CARDYFF Y MOCEJÓN
En el primero, se asesinó a tres niñas. Una vez capturado el criminal, el racismo le cambió el nombre e identidad y hasta el color de la piel para justificar una guerra xenófoba. Sus embustes se escucharon más que la verdad policial.
En el segundo, un joven vecino blanco loco mató a un niño, siendo igualmente capturado por la policía. Y se desató una cortina de criminalidad falsa sobre menas e inmigrantes.
En ambos casos apoyado y jaleado por lo más granado de una sociedad que se las dá a sí misma de respetable… Definitivamente, la mentira es la gasolina del odio.
Miguel Galindo Sánchez / www.galindofi.com / miguel@galindofi.com
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