gimnasio norma iso 9000 depilado al pelo. Barba guarra al punto notorio de lija, cabello encochinado o bien engominado en punta, y mirada “joderquebuenoestoy” envasada al vacío sobre cara rectángular tallada en forma con la dotación cerebral justa para andar a dos patas. En lo de expresarse, mejor ni hablar.
¿Les es familiar el personaje?.. ¿sí?.. Pues sepa que es el tarasco de pata negra. Un prototipo de producción propia cultivado (es un decir) solo para programas-basura, colas de cástings, guaperas de discoteca, posturines pisaplayas, concursos misterbarbys, lucejetas profundos y escaparates varios de vanity for body. Ni quieren, ni saben, ni tampoco podrían quizá hacer otras cosas de mayor enjundia. Se han machacado los pectorales y han asolado sus meninges ya desérticas tan solo para autoderretirse y autocomplacerse ante el espejo y para ser admirados por otros/as cascarujas como ellos. Rian vá plus, como diría el ruletillas.
Pero no me pregunten, porfa, si esto es una especie de piojo que ha invadido nuestro hermoso jardín tan esmeradamente cultivado, ajeno a nuestros desvelos y buen hacer, o si por el contrario, es lo que dá la mata, porque ustedes que me leen ya me conocen y saben de sobrado mi respuesta. Y esta cosa es el resultado de lo que hemos plantado, tal y como ha sido regado y cuidado – o mejor, digamos descuidado – al despreciar ciertos valores auténticos y apreciar, sin embargo, unos modelos absolutamente falsos y totalmente vacíos de contenido. La suplantación del concepto cultura es uno de ellos entre otros tan importantes como él. Por ejemplo, dar cambiazo al cuidado del cuerpo por el culto al cuerpo.
En el antíguo Derecho Romano, donde se describía la diferencia entre persona jurídica y persona física, para ésta segunda se definía textualmente “… cuando se haya separado de la madre y no sea considerado monstruoso…”, entendiéndose por tal separación la del ya nacido y por tal monstruosidad el haber venido al mundo sin defecto ni tara física importante que así lo imposibilite. Pues bien, hermanos y hermanas en humanidad, la historia está en que, desde entonces acá, si bien se ha evolucionado trascendiendo el concepto de monstruoso, afortunadamente, por supuesto, aún no se ha clarificado lo suficiente ni en debida forma cuándo esa tara o ese defecto no es de orígen físico, si no mental. Que no cerebral.
Y hago esta disquisición porque la tara cerebral bien puede seguir siendo física, pero la tara mental, no. Ésta casi siempre es voluntaria. Y cuando los indivíduos de una sociedad se la incorporan a sí mismos, y la aceptan, y la prefieren, porque les gusta y apetece como valor y modelo, entonces no es porque seamos la leche en tolerancia por asumir lo intolerante, que también, también… es que además somos la leche de asumidos por tolerar lo inasumible. No es lo mismo. Aunque nos pueda dar igual. Vale..
Comentarios
Publicar un comentario