AQUÉL JESUÍTA SABIO
Mi padre era un admirador de Teilhard de Chardin. Tenía todas sus obras, publicadas por la entonces Editorial Taurus. En la recolocación de su bien nutrida biblioteca, cuando murió, esos libros se me trastocaron (debieron ir a parar al fondo que lleva su nombre en la Biblioteca Pública de Los Alcázares)… Fuera como fuese, cuando yo quise releerlos, ya tuve que acudir a comprarlos – solo los supervivientes de la neocensura, claro – y a un precio oneroso de mercado. Pero no me importa. En uno de ellos, concretamente “Lo que yo creo”, me asombro de que este sacerdote jesuita, filósofo, teólogo, palenteólogo y unas cuantas cosas más, escribía hace un siglo.
“Cuánto más resucitamos científicamente el pasado, menos posibilidades encontramos de situar a Adán y su paraíso terrenal”… Esta tan sincera, honesta, si bien atrevida afirmación por parte de un cura, en su desarrollo, tiene la valentía de aseverarla entre comentarios tales como por ejemplo: “A los ojos de los científicos, la Humanidad ha salido más que probablemente de un mismo grupo animal”. Tales consideraciones las establecía este francés universal en un capítulo donde desarrollaba la representación histórica del llamado por la Iglesia Pecado Original… Más adelante vuelve a aseverar que ”eso significa que la Caída, como si no hubiera habido Adán ni Edén, en cuanto acontecimiento, es algo inverificable e inexperimentable.”
Hace cien años que este jesuita pudo decir estas cosas y muchas otras por el estilo en su teoría cristocéntrica del cosmos sin que (incluso en plena dictadura nacionalcatólica española) pasara absolutamente nada, si bien fue destituido como profesor del Instituto Católico de París, y largado a China como palenteólogo a desenterrar huesos… Hoy habría sido separado de la exégesis, si no excomulgado, como lo fue muy posteriormente Ernesto Cardenal por exhibir casi que las mismas ideas, si bien este último aplicándolas a su Teología de la Liberación; una liberación que la Iglesia nunca, jamás, ha querido ni tolerado. El por qué entonces se pudo exponer sólo puede deberse a un par o tres de causas:
O bien en esa época la ignorancia cerril de los censores les impedía el nivel intelectual y científico en que se manifestaba el jesuíta Pierre, y dejaban pasar conceptos inaccesibles a sus inteligencias; o es que la intolerancia y cerrazón mental de la ortodoxia actual es mayor que la de ayer; o quizá porque el lado social de Cardenal es mucho más peligroso que el cultural-intelectual de Chardín… Yo casi me venzo más por estas últimas, pero me gustaría, si a bien lo tienen, que fueran ustedes los que ejercitaran y vertieran su opinión a tal respecto, ahora que aún se puede.
Desde luego, si en la actualidad lo cogen los revisionistas norteamericanos, lo hubieran quemado en una hoguera junto a todos sus libros que hubieran pillado por ahí. Aún y así, lo tienen condenado y prohibido en todas sus escuelas e institutos, universidades y centros de enseñanza que dependen de sus aberraciones. También en los católicos, por cierto. Inexplicable, sin duda, pero el país que más se las da de libre más se esclaviza a su propia burricie. En nuestro caso, el de un gobierno que se dice liberal y de izquierdas, tiene el sentido en el culo…
Si ustedes me leen más o menos regularmente, saben que en todos estos escritos míos vuelco mi personal convencimiento de esas mismas tesis, de las que participo plenamente, intentando siempre poner una óptica racional a unos hechos míticos más que reales, y que han de explicarse desde la lógica, desde el sentido común, pero no desde la dogmática cerrada de ninguna iglesia, por mucha religión que esto sea… o puede que precisamente por eso mismo.
Cuando las iglesias tienden a cubrir el auténtico y genuino conocimiento con una capa doctrinaria de ignorancia y sometimiento, la grey, su grey, es alimentada con ritos, tradiciones, cuentos y dogmas, no con la verdad intrínseca, que se oculta y se esconde para no revelar la trascendentalidad de la libertad. Para construir una comunidad de creyentes y practicantes y no una comunidad de pensantes… Teilhard se salió de esas normas y esas hormas. Con su inmensa preparación científica y humanística buscó, y encontró, al Dios tapado y al Jesucristo manipulado, y lo expuso al mundo desde su altura intelectual… Por cierto y porque viene a cuento: jamás se ha dado un seminario – que yo sepa – que vulgarice sus tesis y conocimientos… ¿pour quoi?..
Por supuesto que no me queda espacio para desarrollar aquí la teoría de Teilhard de Chardin sobre tal cuestión, si bien que él avanza una tríada de posibilidades que descansan sobre su concepción crística del Universo… Doy por hecho que, si existe interés y ganas; si les llama la atención (cuento que a pocos, muy pocos) el tema, me lo harán saber y, en tal caso, intentaría disponer de artículos que, más adelante, fueran profundizando en tal temática desde su óptica. Pero, si no existe demanda, como rezan las leyes del mercado, para nada hace falta la oferta.
Sirva entonces el presente como un ensayo sobre las cosas y los casos de la vida… De porqué unos viejos libros, a cuyo autor mi padre era un aplicado aficionado (si bien jamás me habló de ello) en el transcurso del tiempo se hacen prioritarios en mi lectura, y vengo a re-descubrir dos cosas, al menos: que coincido al 90% con su contenido, y que ignoraba que mi progenitor pudiera haberse visto atraído, de algún modo, en algo que hoy ocupa mi tiempo y es cuasi prioritario en mis dedicaciones actuales.
Los investigadores y estudiosos de las cosas de aqueste saber, señalarán la palabra (el concepto) clave: Sincronicidad… Decía Jüng que es “la coincidencia significativa de varios sucesos de igual contenido y que están relacionados entre sí de una forma aparentemente no causal”… Vale. Quizá que la explicación esté en la palabra “aparentemente”. En que los seres humanos nos fijamos y vivimos, y estamos, más en la apariencia que en la causalidad. Yo ignoro qué causa puede haber en esto, pero sí que sé que no existe efecto sin ella.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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